sábado, 20 de noviembre de 2010 | By: Abril

Ayer fui agua...


Densa y turbia como el petróleo llegué a tu lado. Impura y revuelta. Agitada me dejé conducir por remansos de asfalto hasta el delta de un, aún, desconocido paraíso; mientras el mundo real se oscurecía y difuminaba ante nuestra mirada, reflejando sombras de vida sobre un embalse de ensueño.

Me sumergiste en el vacío dando bautismo a mi ilusión inocente, inundándolo todo de nada y, con el sonido del silencio en los oidos, buceamos por la calma olvidando, en un segundo, el tic-tac de los relojes de arena.

Agradecímos la dulce poción que los Tritones nos brindaron en aquella parcela de cielo donde, tendidos junto a nuestros recuerdos para que el calor de las palabras los secaran, cuando las olas de tu ojos llegaron hasta mi orilla, tu mano rozó la mía.

Nos recibieron las estrellas al tomar tierra, dejando vano su lugar en el firmamento; confundiendome hasta creerme dueña del aire con el que me mezclé para acariciar tu cara y enredarme en tu pelo. Y cuidaste de mi, saciando la sed con besos borrachos de ternura y el hambre, ofreciendote desnudo para amasarte y devorarte como un pastel caliente.

Tras el último gemido, me licué en tus manos destilando gotas de placer que se condensaban en las concavidades de mi espalda, hasta ser solo un charquito en ebullición, evaporándose y alejándose de tí para reunirse con las mariposas que duermen en el techo de mi cuarto.

(Del Blog: "Desnuda no es sin ropa")
sábado, 6 de noviembre de 2010 | By: Abril

¿Dónde?


Esto, que a continuación leerás, no es un reproche. Ignóralo, siéntelo, u olvídalo. Haz con ello lo que quieras, porque sólo tiene un dueño.

Mañana, once de Mayo, a las ocho de la mañana, el reloj en mi muñeca izquierda, marcará trescientas horas de tu ausencia. Trescientas horas que pesan como trescientas losas, pero tan sólo cubren, una quinta parte de las mil cuatrocientas ochenta y ocho que me regalaste con tu presencia.


Por eso, mañana, once de mayo, a las ocho de la mañana, pararé el reloj de mi muñeca izquierda; no le permitiré que siga contando las horas sin ti, y lo cambiaré por otro que cronometre únicamente las mías. Contará las horas en las que pueda sentirme sola y vacía, las horas de sonrisas y las de caricias nuevas, contará las horas de sueño que no volverán a tener segunda parte. Serán horas de las que me sentiré orgullosa, pues desde las que viví contigo he aprendido a quererme más, como tú me querías y a verme mejor, como tú me veías.

He de pasar esta página, sé que lo entiendes, pero desde que soltaste mis manos, a duras penas salen de ellas, palabras que no te llamen.

Hace casi un año empecé a escribir en este cuarto donde me siento cómoda, y colgué en sus paredes posters con tu imagen. Me inspirabas y, rozando con las yemas el papel satinado, fantaseaba como una adolescente en compartir tiempo contigo. Lo hice, y la realidad superó todos mis espejismos.

Lo sé... ¿Qué mas podía desear ya? Cualquier cosa hubiera sido desmedida.

Sólo quiero decirte, mi niño, que todo este tiempo, aunque intenso, me ha sabido a poco. Que no olvido tus promesas, ni las mías. Que la banda sonora de un pretérito perfecto no sonará durante algún tiempo (no soy tan fuerte) , pero han sido unos días maravillosos los que he vivido contigo.

Guardaré el reloj, junto a sus horas, sobre un pañuelo aún húmedo. Rellenaré los espacios huecos con papeles impresos de bromas nuestras, de risas tontas, y “tequieros” sin término, y envolveré el petate con las imágenes que decoraban esta estancia. Ahora solo mía. Pero aunque el hombre tenga los pies de barro, no dejaré de adorar al héroe.

Hemos de repartir los gananciales. El más sórdido momento en toda relación que acaba: Tenemos una casa construida entre los dos. ¿Quieres la mitad de los ladrillos? ¿La demolemos juntos? El orgullo me pide que te la entregue entera, fingiendo que no me importa; pero me he propuesto amordazar, hoy, a mi parte mezquina, y te ruego que, sabiendo lo mucho que para mí significa, la incluyas a mi nombre en tu testamento cuando desees que te dé por muerto. Yo la visitaré de vez en cuando y tal vez, algún día, vuelva a ella y la alegre con una maceta. Dejaré abiertas las ventanas, por si tu espectro decide hacerse corpóreo y registrar los cajones o dejar una nota bajo mi almohada.

Aún me queda mucho por saber de mí, solo sé que me dueles. Pero no por qué, ni dónde.

(Del Blog: "Desnuda no es sin ropa")