lunes, 21 de marzo de 2011 | By: Abril

El Ascensor


Te encontré. Sí, mi amor. Media vida buscándote y aquí estás: me miras, sonríes, haces un gesto para que me acerque, pareces feliz. Y yo, te miro, te sonrío, me pongo los vaqueros, la camiseta y ya te echo de menos, aunque todavía estemos juntos. Me voy, te digo. No, quédate un poco más, me dices. No puedo, de verdad, no puedo.

Cierro la puerta, llamo el ascensor y empiezo a pergeñar la mentira. Me miro al espejo. ¿Se nota? No. No se nota. Me pongo un poco de colonia y cacao en los labios. Tengo cuarenta años y tú treinta. Vivo con un hombre desde hace mucho pero te quiero sólo a ti. Se refleja mi imagen en el espejo y me doy cuenta de que me ha salido una mancha roja en la mejilla, es diminuta, como si se hubiera roto un capilar o algo así. Me estoy haciendo mayor, aunque tú digas lo contrario. Me tiño el pelo y están apareciendo esas arruguitas alrededor de los labios que detesto. Casi no se ven pero yo sé que están ahí. Y quizá se me llene la cara de manchas rojas, como ésta que acabo de descubrir. Te quiero sólo a ti. Mis días pasan a la espera de poder verte. Sólo pienso en qué excusas puedo inventarme para recortar el espacio necesario y escaparme, corriendo por las calles, subida a un taxi o a un autobús, para meterme, como una ladrona, en el cobijo de tu portal y esconderme en este ascensor acristalado, en el que estoy ahora.

Debería comprar una crema de esas carísimas que evite los surcos de los años en la piel. Yo no quiero ser una de esas señoras a las que el carmín se les escapa, como pequeños afluentes colorados, por las comisuras de los labios. Me miro en el espejo y entiendo que nuestro amor es imposible porque tú dejarás de quererme, aunque digas que no, aunque pretendas que la edad no tiene importancia. Quizás, llegará el día en que te avergüences de mí y me abandones por una joven tersa y suave. Ese día te habrás olvidado de tus promesas y yo, ya no sabré qué ofrecerte.

Cinco, cuatro, tres, dos , uno. Entra el sol, asimétrico, por los cristales rectangulares de esta urna. El espejo se tiñe de azul y lila. Nunca me he visto tan bien, a pesar de todo. Me recoloco el bolso y justo cuando voy a abrir, alguien, desde algún piso alto, llama el ascensor.

Qué faena, voy a llegar tarde, pienso. Uno, dos, tres, cuatro, cinco y seis. Vuelvo a subir. Apareces al otro lado de la puerta. Sí, eres tú.

No te vayas, me dices. Me gusta mirarte de cerca, amor mío. Estás mucho más guapa. ¿Tú crees? Sí, yo creo. Nos besamos en el rellano de la escalera. Me río. Me quitas el abrigo empujándome hacia tu casa. Me tengo que ir, te digo. Te tienes que quedar, me dices, pero para siempre. Desde ahora mismo porque no hay nada imposible y porque así lo deseo

Respiro. Uno, dos, tres…No me queda más remedio que fiarme de ti. Y dejar de mirarme en los espejos. Este es sólo un camino de ida. A tu vera.

(Ayanta Barilli)

sábado, 19 de marzo de 2011 | By: Abril

Tres amigas



NO TE PREOCUPES, CARMEN (24.12.2010)

Sé que no lo entiendes muy bien, porque me dices que tendré muchos otros días para cenar sola. Insistes en que cene con vosotras en Nochevieja, que me vaya a comer en Año Nuevo. Y te digo que no, que tengo que aprender a construir nuevos recuerdos en fechas señaladas. Y a construirlos sola, porque sola es como voy a estar de aquí en adelante. Ya sé que no lo entiendes y que te preocupa cómo voy a empezar el nuevo año. Consigues arrancarme la promesa de ir a tomarme las uvas a tu casa. Yo te digo que no se me ocurre nadie mejor con quien empezar el 2011. Te conformas, haces que te conformas, mientras me sirves vino y sigues cortando la carne. Te digo que estaré bien, que no te preocupes…. No me crees.

Me gustaría que me creyeras. Convencerte y convencerme de esto que digo en voz alta, no sé si para ti o para mí misma. Porque sé que estaré bien. Que ya lo estoy un poco en algunos momentos. Estoy bien, por ejemplo, este rato que comemos juntas, que seguimos compartiendo confidencias. La vieja, sana y divertida complicidad entre nosotras. Estoy bien cuando todo va mal y te tomas un café conmigo. Estoy bien cuando no puedo arreglar las cosas, pero tú me das un abrazo grandísimo y me dices: “Venga, no pasa nada, ya verás como todo se arregla”. Estoy bien, porque tú te empeñas en que lo esté con una tenacidad encomiable. Por eso sé que voy a estar bien, repito, porque pase lo que pase, tú vas a estar ahí, recosiendo mis alas rotas y animándome a remontar el vuelo otra vez. Como has estado siempre.

Un abrazo muy fuerte, Carmen.

MANZANAS (A PILAR), 23.12.2010

Llegas a casa, Pilar. Y yo te espero en la entrada de la plaza, como si fueran a venir los Reyes Magos, aunque no sea seis de enero. Y me pones manzanas en las manos y una cajita de bombones. Y se asoman las manzanas entre los nudos de la bolsa de plástico. Amarillas. Perfectas. Redonditas. Exactamente iguales a aquellas manzanas que cada día de Reyes nos guardaba la abuela a los niños. Mandarinas, pasas y manzanas para nuestras manos inquietas y nerviosas. Pequeños tesoros de cariño, que escondía cuidadosamente para regalarnos. Eran su sorpresa de Reyes. Y cada seis de enero volvían a crecerle en las manos mandarinas, pasas, piñones, peladillas y manzanas, como si hiciera magia. Porque siempre eran las mismas manzanas del invierno.

Vienes, Pilar, a verme. A asegurarte de que no cenaré sola en Nochebuena. Cualquier excusa sirve. Por ejemplo, esa media docena de manzanas que pones en mis manos, mientras me abres los brazos. Me vienes a decir, tragándote las lágrimas: “Te llevaría a cenar mañana a casa…” Y se nos quedan en el aire esos puntos suspensivos que encierran todo un mundo de ternura y de afecto, amiga y compañera del alma, mientras nos damos un abrazo larguísimo con sabor a bombones y a manzanas.

PARA LEO (27.12.2010)

Me escribiste, Leo, un mensaje de Navidad. Me quedé dándole vueltas. Tú, que tanto sabes de Navidades en las que crece la nostalgia de los días felices ante la mesa de la Nochebuena, me mandas ese mensaje que viene a decir, y yo lo sé, que estás ahí. A recordarme que siempre estás. Con una presencia callada, pero firme. Siempre ahí.

Me traías bocadillos a la puerta de la UCI y yo pensaba cuánto debía de costarte entrar al hospital. Y, sin embargo, sonreías para mí, me obligabas a comer, me dabas un abrazo de buenas tardes e intentabas pasarme un poco de fuerza y de cariño. Y no pudo ser. Mi padre se nos fue en Nochebuena. Ahora es mi madre. Otro hueco en el alma, otro vacío más. Hace frío, Leo. Como en aquella Nochebuena de 1994 en que murió mi padre. Pero esta vez no había nadie aquí para abrazarme.

(Blanca)
jueves, 3 de marzo de 2011 | By: Abril

Tus ojos



Hola Ana:

Desde mi oscuridad te escribo con la ayuda de uno de esos aparatos de los que te hablé. Yo hablo y el aparato escribe. Milagros de la técnica. Te escribo para decirte que nunca me consideré romántico.

Siempre oí hablar de cenas a la luz de las velas, paseos bajo la luna llena, besos
bajo una farola, que si todo a media luz, que si la luz de la hoguera se reflejaba en tu rostro...

Comprenderás que a mí todo eso me da igual. Yo sólo sé que estoy bien a tu lado; que me siento seguro, confiado. Sé que de tu brazo no hay obras en la aceras, ni alcantarillas rotas, ni coches aparcados en los pasos de peatones. Que quiero ver
por tus ojos el resto de mi vida. Se que aunque tus ojos no vieran querría seguir
viendo por ellos. Me gusta contarte chistes verdes al oído, oír tu risa y tu suave gruñido diciéndome: tonto.

Me gusta tocar tu pelo suave y ondulado. Porque yo no soy romántico, para eso hay que ver.

Simplemente es que no concibo el resto de mi vida sin tu compañía.

Un beso. Juan.

(Jesús Moreno Hidalgo)

Nota: (Mi amigo Juan es ciego.Aquí reproduzco una carta que le envió a la que hoy es
su mujer, Ana. Ambos tienen una niña de cinco meses).

A ti, que has ocupado mis últimas seiscientas tardes...


Querido Tú:

Habrás notado estos días mi ausencia. En parte ha sido una ausencia voluntaria. Necesitaba pensar en ti, en mí misma y en eso que hemos venido llamando “lo nuestro”… No ha sido fácil, pero era un paso necesario que ha abierto la puerta para empezar a olvidarte, o mejor dicho -porque olvidarte del todo es imposible- para intentar prescindir de ti.

No, no es venganza ni desamor. Nunca he pagado las ausencias con la misma moneda, no. Es tan sólo cuestión de supervivencia. Este esperarte incondicionalmente pasa factura a diario ¿sabes? Y ya resulta demasiado doloroso.

No es falta de cariño, como dice la canción; tal vez la ilusión empiece a debilitarse un poco, eso sí, pero el amor sigue intacto… Sin embargo es un amor que mata lentamente en cada giro inesperado, en cada desencuentro. En cada querer y no poder…Parece que vernos supone para ti un esfuerzo titánico que requiere anular otros compromisos… es por eso que yo, desde hoy te libero de éste, que nunca fue un compromiso al uso, sino una aceptación de las dos partes de compartir algo que nos pareció sincero y sin edulcorantes.

Nos ha durado bastante tiempo, claro que siempre pudo ser mucho más. Bueno, no se trata de lamentarse por lo que pudo ocurrir, sino más bien de celebrar lo que ocurrió, que siempre será bonito de recordar.

Y si algún día las circunstancias cambian y nos dejan volver a vivir “lo nuestro”, ¿quién sabe? Tal vez vuelva a encenderse la llama que hoy se atenúa, pero que nunca se extinguirá (lo sé, lo sabemos ambos).

No te entristezcas, no me llores, no te aflijas con mi recuerdo; piensa que mereció la pena y sigue tu camino, como yo seguiré el mío, intentando sobrevivir a tu recuerdo. Al fin y al cabo, la vida es eso: tratar de superar las despedidas con las que continuamente, quien sea, nos pone a prueba…

Tuya siempre.

Yo.

(La Dama)