Estos días he vuelto a hablar
contigo. Reconozco que fue un asalto lo del martes. Presentarme en tu trabajo
junto con dos amigos, con la excusa de que pasaba por allí, era innecesario. Más
bien patético a dos días visto aunque dicen que en el amor y en la guerra todo
vale. No sé si es amor lo que me une a ti, pero una guerra seguro. La guerra porque
no pasa un día en mi cabeza que no te piense, que no quiera volver contigo, a pesar
de las infinitas veces que me he oído despedirme de ti “definitivamente” a lo
largo de estos años. Mira que lo tengo
ensayado, al estilo de “Lo que el viento se llevó” pero con los papeles
invertidos… Tú te verías sinceramente ridículo, desde luego, al final de una larga
escalera vestido como Escarlata O´hara rogándome que no me fuera; pero yo sería
un respetable Rhett Butler con bigote en hilera de hormigas sobre el labio
superior diciéndote aquello de “Francamente querida, eso me importa un bledo”.
Aún así, el martes te noté
nervioso. Me hiciste incluso en tu discurso un par de guiños con dos
comentarios que solo yo podía entender. Y me encantó, porque quiero pensar que
una parte de ti aún está enamorada de esa parte de mí que rompió tus esquemas y
volvió todo tu mundo del revés.
Te pido un favor, puede que ya no
seamos aquello que una vez fuimos y no le contamos a nadie, pero no me llames amiga,
porque esa palabra en tus labios suena triste y se ve traída con calzador,
además de que me hace daño, porque sé que no me sientes como una amiga, y
porque siempre serás más que eso para mí.
Después de mi enésima irrupción
en tus rutinas, he recibido un baño de realidad y todo ha vuelto a ser como
antes: tú finges que me has olvidado y yo busco excusas para restablecer el
contacto contigo, con la esperanza de que al sumarse un tú y un yo salga de nuevo un
nosotros.
Sinceramente, ni por asomo creo que
quieras volver atrás, hasta aquel tiempo en que olvidábamos la vida juntos por
unas horas. Para qué negarlo: soy la mitad de ese cuento que se quedó sin guiso
de perdices y aún pretende salvar algo de la quema.
Los dos sabemos que no estoy bien
sin ti y empiezo a pensar que ya casi rozo el acoso contigo. Tú no tienes la
culpa de cómo te echo de menos y nada va a cambiar eso, porque no puedo evitarlo.
(N.R.H.)
que hermosas palabras
ResponderEliminarque bellas palabras
ResponderEliminarGenial. Me encanta lo que dices y cómo lo dices.
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