![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhW1Xsmbbi2VQbHZJVu4lb_SMTiWv2v9ppGePyn0-WJkWrzUIdu2snN3ER1gHs1vtTlQRjR571btaW5aIrCRPmdSmIXEuS28qRJD9zgKBlEq_OlLaLzFAO8arfGuImVzABsa03KeX8JOfs/s400/banco.jpg)
Ahora que la hermana Clara se ha ido, aprovecharé para escribirte la carta de amor que desde hace tiempo quiero escribirte.
Sí, a ti, mujer, a ti y no te rías, condenada, que me va a costar lo mío esto de decirte cuatro cosas bonitas…Cuando hace ya un montón de años, le mandé la primera carta de amor a mi mujer, recuerdo que se la encargué al “Sevilla”, un compañero de la mili, que estaba hecho un fenómeno con el arte de la pluma y que a cambio de un chorizo de pueblo o de un bote de leche condensada, te componía unas cartas de amor que hacían llorar de puro sentimiento a las novias…
Y es que yo, Conchita mía, era un auténtico negado para esos asuntos. Pero, lo que son las cosas, Conchitín, aquí me tienes, sesenta y dos años más tarde, cogiendo papel y lápiz y escribiendo a escondidas como un niño una carta de amor para ti, mi valenciana de ojos de miel, la misma que cada día me da unas palizas impresionantes jugando al mus y quien me guarda siempre el crucigrama del periódico antes que el aprovechado del Fermín le eche mano… A ti, bisabuela coraje, que ahorras con esfuerzo cuatro eurillos privándote de algún capricho para compararle regalos a tu recién estrenado bisnieto. A ti, fiel y abnegada compañerita, que estuviste a mi lado cuando tuve esa gripe tan complicada que por poco me lleva al otro mundo. A ti, que me has devuelto la sonrisa y la esperanza de vivir cuando creía que la vida ya no tenía sentido. A ti, maravillosa mujer, que con tu sonrisa y carácter dicharachero has convertido esta fría y triste residencia –mal llamada “El Sol”, que te aseguro que más bien debería llamarse “La Soledad” y en la que un día de julio mis hijos decidieron aparcarme- en un fresco albergue juvenil. A ti, a ti y mil veces a ti, Conchita mía, te diría una y otra vez que eres un ángel venido del cielo y que te quiero más que a nadie, aunque tenga ochenta y dos años y sea un viejo gruñón como dice la madre Clara. A ti, Conchita, te quiero pedir que te cases conmigo y que pasemos los años que me quedan en una casita que tengo en la playa, rodeados de mar y de sol. Los dos juntitos. Nuestros hijos que digan lo que quieran. Tu y yo, Conchita. Tu y yo y nuestro cariño sincero hasta que el sol se ponga en nuestras vidas...
(Antonio María Rubio Navarro)
1 comentarios:
Es un privilegio haber descubierto tu mundo y poder ver todo lo que haces, que siempre es un plcer para los sentidos.
Un beso.
Publicar un comentario