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Quizás te diga un día
aunque siga queriéndote más allá de la muerte;
y acaso no comprendas, en esa despedida,
que, aunque el amor nos une,
nos separa la vida.
Quizás te diga un día que se me fue el amor,
y cerraré los ojos para amarte mejor,
porque el amor nos ciega, pero, vivos o muertos,
nuestros ojos cerrados ven más que estando abiertos.
Quizás te diga un día que dejé de quererte,
aunque siga queriéndote más allá de la muerte;
y acaso no comprendas, en esa despedida,
que nos quedamos juntos para toda la vida.
(José Ángel Buesa)
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Cartas al Pasado
Carta Urgente
Para no decirlas
Hay cosas que escribo en canciones
Para repetirlas
Hay cosas que estan en mi alma
Y quedaran contigo cuando me haya ido...
En todas acabo diciendo cuanto te he querido...
Hay cosas que escribo en la cama
Hay cosas que escribo en el aire
Hay cosas que siento tan mias....
Que no son de nadie
Hay cosas que escribo contigo
Hay cosas que sin ti no valen
Hay cosas y cosas...
Que acaban llegando tan tarde..
Hay cosas que se lleva el tiempo
Sabe Dios a donde
Hay cosas que siguen ancladas
Cuando el tiempo corre
Hay cosas que estan en m i alma
Y quedaran conmigo cuando me haya ido...
Y en todas acabo sabiendo cuanto me has querido...
Hay cosas que escribo en la cama...
Hay cartas urgentes que llegan cuando ya no hay nadie...
(Rosana Arbelo)
Una carta de amor
no es un naipe de amor
una carta de amor tampoco es una carta
pastoral o crédito / de pago o fletamento
en cambio se asemeja a una carta de amparo
ya que si la alegría o la tristeza
se animan a escribir una carta de amor
es porque en las entrañas de la noche
se abren la euforia o la congoja
las cenizas se olvidan de su hoguera
o la culpa se asila en su pasado
una carta de amor
es por lo general un pobre afluente
de un río caudaloso
y nunca está a la altura del paisaje
ni de los ojos que miraron verdes
ni de los labios dulces
que besaron temblando o no besaron
ni del cielo que a veces se desploma
en trombas en escarnio o en granizo
una carta de amor puede enviarse
desde un altozano o desde una mazmorra
desde la exaltación o desde el duelo
pero no hay caso / siempre
será tan sólo un calco
una copia frugal del sentimiento
una carta de amor no es el amor
sino un informe de la ausencia.
(Mario Benedetti)
Carta
El palomar de las cartas
abre su imposible vuelo
desde las trémulas mesas
donde se apoya el recuerdo,
la gravedad de la ausencia,
el corazón, el silencio.
Oigo un latido de cartas
navegando hacia su centro.
Donde voy, con las mujeres
y con los hombres
me encuentro,
malheridos por la ausencia,
desgastados por el tiempo.
Cartas, relaciones, cartas:
tarjetas postales, sueños,
fragmentos de la ternura,
proyectados en el cielo,
lanzados de sangre a sangre
y de deseo a deseo.
Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra
que yo te escribiré.
En un rincón enmudecen
cartas viejas, sobres viejos,
con el color de la edad
sobre la escritura puesto.
Allí perecen las cartas
llenas de estremecimientos.
Allí agoniza la tinta
y desfallecen los pliegos,
y el papel se agujerea
como un breve cementerio
de las pasiones de antes,
de los amores de luego.
Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra,
que yo te escribiré.
Cuando te voy a escribir
se emocionan los tinteros:
los negros tinteros fríos
se ponen rojos y trémulos,
y un claro calor humano
sube desde el fondo negro.
Cuando te voy a escribir,
te van a escribir mis huesos:
te escribo con la imborrable
tinta de mi sentimiento.
Allá va mi carta cálida,
paloma forjada al fuego,
con las dos alas plegadas
y la dirección en medio.
Ave que sólo persigue,
para nido y aire y cielo,
carne, manos, ojos tuyos,
y el espacio de tu aliento.
Y te quedarás desnuda
dentro de tus sentimientos,
sin ropa, para sentirla
del todo contra tu pecho.
Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra
que yo te escribiré.
Ayer se quedó una carta
abandonada y sin dueño,
volando sobre los ojos
de alguien que perdió su cuerpo.
Cartas que se quedan vivas
hablando para los muertos:
papel anhelante, humano,
sin ojos que puedan serlo.
Mientras los colmillos crecen,
cada vez más cerca siento
la leve voz de tu carta
igual que un clamor inmenso.
La recibiré dormido,
si no es posible despierto.
Y mis heridas serán
los derramados tinteros,
las bocas estremecidas
de rememorar tus besos,
y con su inaudita voz
han de repetir: te quiero.
Se buscan cartas de amor...
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- Tus huellas en mi camino
- Epitafio
- Carta de un juguete roto. La muñeca de trapo...
- A Mi Anti-Héroe
- Mi luz se hizo sombra
- Sé que puedo vivir sin ti, sin embargo ya no quier...
- Por una flor
- Los finales de lo más bonito
- Me lo dijiste a quemarropa
- Podría vivir sin ti
- Me encantaría...
- Querida enemiga
- ¿Hogar... dulce hogar?
- Una piña de piñones
- Querido amigo
- Lola, querida
- Querido cuerpo mío...
- Nos dijimos adiós...
- Historia de un adiós, (Parte I)
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Peces en mi Red
Tus huellas en mi camino
Epitafio
He lapidado mi amistad con la noche,
y el rubor del sol no calienta de igual modo.
Desconfío de la memoria, bendita inestable,
que tan pronto consuelas como enjuagas mis ojos.
El sendero de la gloria
de golpe se transforma
en un paraje accidentado,
feo,
donde callan los relojes
y secan los arroyos.
Cuando ya no pueda más
saldré a buscarte,
y lo haré entre germinares de lirios
y gotas de lluvia,
por lo profundo, allá donde respiran
las rocas.
El gentío, como agua de cristal,
y bocas que fingen hablar con las nubes,
si tartamudeo es porque duele,
si duele es porque lo he sentido.
Hago ahora binomio con cuerpos celestes,
flotantes, como todas las palabras que te he dedicado,
eternas, como el cariño que hacia ti emerge.
Cuantas veces nos miramos sin decirnos nada,
nos atacamos, nos alabamos, nos sinceramos,
y lamíamos nuestras heridas con solo un leve gesto,
tantas veces lo extraño, tantas y tantas veces.
Si algo me enseñaste es a no tener miedo,
es ahora, en mi mayor pánico, cuando me pones a prueba.
Perdiste de antemano, y ya lo sabías.
Descansa tranquilo, que nada te perturbe ahora.
Hasta siempre papá. Te quiero.
(Emilio J. Pérez)
Carta de un juguete roto. La muñeca de trapo...
Otro día más: dinero que viene, dinero que va...Otro cuerpo más: sudor, gemidos y pasión fingida por mi cuerpo cansado y aletargado...
No queda más que esta asquerosa rutina de placeres vendidos al mejor postor. ¿Cuál es el sentido de continuar aquí? Alguna vez fuertes razones me llevaron a elegir esta vida, mas ahora creo que fue esta vida la que me eligió a mi, Como cruel víctima me vi tentada por sus rápidas recompensas, por su rápido ir y venir, pero ahora me doy cuenta de que estoy envuelta en una vida que no me pertenece.
El último cliente se ha ido, Me queda una cama vacía, pues mi cuerpo ya ha perdido su alma, su deseo de seguir, de buscar algo mejor.¿Qué me espera tendida aquí? El próximo cliente, la próxima agonía silenciosa...
Me quedan 30 minutos antes del próximo, sólo instantes para volver a ser sólo un cuerpo pero no una persona. Casi ni recuerdo cuando fue que signifique algo para alguien... Apenas tengo un borroso recuerdo de aquel hombre que alguna vez me amó, pero que yo no supe amar ¿Qué le podía ofrecer? No me arrepiento de aquella decisión pues ya era tarde para mí, como ahora...ya es tarde para continuar...25 minutos y contando. Me iré a preparar, pero no como otras veces, no. Hoy será distinto: entraré a la ducha y el agua se llevará mi dolor un instante; sacará este olor nauseabundo de mi cuerpo, este olor impregnado de todo menos de mí... Luego prenderé unas velas, como es mi costumbre, pero esta vez no será para esperar a alguien más; esta vez serán para mi, para mi cuerpo que se irá durmiendo de a poco, cayendo lentamente en un sueño del que nunca despertaré...
Arreglo todo... sólo 20 minutos para el final... Recostaré mi cuerpo en esta cama que ya no me pertenece pero la haré mía esta vez, así como mi cuerpo será mío. Por una vez, decidiré por él... haré con él lo que yo quiero y mi alma por fin volverá a mi cuerpo por un instante sólo para irse a descansar donde ningún otro cuerpo ajeno la pueda encontrar...
Espero que el cliente de las 2 no se enoje al notar que mi cuerpo esta frío, que esta vez no habrá calor ni pasión fingida..pero si habrá verdad, mi verdad...
A Mi Anti-Héroe
A Mi Anti-Héroe,
Sentí demasiadas cosas, cosas que nunca fui capaz de decirte y no sé por qué no lo hice. Nosotros dos nos comunicamos mejor con las miradas. Pero creo que ese juego de miradas no fue suficiente. Nunca fuimos algo, no creo que nadie pudiese describir ese “algo” que nunca fuimos. Aprendí que una hora vale mucho y en esa hora sin haber cruzado apenas otra palabra que no fuese un tímido hola, sentí como si te conociese de siempre. Me contaste cosas que intuyo que no sabían muchas más personas, como dónde querías casarte, y hablamos como si fuésemos amigos de toda la vida.
No era capaz de mirarte sin que una sonrisa asomase de mi cara, pero aquellas sonrisas te mataban (no sé si ahora lo hacen) como tú mismo dijiste. Dijimos muchas cosas pero de aquellas cosas nunca supe cuales sentiste de verdad. A veces no sé si fue un juego por que llegó un momento en el que no comprendía nada. Me confundiste y aún hoy lo sigues haciendo. En cada cosa que decías conseguías contrariarte a ti mismo parecía que intentases esconderle tus sentimientos al mundo.
Tu memoria no es muy buena que digamos, tú mismo lo dijiste y bien lo demostraste el 26 de Abril. Pero ese olvido tuyo me hizo darme cuenta de que los cumpleaños son sólo un número al igual que la edad. Un número, no es mucho más, aunque otras personas piensen lo contrario.
Lo que fuimos se resume en dos frases y creo que tú estarás de acuerdo conmigo; “Una mirada vale más que mil palabras.”, “El corazón tiene razones que la razón no entiende.” Ésta última fue la respuesta que te di cuando me preguntaste por qué “me encantabas”. A veces dar explicaciones a lo que sentimos no nos resulta fácil, si además nos preguntan por una razón, pero yo fui sincera, siempre lo he sido y que no te quepa duda de ello.
Tenemos muchas cosas pendientes que hemos dejado para cuando tengas un hueco. Tristemente, pero siendo realista, sé que eso nunca se va a cumplir y que las cosas que me prometiste tampoco. Siempre te sorprenderé, fueron tus palabras exactas, cuando menos te lo esperes ahí estaré yo, preparado para sorprenderte, pero no lo hiciste, por lo menos no hasta este momento, me queda mucho por vivir y sabes que yo siempre estaré dispuesta a que me sorprendas.
¿Y si volvemos al principio? Sí, a esas miradas cruzadas en las que ninguno de los dos sabía nada del otro. Cuando mis amigas me tomaban como una ilusa pero lo que ellas no veían yo lo veía una y otra vez en tus ojos. Nunca fuiste muy audaz, te costó dar el primer paso y los que siguieron fueron en pequeñas dosis. Dicen que lo que viene en pequeñas dosis es mejor y no puedes imaginarte lo mucho que me ilusionaba recibir un mensaje tuyo, era como una dosis de sonrisas gratis. Pero se perdió y como todo lo que empieza tiene un final, ese “algo” también lo tuvo. Llegó sin yo esperármelo, no lo entendí y nunca fui capaz de entenderlo porque aún hoy de vez en cuando me pregunto que hice mal. ¿Fue mi culpa? Si es así te pido perdón por no ser lo que esperabas que fuese. Pero te recuerdo que una hora, una sonrisa, un puñado de miradas, silencios y mensajes, aunque lo parezca, no son suficientes para conocer a alguien. Creo en las casualidades pero sobre todo creo que en poder verte de nuevo. Desapareciste un día y ya no volví a verte, es gracioso, si prefieres tomártelo con humor. Paso por tu casa y me imagino como sería verte, recuerdo aquella misma puerta donde pegaste un portazo aquel día. Pienso como sería verte pero nunca acurre, y los días pasan y cada uno de ellos pienso en nuestras casualidades y coincidencias, en todo lo que fuimos y lo que no fuimos y entonces prefiero no verte. No verte porque tengo miedo, miedo de no saber si me saludarás o si al verme desviarás tu mirada y harás como si fuese una completa desconocida. No quiero ser una persona a la que no quieras ni ver, me gustaría pensar que sabes que Claudia soy y que nunca habrá lugar a confusión o duda alguna. He intentado ser más paciente, poco pesada, pero a veces tengo la tentación de preguntarte cómo estás, saber si te acuerdas alguna vez de mí y preguntarte que pasó.
Esta carta va por todas nuestra miradas, silencios, casualidades, coincidencias, por mi profesor de inglés, por los sustos, sorpresas, promesas, por las estados con un mensaje oculto, por las sonrisas que mataban, por los “el echará de menos tu sonrisa, tú su mirada”… La única explicación que me diste fue que las cosas habían cambiado pero no te equivoques, las cosas habrán cambiado pero los sentimientos no lo han hecho.
Firmado:
Tu Lois
(Claudia García Báez)
Mi luz se hizo sombra
Mientras la vida te regala posibilidades y esos ya comunes admiradores rodean tu imponente ego, mi imagen que una vez fue nítida se convierte en sombra.
No quiero ser otro miembro activo del club. No me interesa batirme en duelo de personalidades falsas… porque odio las multitudes. Me desanima comparar criterios y más cuando los sentimientos se sortean
como en un juego de póker.
Tal vez para muchos sea normal y hasta entiendo su espíritu competitivo, su objetivo es conquistar almas encerradas en rostros y cuerpos hermosos, pero ¿de qué sirve un ser humano que vive el instante? ¿de qué sirve quien mide sus pasos a corto plazo sin comprometerse, sin construir sentimientos, aferrados a una apariencia, no a una persona...?
Porque para mí, en cada amanecer hay un vivo poema de esperanza. En esa esperanza permanecen los recuerdos gratos...
Dicen que el tiempo es nuestro mejor amigo y ese tiempo nos enseña la sabiduría del silencio... Por eso prefiero callar, recordarte a distancia mientras soy una sombra que se desvanece...
(AlexLizcano)
Sé que puedo vivir sin ti, sin embargo ya no quiero hacerlo.
(Chispita)
Por una flor
Eso pasó...aunque cuando te vuelva a ver...tu andar firme, equilibrado, tu cara cuidadosamente sonriente, tus dientes exactos, en el suave contoneo de niña madura de veintidós años, me fallará el equilibrio y temblaré otra vez.
Pero, echando mano de mi amor propio trataré de poner una barrera facial, una barricada que te diga que me paso tu rechazo por encima de mi hombro hasta la cola.
Cuando hablamos aquel sábado, entregada esa rosa en forma de dibujo a lápiz, me sentí pleno, con tu amistad. Y mira que yo, tras los penaltis contra Italia, no trataba sino de hablar un poco. Tiene razón Pepe Óscar, la amistad en este caso es imposible. Pensaste que te quería caldear como a un guiso, que estaba siendo pesado. Sí, tienes razón, me movía por instinto, como un arácnido a su viuda negra. No me di cuenta, no respeté la distancia y tú me quebraste con tu expresión
¡Qué días! ¡qué angustia suspirando! sofocante incertidumbre. Se me partía la vida, colapsaba mi futuro, pese a que lo más natural, dada tu belleza, no sólo externa sino sobre todo interior, que lo normal es que tuvieras novio.
¡Qué cruel soy! Sólo pensando en mí mismo. No puedo evitarlo, Dios nos ha hecho así. Intentaré disfrutar de este sufrimiento.
Tu amigo sin embargo.
Ignacio
Los finales de lo más bonito
Somos niñas y pensamos en el amor como aquello que alcanzaremos y con lo que seremos felices, como sus queridas princesas.
Somos adolescentes y queremos ser las elegidas de aquellos caballeros a los que vemos inalcanzables. Miramos por la ventana y suspiramos, esperando que llegue el día en el que él se dé cuenta de que le esperábamos. Años y años de sueños, y en el fondo, ése no ha cambiado. Seguimos imaginando a nuestro verdadero amor, seguimos soñando con nuestro queridísimo príncipe azul, seguimos luchando por conseguir nuestro preciado tesoro: su amor.
Y de repente llega, caemos en esa telaraña que nos enreda y nos vuelve tan estúpidos. Pensamos que es para siempre, hacemos promesas que serán incumplidas, hacemos planes lejanos y somos felices. Todo es perfecto. Pero no es tan idílico y ahora lo sabes, ahora lo sabemos. Ahora sabemos lo difícil que es la vida aunque la vivas con alguien a tu lado. Y quizá eso la haga más complicada aun.
Para siempre... Y ocurre. Llegamos a la conclusión de que no vamos bien, de que hay algo entre nosotros que no es tan perfecto como debería. Y ninguno quiere aceptarlo. Ambos queremos no sentirlo, no pensarlo, no decirlo. Pero está ahí. El sentimiento incontrolable de soledad, de querer estar de nuevo solo ante el mundo.
Dejémoslo. Dejémoslo atrás. Comencemos algo nuevo. Pero, es cierto, ¿dónde queda todo aquello que vivimos juntos? ¿Dónde queda aquello que compartimos el uno con el otro? Aun así, somos importantes para el otro, no somos simples modas que han pasado por nuestras vidas. Es más, tú has construido parte de mi alma, parte de mi vida. Has contribuido a que sea tan bella como lo es ahora, porque has sido, eres y serás mi persona. Pero ahora, no hay más. Debemos acabar nuestra historia con un bonito final.
Querida persona que me ha entendido, que me ha querido, que ha dado parte de su vida por mí, quiero decirte: No lo dejemos escapar, no olvidemos lo que tuvimos, porque si eso pasó es porque en realidad nos merecemos. Porque creamos algo que merecía la pena. Recordemos esos momentos con suma añoranza, como delicados recuerdos, y pensemos en que siempre estaremos.
Solo una cosa más: No nos olvidemos.
Fátima
Me lo dijiste a quemarropa
Para: Ti, (que me lo dijiste a quemarropa)
Tengo que contarte cómo viví yo ese momento, cómo lo sentí y lo recuerdo… no sé si hoy en día me recuerdas o yo esté aún en tus pensamientos, pero para mí fue uno de los momentos más tristes de mi vida… Pero me hiciste aprender y la moraleja, jaja, te la cuento más adelante.
Ahí estaba yo preparando el peinado más hermoso, tratando de aplacar mi afrodescendencia para complacer una fantasía erótica con la cabellera de Demi Moore o de Jennifer Aniston, me puse el sostén que más ajustaba mis dos picadas de mosquito, me maquillé, me combiné perfectamente de marrón y me perfumé. Iba al encuentro de mi galán, mi príncipe como le decía, lo esperé a la salida de mi trabajo cual florero… en la puerta, orgullosa… deseando que todos envidiaran al hombre que vendría a buscarme, ¡Ja!, pensé, mírala pobrecita con ese que le es infiel y yo que me gané el Kino con mi mangazo, y aquella otra, ¡Ja! Tan cursi como le dice "mi cuchi cuchi" al novio…
Heme aquí parada porque me dijo que quería hablar, ¡tan bello! Seguro se viene a disculpar porque me contestó un poco mal la otra vez, o viene a decirme que me compró un regalo hermoso, es más… seguro lo pensó bien y quiere que viajemos juntos a hacer ese postgrado que tanto anhela… no, no, no, no ¡¡¡ya sé!!! está dispuesto a ayudarme con mi proyecto de tesis y viene a ofrecerme unos temas… ¡¡Ay, Dios mío, si eres grande!! Me has premiado con un ser cariñoso, sensual, solidario, buen amigo y amante, que admiro con todo mi ser, con el que iría ida y vuelta a la luna sin pensarlo, a quien veo como padre de mi hijo y los muchos que quisiera tener a su lado… príncipe. Pero, ya han pasado 20 minutos de la hora pautada y comienzo a angustiarme… Qué raro, si dijo que venía en camino, pero ¿en camino de dónde? ¿¿Porqué no se apura?? Qué pena se me está chorreando el maquillaje y esta humedad me está “frizando” el cabello, me duelen los pies, no aguanto estos tacones…
¡¡Por fin!! … ¡Hola amor! Hola. ¿Como estás príncipe? Bien. ¿Te pasa algo? Vamos a esperar llegar al café, ¿te parece? Ok, pero en realidad no quiero café, ¿vamos por un helado? Como tú digas... (Dios, que bello ¡¡me complace en todo!!) Y fuimos a una heladería donde vendían helados costosísimos y de todos los sabores… Pedí una tinita de chocolate para que no se viera caro y afectara el presupuesto de mi amado… mmhh él pidió una barquilla doble con sirope… (la que yo hubiese querido)…Te cité aquí porque NECESITO QUE HABLEMOS… Me tomó la mano y la comenzó a besar, pero su mirada era diferente, ¿qué paso? Me lo cambiaron… hubo un error, este no es mi príncipe… ¡¡¡Auxiliooooooo!!! Me lo robaron, este no es mi príncipe… y con una certeza absoluta, definitoria, e inquisitiva comenzó a hablar y me dijo: Eres una mujer excelente, luchadora y preciosa, pero me tengo que ir y no quiero compañía, te quiero, pero no te quiero a mi lado, te adoro, pero prefiero la soledad… no estoy preparado… Y yo como un venado esperando la mordida del tigre, las pupilas dilatadas, el corazón a mil, el rímmel recontra chorreado, el cabello enroscado y los pies morados, le pregunté: ¿Preparado para qué? (¿Dónde se prepara uno para amar?), ¿Estás seguro? (más seguro que la muerte), ¿Lo pensaste? (creo que mil veces) y ahí me quedé con ese corte violento de patas… a quemarropa… sin permiso.
Ahora sí, moraleja: Nunca te alises el cabello por alguien que no te quiere… ni un pelo.
De: Mí (que ya me recuperé)
(Marisela Arraiz Rizzo)
Podría vivir sin ti
Sí, es verdad, podría vivir sin ti, pero sin duda, ya no sería yo.
Sería como esa sombra que se dibuja tras de mí, oscura y arrastrada, una estela que se difumina y hasta se pierde cuando su referencia se cobija o se detiene. Respiraría el aire, pero ya no te olería. Conversaría con las gentes, pero no con quien me importa.
Dormiría por las noches, pero soñaría contigo con desolación en lugar de con la confianza de tenerte conmigo. Sobreviviría. Vería salir el sol, indiferente y poderoso, cada mañana y hasta sentiría la tibieza de sus rayos en invierno o la promesa de tórridos calores en el sopor del largo verano, pero me resultaría tan indiferente como su ocaso porque la desesperanza hace cautiva a las emociones limpias, las secuestra y hasta consigue que puedas olvidarlas.
A ti nunca podría olvidarte, aunque conociera a otras muchas, aunque me regalaran un afecto inmerecido, porque ellas serían otras, serían un simulacro de ti, de la imposible resurrección de todo aquello que sentí y siento hacia ti. Es probable, incluso, que aprendiera a mentirme y, en consecuencia, a conformarme, a caminar cada día mirando hacia los lados, refugiándome en mis nuevas rutinas, fabricándome una máscara de silencios y hasta de leves sonrisas. Pero siempre, dentro, muy dentro, donde nadie, ni siquiera yo pudiera asomarme, estaría siempre latente, lacerante, la punzada eterna de tu ausencia, y la amargura constante que se ataría a mis entrañas.
Sí, es verdad, podría vivir sin ti, pero ya no sería mi vida, porque hoy mi vida eres tú conmigo.
María Antonia
Me encantaría...
Me encantaría ser capaz de escribir a través de mi puño, a través de mi letra, unos renglones torcidos robados al cielo del suelo por el que pisas...Beberme los labios que se hundieron en tu copa y hacerle una oda al regalo que el Jack Daniel´s nos hizo aquella noche.
Me encantaría quedarme ronca de gritar lo que siento, que es tanto que deja reducido un "te quiero", a la vergüenza y a los miedos que hicimos desaparecer sobre los muelles de aquel colchón.
Me encantaría hacer de tus abrazos mis sábanas, porque yo no sé de guerras, ni de luchas, solo sé que la que tenía contra mí misma, la han ganado ellos. Solo sé que lo que creía derrota, ahora juraría, que se ha convertido en victoria. Solo sé que soy demasiado joven como para afirmar que algo es remoto, pero siento que he vivido lo suficiente, como para atreverme a decir "para siempre" cuando de ti se trata.
Me encantaría dejar sordo con mi risa a todo aquel que se atreva a retar la verdad, juzgándonos por no ser un libro abierto. Porque nosotros sobrepasamos cualquier expectativa, pero no vivimos para ellos. Nosotros somos de los grandes, de los auténticos, de ésos que sienten mucho pero hablan poco, de ésos que jamás se cansarán y dirán basta, de ésos que no hacen de lo especial algo vulgar de tanto gastarlo. Somos de ésos que no son de ésos ni de ningún otro. Nosotros somos nuestros y de nadie más.
(Alejandra López)
Querida enemiga
Sentada en nuestra cama, ésa que hemos dejado de compartir, me quedé esperando que volviera, esperando que sintiera.
Tardé tiempo en darme cuenta de que no iba a volver, que nunca estuvo aquí, que su mente estaba lejos mientras paseaba el esqueleto de su alma por mi vida.
Intenté inútilmente ser lo que necesitaba, olvidando por completo quién era yo. Cómo iba a quererme, si deje de conocerme...
Aún no se si puedo volver a ser yo, por más que busco dentro no consigo reconocerme. Me gustaría despedirme de él, tal vez así pueda presentarme de nuevo o reencontrarme conmigo.
Sólo me queda desearte toda la suerte del mundo, querida enemiga. Enemiga porque nunca podremos ser amigas y querida porque no puedo odiar nada que él pueda llegar a querer.
(Annabell)
¿Hogar... dulce hogar?
Una piña de piñones
He abierto un libro releído varias veces y una hoja de flor de pascua seca cayó. Sentada en una banqueta roja de madera y ante una mesa de cocina también roja y de madera, con molduras que en su día fueron el sostén de un hule cualquiera que no podía moverse, y ahora desaparecido, en la desnudez de esta mesa te escribo; es una carta que nunca quise enviarte y no lo hice.
No te quería, si acaso me gustaba soñar contigo, algo así como vivir en el cuento de las mil y una noche donde Schahrasod narraba hábilmente un relato para no morir por orden del Sultán, te tocaba a ti correr el riesgo y eso me divertía; entonces yo debía ser algo cruel y ansiaba un nuevo día, lo deseaba especialmente por la noche, la oscuridad tiene tonalidades y luces que el día amortigua, las cosas se ven diferentes, unas veces negras y muchas no se ven, se adivinan, imaginan, como yo imaginaba; pero tú no pudiste servirme el final, extinto como ahora la piña presa del fuego real, que en su exuberancia se agota sin poder hacer nada.
Si hubieses echado más leña al fuego, si me hubieses tenido entretenida un día y otro, con el resplandor de tu imagen, dosificada, interesante, en la extrañeza de la vida que yo pedía; habrías encontrado fuste, habrías labrado mejor mi tierra en que las vueltas que dabas yo te las abría pagado a medias, como se hacen los tratos antes de recoger la cosecha del año; pero te habías instalado en la prudencia, en la debilidad, pagado como saldo. Venerando dilatabas lo venidero, de resultas no quemaste en las brasas, todo era furtivo, fragmento, parte, pequeño, fungible, pero inolvidable.
La piña se ha consumido, arde el fuego, en el fondo del pantano de mis recuerdos descansas, ahí ya no corres peligro. Te he amado desde siempre, y mi mirada agachaba para verte, el barandal donde me había instalado se encontró con unas manos que te borraron, los cultivadores que pasó por mi tierra dieron su fruto, se desveló y amanecía cada sol y cada luna .Te dejé dormido ¿quemar otra piña? Se ha hecho tarde, está empezando la primavera, la temperatura ya no es la misma. Mañana por la noche que volverá a hacer frío.
(Luisa Serrano)
Querido amigo
Hoy te escribo para decirte que te admiro mucho. Eres la persona más transparente que conozco. Jamás escondes lo que piensas y sobre todo amas a tu esposa e hijos por encima de todo. En diversas ocasiones has ofrecido tu vida y corrido graves peligros para que ellos no sufrieran. Sí, es cierto, hay tensiones con tu hijo mayor y sueles estrangularlo a menudo, pero todos sabemos que es algo cariñoso y que no llegarás nunca hasta el final.
Un día tu hija me dijo que la acompañabas a lugares que tú odias para que ella disfrute de sus necesidades culturales. Te veo acompañándola a un teatro mientras unas bailarinas danzan o unos músicos interpretan música que no entiendes ni te apetece entenderla.
Lo haces por amor y eso te dignifica. Tu hija pequeña, que todavía no habla y apenas camina, es capaz de empuñar un rifle para salvarte de unos mafiosos que un día intentaron liquidarte y lo hizo por amor a ti. Amor que sólo unos pocos elegidos como tú pueden conseguir.
No lo sabes amigo, pero aunque nunca has escuchado a tu hija pequeña hablar, un día dijo algo después de que le dieras un beso de buenas noches y salieses de su cuarto. Su palabra fue: "papi". No la escuchaste, ni tu familia, ni tus vecinos, pero los que te seguimos, sí.
Es imposible no quererte tal y como eres. Has estado varias veces en la cárcel, has sido mafioso, contrabandista, estafador, ladrón, borracho, jugador, saboteador, polígamo, usurpador de identidad, entrenador de bailes de mal gusto para deportistas, traidor, chivato, pero por encima de todo amas a tu familia.
Espero todas las tardes con verdadera ansiedad esas reuniones que tenemos en el bar. Allí escucho con devoción todos tus consejos hasta que el dueño nos echa amenazándonos con una escopeta.
Siempre llevaré en mi corazón aquel día que te pedí que fueras mi consejero espiritual y aceptaste después de unas cuantas cervezas y de gritar: ¡MOSKIS!
Consejero, amigo y hermano Homer. Un abrazo.
Santi
Lola, querida
Te voy a escribir una carta...
Sí, ya sé que no estás aquí, pero sigues estando mientras yo te sienta a mi lado. Esta es una carta como aquellas que cruzaban el Estrecho desde África a Sevilla... ¿Recuerdas? En aquel entonces, era la carta el único vehículo para llegar a ti. No había móviles, esos que ahora rompen continentes, fronteras y océanos...
Una carta que tiene el remite de mi soledad y una dirección de destino que no es de esta tierra. La tierra que un día, siempre cercano en mi recuerdo, abandonaste, -quizá con gozo- para vivir en otra Sevilla, la Sevilla de tus sueños.
No creo que estas líneas se pierdan. Habrá, como aquí abajo, un servicio de Correos que te hará llegar mi misiva, mi mensaje de amor. Tu muerte no ha conseguido separarnos, como sin fortuna nos dijo el cura. Te sigo queriendo. Te quiero más, mejor dicho: no puedo quererte más, porque te quiero sin medida, como la infinita eternidad en la que tú vives ahora.
Un beso de tu Enrique.
Querido cuerpo mío...
Dijimos que era mejor terminar y era cierto, que nos hacíamos daño, que no conseguíamos estar bien...Todo eso quedó claro y admitido por los dos. Pero me pasa algo con mi cuerpo, siento que no me pertenece.
Cada que rozo mi piel vienes a mí, cada caricia es tuya, si me peino veo tus manos enredándose en mi pelo, recuerdo como lo hacías mientras yo me abrazaba a ti. Mientras me enjabono son tus manos las que me recorren despacio. Si me toco la espalda, la cintura, las piernas tú apareces. Si me miro al espejo te veo a ti. Todo mi cuerpo eres tú, ¿cómo puede el amor apoderarse así, físicamente, del ser amado? Parece que pusiste un sello invisible en cada centímetro de mi ser.
Y si he de olvidarte, ¿qué hacer con mi cuerpo? Si pudiera quitármelo y guardarlo en el armario como quien se quita un abrigo sería un alivio. Olvidarse de él y cerrar la puerta, luego guardaría mi corazón en una cajita al fondo del cajón. Y después, aún quedaría mi alma, ahí también estás, ahí reinas. La verdad no sé si meterla en esta carta y enviarla al correo.
(Rosario)
Nos dijimos adiós...
No era así como lo había imaginado, quiero decir, nunca había deseado que llegase ese instante...pero sucumbió, se desarboló nuestra relación. Nos dijimos, adiós. Lo que no puedo precisar es el momento en que todo se derrumbó.
¿Dónde está el umbral, ese umbral infinitesimal que transforma sin remedio las cosas? El punto (de cansancio, de agobio) en que la caricia a fuerza de repetirse no produce placer sino dolor. El momento en el que el clavo que sostiene un cuadro demasiado pesado para él cae, y con él su carga
¿Va cediendo paulatinamente en silencio, o bien lo sostiene hasta el fin con la misma tenacidad y se desmorona de golpe al comprender que no podrá sostener el peso por más tiempo?¡Ay, amor! Quizá la conciencia, cuando aparece la señal, la grieta y llega el final, comprendes que lo inexorable había ocurrido mucho antes de que se manifestara, así al modo que cuando muere un amor sabemos, si queremos saber, que había muerto hacía tiempo, pero no lo quisimos (o no supimos) verlo.
Lo cierto es que el adiós fue cinematográfico. Una mesa de mármol frío, un pocillo de café, un atardecer naranja de otoño algo difuminado por el humo del cigarrillo, una lágrima de papel y en tu mirada el ansia, la luz pálida y lenta de mujer que no se resigna al adiós. Lo leí en tus ojos, sí: "volver, volver". La vida invitándome nuevamente a recorrer las calles de tu mano, a besarnos en el fragor entre las sábanas en desorden donde habrá calideces olvidadas.
Y yo sigo aquí, esperando porque ¿sabes amor? Nos pertenecemos pase lo que pase, aunque no volvamos a vernos. Quiero que comprendas que la pertenencia no depende del tiempo que dure una relación sino de la intensidad puesta en la entrega. Vuelve. Te espero. Sabes dónde encontrarme...
Fernando
Historia de un adiós, (Parte I)
A lo mejor no me comprenderías si te dijera que yo necesito verte todas las semanas...aunque apenas levantes la cabeza y te aísles en ese lugar de tu memoria que habitas y que a los demás nos parece olvido, sigo sintiendo por ti ese respeto grave que los niños de antes teníamos hacia nuestros abuelos, aunque tú ya no seas dueño de tu cuerpo. En cuanto te veo, abandono la realidad, huyo de canas disimuladas, de marido y niños, de trabajos y cocinas, y de todas esas cosas que me convierten en adulta.
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