Querido Tú,
Hemos llegado a un punto de no retorno. Cada cita, cada conversación
para intentar arreglar las cosas es una puñalada más cuando nos despedimos,
cada uno con la sensación de que el otro no lo comprende; con el hastío de
hablar lenguajes diferentes y echando de menos aquel tiempo en que nos bastaba
una mirada para decirlo todo…
Sé que no estoy en mi mejor momento, pero tú, querido Tú, no
me lo pones nada fácil. Por encima de mí pasan todas tus circunstancias
como una apisonadora. Y yo me quedo ahí, al margen de tu vida, aplastada como
un insecto contra un cristal y me siento diminuta.Diminuta y ridícula,
intentando imaginar que esta situación es un bache pasajero en la relación que
hay entre nosotros y que, por lo visto, tengo idealizada. Pero no, esto es el
pozo del Juego de la Oca. Me toca esperar a que lances los dados. Y me repito
como una letanía que una palabra tuya bastará para sanarme. Pero tú no te
manifiestas. De un tiempo a esta parte estás ausente en los momentos más
importantes. Y en los menos. En todos. Estás a años-luz de mí y de mi vida.
Entre tú y yo de la noche al día, surgió una montaña tras el último cataclismo.
Y yo ya soy mayor para salir a buscarte. Soy mayor y estoy cansada para dar
rodeos a esta montaña en la que pronuncio tu nombre y sólo obtengo el eco estéril
de mi voz.
Me gustaría volver atrás. En la era previa a tu llegada. No
es que fuera más feliz, pero al menos no sentía el vacío inmenso que tengo
ahora, por tu presencia ausente. El día que dimos el paso te lo comenté, que
era un paso sin retorno, sin vuelta atrás, como el que estamos dando ahora.
Bueno, como el que estoy dando yo, porque tú, querido Tú, lo diste hace tiempo aunque
lo disfraces de otra cosa.
Me da pena decir adiós y, si pudiera, seguiría como hasta
hace dos días, buscando excusas para autoengañarme y pensar que si no estás es
porque no puedes estar. Que si no puedes es porque algo te lo impide. Tus
obligaciones, tu otra vida, tu otra historia… en la que yo no pinto
absolutamente nada. Pero ya estoy cansada. Para darte prioridad en mi vida, he
ido poco a poco abandonándome, olvidándome de mí misma, hasta el punto en que
no me reconozco al mirarme en el espejo. Mi sonrisa ha mutado en una mueca
apática e inexpresiva y mis ojeras son la señal externa de lo sombría que se ha
vuelto mi vida.
Te quiero de una forma de la que tú, querido Tú, no tienes
la culpa. Necesito que pase el tiempo para conseguir lo que me pides: que
sigamos siendo amigos y no puedo prometerte que sea así algún día. Por ahora
no. Me resulta imposible verte de otra manera.
Si aún sientes algo por mí, respeta mi dolor y aléjate de mi
vida.
Se despide: la mujer que aún te ama.
NRP