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No veas Jack como me amargan los besos que me perdí, como pesa la noche en mi cama, el sabor de las últimas penas que pasé por ti, me van matando las estrellas, el frío y el calor, la luna quema si tu no estás aquí, cómo matan los recuerdos que se acuerdan de ti.
Te diré que me he hecho amigo de la luna para contarle nuestro secreto, para que entienda mi locura cuando digo que “te quiero”. ¿Te quiero?, nunca nos dijimos “te quiero”, pero sabe Dios, Jack, que no puedo dejar de quererte. ¡Cómo deseo que estuvieses aquí!
El Amor con mayúsculas que me ha llevado a esta cárcel de amor en la que vivo prisionero y que sustentan mi entendimiento, mi razón, mi memoria y mi voluntad. Mi razón me dice que debo morir, que mejor estará la dichosa muerte que la desesperada vida.
La noche se va acercando con las estrellas y la luna de la mano, tengo que despedirme de ti, qué amargas son las despedidas Jack, ojalá pudiese volver a escuchar tu armónica y poder decirte todo lo que el silencio no dijo, decirte que no tengo ni un solo motivo por el que quiera olvidarte, que lo que sentí por ti y junto a ti permanecerá conmigo hasta final de mis días.
Jack, vuelvo al callejón del gato, al callejón de los espejos cóncavos y convexos.
Esta vez, te juro Jack que nos vemos en noviembre”.
(De la película: Brokeback Mountain)
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