Los árboles, alzándose por encima de nuestras cabezas, me transmitían entre susurros los mensajes de almas atormentadas por el tiempo y el dolor.
De pie frente a ti te observé durante unos minutos, balbuceando palabras en un idioma inventado que solo tú y yo podemos entender. Me atendiste con paciencia, sin interrumpirme, como siempre…
Pude leer tu sonrisa en las letras del frío mármol, contemplar tus dulces ojos. Me hablabas en silencio y yo te escuchaba en mi interior.
Te di un beso de despedida, como siempre… un beso que se enfrió al tocar tu piel.
Y entre el silencio de las tumbas, aún puedo escuchar tu voz…
Tu imagen vagando en mi recuerdo.
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