martes, 7 de abril de 2009 | By: Abril

Carta a mi padre


Querido Papá:

No me gusta pensar que te quiero a veces, sólo a veces. Sí, a veces. En esas ocasiones en que tu sonrisa no es distorsionada por una carcajada estúpida. En esas veces en que el sudor de tu frente aparece como resultado del trabajo y no como consecuencia del encierro en ese fétido y desagradable lugar en el que juras cariño a perfectos desconocidos, entre los que olvidas a tu propia familia.
No logro creer cómo una persona puede ser al mismo tiempo tan fuerte ante la vida pero tan débil frente a una botella. Me gusta pensar que ese otro que también vive en tu cuerpo no eres tú. Me resultas tan lejano, tan desconocido.
En las mañanas de remordimiento cuando sólo te ocupas de arrepentirte de aquello que no recuerdas, pero que por nuestros rostros adivinas que estuvo mal, no puedo sino sentir compasión. Sin embargo, esa compasión no es suficiente para arrancar el rencor que me hace arder el alma después de que has sido violento con la mujer que no hace más que amarte y morir de angustia cada que adivina tu paradero, después de que las manecillas del reloj se alejaron del margen de tu hora de llegada.
Ni siquiera me doy cuenta de cómo ha pasado el tiempo. De cómo dejé de ser tan inocente para creer ciegamente cada que dices que esto no volverá a pasar. No, nunca he dudado de que nos quieras. Lo que no me queda claro es qué tanto te quieres a ti mismo.
Lo único que temo ahora es a la reacción que provocará la próxima vez que te vea y te sienta agresivo. Ahora no puedo ser indiferente.
Nunca te he culpado por nuestras carencias ni por todo aquello que hubiera deseado ser o hacer y no pude. Pero tampoco puedo hacer como que nada pasa.
Me llena de impotencia querer y no poder ayudarte porque el único que puede hacerlo es ese que te devuelve la mirada en el espejo. Sólo espero que cuando por fin lo comprendas no sea demasiado tarde. Porque, ¿sabes?, la verdad papá es que te amo.•

Tu hija.

(G.D.V.)