sábado, 15 de noviembre de 2014 | By: Abril

No, así no...


No me mires así. A mí tampoco me gusta esto. Yo también creí que estaríamos juntos toda la vida. A mí también me vendieron un sí quiero envuelto de para siempre. Yo también nos conjugué hasta que la muerte nos separe, y tampoco me planteé hasta la muerte de qué.

Así que ahora no me vengas preguntando en qué fallamos. Porque fallamos y punto. Recoge tus cosas y sal de mi vida. Ah, no, espera, que siempre eres tú la que se queda. No te preocupes, en cuanto pueda seré yo el que desaparezca. Pero quiero que sepas que esto acaba aquí y ahora. Ni paréntesis, ni treguas, ni plazos. No tiene sentido hacerlo durar más.

Quizás podríamos seguir intentándolo y alargar el sufrimiento, pero creo que ni tú ni yo nos merecemos ver cómo agoniza esta relación, algo que ha sido lo más maravilloso que ha ocurrido jamás en la historia del universo, algo que tiene el mal gusto de acabarse así.

De hecho, te recuerdo que este daño hasta nos fuimos a Bali para intentar arreglarlo y para llegar de nuevo a ese triste punto muerto, ése en el que tú consideras que mi actitud te provoca dolor, y yo te contesto que necesito hacer lo que hago para sentir que estamos progresando. Entiendo que se te haga cada vez más insoportable. Pero cariño, por más que lo intente, a estas alturas muy poco voy a poder cambiar.

Para este daño que empieza, entre mis buenos despropósitos, ya te anuncio varios que, te guste o no, van seguir ahí. Pienso seguir quemando millones de hectolitros de crudo en esos conciertos para motores a los que llamamos atascos, pienso encender cientos de miles de lucecitas por toda la ciudad cada vez que me ponga flamenco y consumista, voy a bajar el aire acondicionado un par de grados más para compensar tus cada vez más frecuentes y caprichosos sofocos, y pienso seguir duchándome y bañándome como si nada de todo eso estuviese pasando.

Eso por no hablar de los absurdos macrocasinos temáticos que voy a abrir en medio del desierto, precedidos de exposiciones millonarias dedicadas a la escasez de agua, o de otros vicios de contaminación y producción desenfrenada que ya son imposibles de quitar, sobre todo cuando mi otro yo, el emergente, necesita destruirte a mayor ritmo y menor coste para salir lo antes posible de tan incómoda emergencia.

Ahora que ya había dejado de pisarte para empezar a pisotearte en toda regla, ahora va y tenemos que decir adiós. En fin. Espero que el próximo te cuide mejor que yo.

Por mi parte, no te preocupes, que ya me hago cargo de que no encontraré a otra como tú. Que ya no habrá más paseos por el parque rodeados de miles de hojas multicolor, ni viajes en trineo a la luz de la aurora boreal, que no volveré a contemplar tus glaciares, ni tus lagos ni tus pantanos rebosantes de energía acumulada, ni tus especies sin peligro de extinción.

A cambio, seguramente tendré que hacer frente a tu rabiosa venganza en forma de calentones absurdos, devastadores huracanes, estaciones imprevisibles y alguna que otra restricción en mis suministros básicos.

Pero qué le vamos a hacer, esto de la convivencia es lo que tiene.

Que cuando no es imposible, se lo vuelve.

Que cuando más la necesitas, ya no está.

(R. Mejide)

2 comentarios:

José Luis Villalobos dijo...

Genial carta de Risto Mejide. Como siempre, un mago de las palabras duras en momentos blandos.

GABS dijo...

wooow..... maravilloso, en verdad aunque cruel pero es sinceridad y eso es lo que importa mejor dejar las cosas por las paz antes de hacer mas daño eso pienso yo.