domingo, 17 de septiembre de 2017 | By: Abril

Humedades

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Hola, chico insomne.

Tengo que contarte algo y mejor si lees esto cuando no tengas otras lectura a mano.

Espero que mi libro del erizo elegante siga siendo tu favorito.

No deseo que vuelvas porque te cuente esto; no quiero que vengas a mí porque me tengas lástima o te remuerda la conciencia. Pero me parece importante que sepas que me quedé rota cuando te fuiste.

Me reduje a polvo en cuanto te marchaste. Como incinerada. Si alguien soplara sobre mi cabeza mis cenizas formarían una curiosa nube de polvo en suspensión.

Sí, se me paralizó el corazón, se detuvo mi respiración y empecé a dejar de ser yo a desintegrarme extrañamente. Sólo quería estar en la cama, acurrucada y sin escuchar a nadie.

Pero no te preocupes, porque estar rota no es del todo malo ¿sabes? Es sólo que a veces llueve.

Y las personas normalmente son impermeables, pero a mí la lluvia me hace goteras y entonces, cuando llueve mucho, se inunda todo lo que hago.

Me sale el agua por todos los agujeros que me causó tu partida y me convierto en una fuente humana.

Desde fuera debe de ser algo muy vistoso, pero desde dentro se vive con dolor y con miedo a no volver a ser la de antes.   

Claro que no todo es malo.

Por las mañanas cuando amanece el sol atraviesa mis grietas y ocurre algo mágico: sale luz por todas mis cicatrices. Me convierto en una lámpara humana, como esas árabes que llevan una vela dentro. La proyección de la luz en ese momento es tan bonita que parezco no tener un solo rasguño y me veo perfecta.

Perfecta y entera.

Sin embargo ya está llegando el otoño y su lluvia.

Y con él de nuevo: tus recuerdos y mis humedades.

(N.R.H:)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenas tardes saludo desde tulum Quintana Roo y me gusto mucho tu blog gracias por todo

raquel dijo...

Lindo

Anónimo dijo...

Maravillosa metáfora