miércoles, 11 de febrero de 2009 | By: Abril

Una Tarde de Cine


Estoy sentado a la orilla de un río junto a ti.

Nuestros pies juegan distraídos con el agua que corre. Detrás nuestro, la selva. Enormes árboles se elevan hasta las nubes y se escucha el canto de los pájaros y de toda clase de insectos…

Compramos boletos para la película de las 16:15 hrs. pero son recién cerca de la una de la tarde así que tendremos que esperar…

Tú rostro es del color de la tierra cuando la moja la lluvia y tu vestimenta compite en color con el plumaje de las aves. Eres infinitamente hermosa y yo tomo de tu mano mientras nuestros pies continúan rompiendo el curso de las aguas que corren claras hacia el mar.

Subimos hasta el último piso y nos sentamos a esperar. Conversamos acerca de nuestras historias y las horas se llenan de magia y de ganas que no avancen y que se detengan para siempre en ese momento.…
Mi nombre hace referencia a las piedras que arrastra el río. Son piedras porosas del color del cielo que los ancianos juntan para ofrendar a los dioses. El tuyo rememora las flores que crecen en el interior, cerca de los valles que hay detrás de las montañas.

Ya no entiendo el dialecto que hablábamos entonces, pero estamos sólo tú y yo, sin historias previas, como en el principio, compartiendo ese momento único e irrepetible. Esa tarde veríamos la puesta de sol, con el cielo anaranjado y rojo.
Y entramos a la sala 10 minutos antes. Una palomita de maíz juguetona que se resiste a ser comida se escapa de tus manos y huye por lugares que no debiera...pero la atrapas.

Me río contigo de la irreverencia de esa palomita y la película empieza….
Entonces, gritos, llantos y ruidos de armas de fuego. Tratamos de escondernos entre los arbustos, tratamos de que los orixas nos protegieran, los invocamos a todos, pero sólo sentí el duro golpe sobre mi cabeza y luego, mi cuerpo siendo arrastrado.
No supe de ti, pero me dije tantas veces que te habías convertido en una mariposa ese día, que hasta ahora así lo creo. Esa tarde, estoy seguro de que escapaste de los gritos y las cadenas...y aunque ya no te volví a ver, me despedí de ti mientras nos llevaban hacia el enorme animal de madera que flotaba sobre las aguas de la playa.

Y la película nos mantuvo juntos esa tarde, la mayor parte del tiempo en silencio, absorbiendo el drama de sus personajes. Hubiese querido tomarte de la mano esa tarde, como esa vez en el río, pero muchas vidas han transcurrido desde entonces y tal vez no lo hubieras entendido.

El gran animal de madera me tenía atrapado en su interior. Yemanyá trataba de impedir que avanzara más allá del horizonte y levantaba grandes olas que hacían crujir su estructura...pero nuestros dioses no podían contra los dioses de esos hombres blancos.

Cuando la película terminó caminamos un poco bajo un sol atardecido.
Te escuché cantar esa tarde mientras caminábamos por las calles de Santiago y por una extraña razón, tu presencia y tu canto me transportaron hacía un lugar lejano y difuso,a la orilla de un rio.

(Juan Cárcamo Romero)

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Precioso todo lo que leo en tus blogs.

Un beso.