martes, 26 de febrero de 2013 | By: Abril

Costuras térmicas


Llovía a cántaros, de eso sí que me acuerdo. No, a mares. Llovía a mares.

Tú quisiste que nos encontrásemos en el parque, y eso que llovía a mares. Ya por teléfono me di cuenta de que no tenía mucho margen para dar mi opinión. Así que te esperé en el parque, porque llegué antes que tú, como siempre. Me resguardé bajo un árbol frondoso, no me preguntes qué árbol era, porque ya sabes que yo no distingo un abeto de un abedul. Pero era frondoso, de eso sí que me acuerdo, y me mantuvo seco.

Tú llegaste chorreando, y sin mediar saludo te pusiste a hablar. No recuerdo bien qué me dijiste, pero estabas empapada, de eso sí que me acuerdo. Llevabas una camiseta blanca con un dibujo de una mariposa en tonos naranja, rosa y morado, un dibujo muy ligero, pero me fijé bien en él. La camiseta se te pegaba al cuerpo como si fuera una segunda piel, dejando ver, bueno, no ver, pero sí adivinar el piercing que llevabas en el ombligo. Era una mariposa también, se ve que en esa época te iban las mariposas.

Estabas empapada, y no dejabas de hablar. Hablabas muy seria, me mirabas fijamente y me acusabas de cosas, cosas que no recuerdo bien. Que no te dejaba espacio, o que no te prestaba atención, una de esas cosas. Yo no podía dejar de mirarte, me fijaba en tu pelo negro rizado pegado al cráneo, y en como una gota gruesa de agua bajaba en tirabuzón por un rizo que se pegaba a tu frente. Luego la gota seguía bajando, primero por el puente de la nariz, donde tenías otro piercing, este más pequeñito, pero creo que también era una mariposa. Después la gota seguía por la mejilla, y se unía con más gotas.

Ahí creo que se mezclaba con lágrimas. No puedo estar seguro, pero me parece que llorabas, o al menos así lo recuerdo. Me habría gustado lamerte la cara para probar el sabor de las gotas y distinguir así las gotas de lluvia de tus lágrimas, pero por tu conversación me pareció fuera de lugar. No puedo recordar exactamente qué estabas diciendo, pero sí que recuerdo que lamerte la cara me pareció inapropiado en ese momento, así que decidí no hacerlo. No puedo afirmar, entonces, si llorabas o no.

Sí que recuerdo que estabas calada, porque sólo llevabas vaqueros y una camiseta blanca con un dibujo de una mariposa. Me pareció totalmente inadecuado para un día como ese, que llovía a mares. Yo llevaba puesto mi chubasquero caro, el que me compré para mi viaje a Noruega cuando leí que en Noruega llovía mucho. Y era cierto, llovía mucho, pero yo casi no me mojé en Noruega porque me había comprado mi chubasquero. Tiene costuras térmicas, me dijo el de la tienda, por eso no se cala. Y además la tela es transpirable, así te mantiene seco por dentro. Yo ese día lo llevaba puesto, por eso iba seco por dentro, mientras que tú estabas empapada.

Recuerdo bien que una pequeña ráfaga de viento sopló en mi dirección, y me trajo un ligero olor a champú. A pesar del fuerte olor a tierra mojada, que cubría cualquier otro olor, sí que recuerdo que me llegó ligeramente ese aroma. Creo recordar que era el champú Jonhson?s para niños, el que tú usabas. Así que pensé que te habrías lavado el pelo antes de venir, lo que me pareció absurdo, porque llovía a mares.

Tú hablabas y hablabas, y yo me mantenía seco y en silencio. Me parecía lo apropiado, respetar tus palabras. Yo no las estaba escuchando realmente, pero las respetaba. En realidad, yo me fijaba en ti. Recuerdo que la camiseta blanca se te pegaba al cuerpo como una segunda piel, dejando notar el sujetador negro que llevabas. Sencillo, liso en la copa, con bordados en forma de puntilla en los tirantes, que formaban pequeñas hendiduras en tus hombros. Creo, pero no estoy seguro, que tenía un lacito o algo así, una mariposa, tal vez, en el centro, en la unión entre las dos copas. Sin embargo, me puedo estar confundiendo con la mariposa del piercing que llevabas en el ombligo, porque de eso sí que me acuerdo.

El tiempo hace que mezcle algunos recuerdos. Por ejemplo, no sé muy bien qué me estabas diciendo. Bueno, no recuerdo tus palabras, pero sí entendí que me estabas dejando. No puedo precisar bien por qué, si es que no te dejaba espacio o no te prestaba suficiente atención, pero sí puedo afirmar que estabas rompiendo conmigo. Esto es un hecho, sobre todo porque después de ese día en el parque, que recuerdo que llovía a mares, no nos vimos más.

Hoy me reprocho no haber escuchado mejor tus palabras, me habría gustado recordarlas. Hubiera sido importante saber qué me estabas diciendo, pero no puedo recordar exactamente cuáles fueron tus palabras. Sólo recuerdo que llovía a mares. Y que tú estabas empapada porque llevabas una camiseta blanca con un dibujo de una mariposa que se te pegaba al cuerpo como una segunda piel. En cambio yo llevaba el chubasquero que compré para ir a Noruega, que me mantenía seco por dentro. De eso sí que me acuerdo.

(Adrián Gualdoni)

Nota: Carta ganadora de la XII Edición del certamen de cartas de amor Antonio Villalba, organizado por la Escuela de Escritores.