Mis parpados se abren y mis pupilas se dilatan, no es la tenue luz que traspasa la ventana, es un brillo incandescente que se refleja en unos gigantescos y despistados ojos color miel, advierto, no es que sea una muchacha encantadora, solo es el brillo de sus ojos el que se ha robado mi mirada; ella, lleva una chaqueta gris con un gorro lanudo que contrasta perfectamente con el frío acogedor del páramo de Sonsón, pero su baja estatura hace que pase desapercibida por todo el recinto de clase.
Ella menea sus perfectas caderas buscando el lugar indicado para posarse y mientras se pasea por el recinto le observo con atención sin que ella note la desesperación de mis ojos.
Es inevitable no dejar de observar detalladamente cada una de sus acciones, puedo ver como escucha, como observa, como abre su mandíbula para arrojar de su bella boca delgada, versos y palabras que se pierden en el espacio, puedo ver como se abren y se cierran sus parpados en cámara lenta, puedo contar sus pestañas y hasta ver su respiración.
Sus cabellos castaños no muy largos cuelgan desordenados y es el momento de admitir que desordenó todo en mí.
Es sábado, el día número 203 del año 2017, para ser un poco más exactos 22 de julio; las horas pasan y sin quererlo el día gira alrededor de ella; sigo viéndola, una, dos, tres veces, es extraño, mis ojos no se cansan de mirarla.
Son las 7 P.m. y el día culmina sin dirigirnos una sola palabra. Me voy a casa, intento improvisar verdades, pensar en realidades y sin quererlo una imagen de aquella mujer se forma en mi mente, pienso inconsciente: creo que el asunto se está complicando, ¿en verdad busco a alguien que me complemente la existencia? Es quizás lo que busco. No sé si ese complemento se encuentre en el brillo de esos ojos, tal vez en su resplandeciente sonrisa o en sus cabellos desordenados, aunque no sé si estoy preparado para estas pendejadas del amor, creo que ella tiene ese complemento que llena mi existencia.
Considero que para comprender el amor primero debo conectar cuerpo y alma y corazón y mente, esto me hace recordar la teoría de Ferdinand de Saussure, donde define al signo como una entidad psíquica de dos caras, la imagen acústica y el concepto, dos elementos íntimamente ligados que se requieren mutuamente. Es así mismo como se comprende el amor, ligando cuerpo – alma y compenetrando emociones con realidades.
Siempre he sido consciente de que el amor es un elemento esencial en la composición de todo ser humano, pero nunca llegué a dimensionar la grandeza de esta palabra, una palabra llena de significados, sensaciones, emociones, una palabra tan grande que se resume en algo tan sencillo, ella.
Ella, que sin querer llegó iluminando ese día con sus ojos y su sonrisa, ella que sin querer llegó llenando el vacío con su energía, ella, que tenía que llegar justo ese día número 203 para complementar mi vida…
Oscar Hurtado López del Blog Escribir con el alma