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domingo, 15 de enero de 2017 | By: Abril

Conocerte



Hay demasiadas cosas que aún tengo que conocer de ti, detalles como por ejemplo si eres de los que miran con nostalgia por la ventana del autobús o si eres de esos que analizan a cada persona que entra. Si de vez en cuando juegas a mi rompecabezas de intentar averiguar cuales son las penas que acarrea cada cuerpo; de dónde vendrán, si ellos también están enamorados o si lo estarán algún día. Puede que incluso acaben prendados de tu sonrisa, pero esperemos que no, porque yo quiero ser la ocupa de tus labios por mucho tiempo.
Me gustaría saber si también caes en la tentación de tararear tu canción favorita cuando suena en la radio, o si algún día podría ser el motivo por el cual tengas dos pies derechos, y no puedas levantarte ninguna mañana con el izquierdo.
Hay tantas cosas que ahogan mi cabeza que, por un momento, quisiera escribirlas en una lista como quien escribe la lista de la compra. Pero sé que eso no es posible porque si algo he conocido de ti es que tienes una letra inteligible y que jamás te descubrirías tras tu máscara de corazón fuerte.
Pero algún día lo harás porque no se puede besar con los labios cubiertos, igual que no se puede querer a un corazón que esta a oscuras. Pero qué te voy a decir a ti, con la de damas que se han roto la falda por intentar rozar un mínimo de tu mejilla, qué te voy a decir si eres el caballero que aparece para convertir cada momento en fantasía y luego desapareces, tal y como dicta tu guión. Porque eres como un sueño, pero aún así siempre serás ese chico que se acomoda en la esquina del bar y que nunca tiene la copa vacía.
Quiero conocerte, saber de ti y que, una noche cualquiera vayamos al bar de siempre y se te olvide que solías pedir un tiro largo de Jack, porque estés tan ocupado intentando conocerme que todo se desvanece a tu alrededor.
De momento, voy a limitarme a sonreírte porque se te ve muy solo en esa esquina del bar. Quién sabe si cuando vayas a pedir la cuenta, la camarera con su falda tan corta te invita a otro trago más; o quién sabe si me acerco, te susurro todo esto y nos tomamos juntos la siguiente.
Porque hasta ahora sólo he jugado a intentar saber cómo eres, ahora es el turno de conocerte.

(Loreto Sesma)
 
viernes, 4 de marzo de 2016 | By: Abril

Te levantas un dia...


Te levantas un día.
Te das cuenta que es tarde.
Te vistes lo más rápido que puedes.
Pantalones, camiseta, zapatillas, maleta.
De la prisa, dejas el nudo de los cordones para después.
Abres la puerta, corres en dirección a la parada de bus.
Te detienes por la luz roja del semáforo junto con varias personas.
Mirando tu reloj olvidas que aún no has atado tus cordones.
Justo antes de volver a andar, sientes un tirón desde los pies, y caes vergonzosamente entre la acera y el asfalto, ligeramente lastimado.
Una señorita se acerca sonrojada y apenada pidiendo disculpas por no fijarse, e intenta ayudarte.
Al levantarte conversan un momento, y mientras intentas disimular el dolor ves pasar el bus que esperabas.
Viéndote renegar, la señorita pregunta por tu rumbo. Curiosamente esa mañana ambos coinciden en el destino, y debido al mal rato, ella te invita a compartir el taxi. En la ruta conversan de todo, se ríen de lo sucedido, intercambian experiencias, gustos, risas y teléfonos.
Al día siguiente te da una llamada, y al ver su nombre no puedes evitar sonreír.
La primera llamada dura más de 20 minutos, aunque ambos desearían que fuera más.
Así pasan los días, una, dos, tres semanas, y empiezan a salir como algo más que amigos. La primera salida, el concierto de su grupo favorito. Y a ti te encanta como si lo hubieras escuchado desde siempre, sólo porque con su música en el fondo ocurrió el primer beso.
Esa noche conoces sólo la puerta de su casa, además de una mirada vigilante desde la ventana que apenas te saluda con un gesto al intentar caerle bien.
Llegas a tu casa tarde, no cenas y vas a la cama a mirar el techo, recordando cada momento y cada canción que no entendiste pero que te llena en el fondo.
Pasan los días, pasan los viajes, las recargas telefónicas, las noches sin dormir, los trueques de sonrisas, pasa la vida en dos mitades.
Tras tantos besos, caricias, cosquillas y mordidas, deciden dar un hogar simplificado a los gastos del diario vivir. Firman un papel, dos amigos no les dejan mentir, un hombre les dice que son propiedad el uno del otro y se sienten los más felices del mundo.
Celebran como si la vida recién hubiera empezado bajo sus pies. Con un nuevo apellido en los documentos de ella y un nuevo título para ti. Señor y Señora de ustedes mismos.
Llega el día uno, luego de la luna de miel. Despiertas, ves a tu flamante esposa esperándote aún despeinada para darse el primer baño juntos. Sobreviven a la espuma y deciden subirse al mundo ahora con más peso.
Un par de llamadas alegres jugando a reconocerse y acaba el día. Llegan a casa, uno más tarde que el otro, y se acurrucan para ver pasar la vida desde el sofá.
Al primer bostezo de ella decides dejar la vida en pantalla plana sobre la mesa de centro, y la llevas en tus brazos a descansar sobre algodón.
Los días van variando ligeramente, desde un "Esta vez no" al baño juntos hasta un "no me esperes despierta, tengo mucho por hacer en el trabajo". Hasta que de pronto se descubren viendo los dos la vida desde el sofá, y un bostezo otra vez.
Despiertas, y ves a tu flamante esposa esperándote aún despeinada para darse el baño juntos Nº 4982. Nuevamente sobreviven a la espuma y van a subirse al mundo esta vez más contaminados por los días anteriores. Apenas una llamada durante el día, porque ya adivinan lo que pasa en la vida de la otra parte del contrato.
Llegan a casa, uno mucho más tarde que el otro, y se encuentran una viendo la vida y el otro leyéndola... pero ninguno viviéndola ya más. Empiezas a preguntarte quién de los dos cambió, o qué cambió, o si algo cambió en absoluto.
Ella, por su parte, más frágil e impredecible, ya sentía un cambio en su vida.
Ya no te espera en casa. Ya no está pendiente del teléfono. Ya la encuentras peinada y lista para salir al levantarte.
Empiezan las dudas, los reclamos, las discusiones y la división de lo tuyo y lo de ella, ya no se sienten uno, sino un estorbo. Ya no está el dar por el dar, y tampoco las cosquillas ni los conciertos.
Cada vez es más pesado el subir al mundo juntos. Cada vez sienten la puerta más estrecha, tanto para salir como para entrar. Cada vez las discusiones tienen menos sentido y mayor frecuencia.
Llega un día en el que tú decides esperar a tu flamante esposa despeinado para tomar un baño juntos, y ella te mira, y con lágrimas te dice que esto no funciona ya. No tienes idea de qué decir, miras por la ventana, y ves el mundo que sigue su curso inmutable mientras el de ustedes está muriendo.
Te alistas para el trabajo, la encuentras mirando todo en la casa pasando su mano por cada rincón como despidiéndose de todo ello, y sólo atinas a pedirle que te espere para salir juntos al mundo. Ella esperaba que por ese día ella fuera tu mundo, pero no lo entendiste.
La viste partir pero nunca más llegar. El teléfono ya no existe. El trabajo está ocupado por otra persona.. y la vida en el sofá se quedó en su canal favorito, el cual ahora ves todo el tiempo que puedes ya que ahora no tienes con quién discutir por cambiarlo.
Y repasas tu vida desde ese momento hacia atrás. Ves los días de trabajo, las veces que preferiste quedarte en el trabajo para no discutir con ella, pero nunca se lo dijiste y dejaste que ella llenara su mente y su tiempo con lo que mejor le parecía y sin ti.
Recordaste que trabajaste tanto pensando en lo que te faltaba y dejaste tantas otras cosas en falta. Recordaste cuántas veces ella te hizo comentarios sobre eventos artísticos, o simplemente sobre caminar.
Recordaste las veces que te dio sorpresas que tú dabas por sentadas porque parecían tan innecesarias al tener un contrato que "asegurara" su amor.
Recordaste que ella fue quien te preguntó temblorosa e insegura si querías unir tus días a los suyos.
Recordaste que, al volver del concierto donde ocurrió su primer beso, el hecho de que ella cerrara su puerta ante ti abrió un mundo de posibilidades en tu mente, que veías pasar en carnaval ante ti con los ojos abiertos.
Recordaste que antes de conocerla sólo vivías para que los demás te aprobaran y sintieras que pertenecías a algo más grande que tú.
Y sobre todo, detrás de todo lo que recordaste, volviste a escuchar lo que tu madre solía repetir una y otra vez: "Hijo, no olvides atar tus cordones antes de salir".

(Abel Mendoza Pino)

sábado, 1 de febrero de 2014 | By: Abril

Imaginario real


Imagen

La rueda mágica giraba  sin fin  por el espacio, hasta que un día, por su innata sabiduría se detuvo en una mirada gris, tenue casi apagada.

Esa mirada naciente de un alma cansada, estaba dejando de ser lo que algún día fue.

Tan solitario y gris era ese retrato de lo que ya estaba dejando de ser, que la rueda mágica detuvo su marcha en aquel instante infinito, pero esta vez para traerle luz, vida armonía vientos de cambio rediseñando el ser pleno de aquella mirada inmóvil.

Así te presentaste en mi vida, como un huracán de bellas melodías comenzando a hacer palpitar fuerte el corazón anestesiado, quien no titubeo  en consumir cada instante de esta nueva realidad.

Casi como  un cuento de hadas la varita mágica de la rueda comenzó a rociarme de sus incandescentes estrellas, y todo cambió para siempre.

Cambió el color del amanecer, el  aroma de cada instante, el gris  de las nubes y el presente  se transformo en una realidad soñada.

Así me enamoraste, hiciste despertar cada rincón de mi ser con tus dulces notas  de amor infinito, allí la palabra invencibles comenzó a cobrar valor y en un abrazo intenso de sentimientos puros, esa mirada gris tenue casi apagada, se transformó en un arcoíris de intensos colores.

Que alegría inmensa saber que aquella rueda mágica cuya misión es  no dejar de girar, se detuvo un instante para hacer resurgir una estela cansada que la seguía en su andar.

Un despertar tan intenso en donde el tiempo se vuelve solo un justificativo para poder creer que el brillo de tus ojos tu mirada tierna tu dulce compañía  tu luz incandescente principito,  no terminará con el sol naciente de  la  primer aurora.

La sabiduría de la rueda mágica, no soslayó el amor de aquellas dos almas que andaban vagando por el mundo, y pese a que se encontraban  agobiadas  con la mirada perdida ella sabía, que  conservaban miles de  estrellitas de colores aferradas a sus cuerpos etéreos, dispuestas a soltarlas en el instante mismo en que se encontraran con su otra mitad.

Ese encuentro fue mágico como la rueda, ella feliz de cumplir su misión en su  paseo diario por el espacio sideral y aquellas almas radiantes de haber vuelto a ser lo que un día fueron.

Pero la inmensidad de la rueda mágica, no se conforma con la intensidad del encuentro y el surgir de  colores intensos, sino que un día ella sabe que va a continuar tomando de la mano a nuevos seres, quizás nacientes de aquellas dos almas, para que la estela de colores siga brillando sin fin  y  que todo lo gris que encuentre a su paso se transforme en nuevos soles.

La rueda mágica sigue girando, ahora mismo lo está haciendo y en cada paso deja su aroma, sus destellos dorados de inmenso amor. El recorrido quien puede saberlo, de lo que si hay certeza es que  jamás dejara de girar ni de detenerse en todo lo disonante con su estela de luz.

A los nacientes enamorados la rueda mágica quiere decirles que ya llega el momento, sólo hay que esperar y confiar en su sabiduría eterna, un nuevo despertar tocará a su puerta cuando menos lo esperen y no podrán creer que aquello que pensaban  un sueño es una suave, bella y amorosa  realidad, sólo déjense envolver por  ese aroma a rosas tan sublime que los hará dudar de  estar despiertos. Pero les adelanto un secreto que me susurro un día la mágica rueda……. a ese particular sueño…. Lo llaman DULCE REALIDAD SOÑADA.


(Mara Vignola)
domingo, 15 de diciembre de 2013 | By: Abril

“¿En qué piensas?”

 
Hoy me animo a decirte lo que hace rato me vienes preguntando… “¿En qué piensas?”. Me lo dices cada vez que callo mientras cenamos, me lo dices cada vez que caigo en el silencio de mis pensamientos con la mirada fija en tus ojos, en tu rostro, en tus labios… me lo dices cada vez que te estoy pensando. Es que tienes un poder sobre mí que me hipnotiza con cada uno de tus movimientos. 
 
Hace poco que nos conocemos y la intensidad que tiene el avance de nuestra relación me sorprende. Tanto nos entendemos, tanto nos electrizamos con cada encuentro, que a veces tengo la sensación de que me cuesta hasta respirar. Me encanta, lo absorbo en cada detalle y lo disfruto pensando que quizás lo estoy soñando y que pronto puede terminar. Me invade una melancolía que intento no mostrarte, sólo quiero disfrutarte.
 
Cada vez que me lo preguntas me sonrojo, es que no puedo evitarlo. Generalmente me lo preguntas en el momento justo en el que me encuentro pensándote a ti, en tus modos, en tu perfecto rostro y esa mirada que me vuelve loca y me llena de emoción a la vez. Me da miedo pensar en lo rápido que va todo y a veces mi autoestima me juega malas pasadas: me cuesta creer lo conectados que estamos en esos momentos donde las miradas lo dicen todo.
 
Pienso en lo increíble de la situación en la que nos encontramos, en que no puedo sentirme más afortunada al encontrarme de pura casualidad con quien siento es el amor de mi vida y me corresponde, en nuestros miedos compartidos y nuestro pasado que nos atormenta a cada uno por su lado, pero que gracias a lo que tenemos juntos sentimos que podremos superarlo todo.
 
Pienso en lo bello que tenemos y que no podemos dejarlo pasar, pienso en tus ojos mirándome con fuego cuando me quieres hacer el amor y en tu boca pronunciando las palabras más dulces del mundo en ese momento justo. Pienso que lo nuestro no es azar sino destino. Pienso que me estoy enamorando…

sábado, 29 de junio de 2013 | By: Abril

De tus besos..


Háblame en un murmullo de tus besos, pero no digas de ellos demasiado, sólamente contame lo necesario, aquello que haga despertar en mí las ganas de conocerlos.

Decime, por ejemplo, si tus besos tienen un color especial, si tus besos de lunes son iguales a los del jueves y del viernes.

Contame si tus besos son de hielo o capaces de derretir al mismo sol.

Aprovecha el tiempo y decime si cuando besas, dejas tu alma en cada beso, y si en tus besos nocturnos te esmeras tanto como un artesano en sus obras.

¿Es cierto que podes besar piedras y transformarlas en pájaros? ¿Es verdad que el sabor de tus besos dura para todas las vidas?

Dicen que pintaste con tus besos los cielos de París, dicen que hasta lograste oscurecer las estrellas con uno solo de todos tus besos. No sé cuán grandes sean los cielos de París, ni si las estrellas brillan tanto, pero a mí me alcanza con que tus besos despejen algunas nubes de mi otoño y prendan las luces donde otros las han apagado.

Lo único que te pido es que no me digas que tus labios se mueren por tocar los míos, de esas historias ya no me fío.

Créeme que creeré en cualquier magia que digas que tus besos hagan; que puedo creer que tus besos alcanzarían para alimentarme el resto de mis días.

Si has llegado hasta aquí, sin conocer mi boca, podrías llegar más lejos aún, sin siquiera extrañarla. 

(Marcelo Rubio, "Marfunebrero")

Déjame...


Déjame recoger las lágrimas densas que esparciste por el campo. Yo puedo represarlas en un lago muerto y nadar en él la noche larga que encierro en mi cabeza, volvernos amarillos y salados, musitarnos en secreto muy despacio nuestro amor, casi ronroneado, casi enmudeciendo. Contigo, a nuestras anchas.

Déjame perderme en tu pasto y roer en tu basura los huesos ilegales exhumados a tu ánima maldita. Yo puedo ensamblarlos a los míos, fabricarme alas y volar para alcanzarte. Para nunca más volver

Déjame respirar el polvo que orbita cerca tuyo. Yo puedo reunirlo en un planeta y fundar universos nuevos y en ellos descuartizarnos en amores furibundos y atorrantes, compelernos a expulsar el óxigeno del cuerpo y petrificarnos sempiternos, levitando en el espacio abundante.

Déjame absorber de tus ojos tus colores y teñirme de tu sangre, contagiarme con tu rabia y acabarme

(Rojosangre)
sábado, 8 de junio de 2013 | By: Abril

Otro amanecer sin ti



 
Penitenciaria nacional de Picaleña
1er turno
Garita No 22 , muro externo, 5:36 am
Julio 24 de 1999

Ver como  empiezan a languidecer las últimas sombras de la noche en un parcial y absoluto desfallecer sin remedio de esta incesante penumbra, es algo que no logra colmar mi satisfacción….
Vivo otro amanecer sin ti, en el fracaso, al sentirme algo evocado en esta totalitaria inexistencia de no poder sentir tocarte. Y si estar envuelto en esta seca ilusión de no poder sentir un abrazo, al no hallar en la dimensión de mis pensamientos lo que me trasmiten tus desafiantes miradas, porque sólo creo que viviré eternamente condenado a vivir de una perenne y etérea frustración, de que en mi vida vacía y sin sentido, estas miradas jamás existan.
El estar desvalido, por no poder recordar en cada intento fallido la textura, el color, y el dulce perfume del lazo que envuelve tu cabello, porque este destino al parecer ha privado a mis ojos de verlo y  ha privado a mis manos de jamás, jamás tocarlo… El no poder extrañarte, sólo porque tal vez en este momento definitivo, asumo que otro amanecer sin ti, es tener la certeza  de que soy sólo para ti un ser anónimo  y desconocido, que a este implacable destino al parecer no le interesa ponerme en el cruce de tus miradas.
Otro amanecer sin ti, si es otro frío amanecer. Es este frío amanecer en el que nuevamente sin ti me encuentro de pie, en la soledad de esta inhabitada garita, y a través de esta gran ventana, observo  en un agudo, largo y completo silencio, la belleza de este fugaz amanecer, donde el imponente sol comienza a proveer el cielo de sus primeros rayos de luz de oro. Y en su mágico efecto produce extraños matices en el cielo que  los palcos de nubes en él, parecen  pinceladas y lo hacen arder como un rojo candente y deliberadamente vivo. Disfruto el resultado de este instante. Mi corazón y mis pensamientos me reclaman, lanzando un lamento de soledad sustentada por un gran anhelo que no se concreta precisamente en respuestas. Sigue transcurriendo  en lo lento y absoluto de esta basta monotonía, el pasar de este amanecer, sólo y sin ti. Mientras mis sentidos  disfrutan de este momento sin tu compañía, de este soñado amanecer, con tu ausencia, sólo pienso en que tal vez en estos cruciales momentos, tú te encuentres sumergida en el letargo de un frágil sueño. Puedo imaginarte en la metáfora de las fantasías que anhelo: quiero ser el eterno testigo y guardián en el despertar de tus amaneceres, para que así me puedas llenar tal vez de alguna falsa ilusión, sin importar lo lejos que estés de mí.
Mientras tanto, los días pasan sin mi consentimiento, sumidos en la imposibilidad  que me despedaza cada vez sin que te des cuenta de que pasa otro rotundo amanecer sin ti, sin que puedas ver mis inexistentes señales, porque ante ti  tal vez hay alguien distrayéndote en tu camino, gozando de lo elocuente de tus sonrisa, del dulce sabor de tus labios, de tu profunda mirada, o  de ser el dueño absoluto de tu corazón. Mi egoísmo dice reclamarlo como suyo; dice que por legitimo derecho: le corresponde, pero que en este abismo que nos separa a los dos, hay algo mucho más fuerte: este maldito destino  que al parecer está empecinado en demostrarme su negligencia, y que sin  objeción alguna, no hará nada para juntarnos.
Y mientras trasciende el tiempo,  me veré resignado a habitar en esta espera, y a pensar en ti  como la silueta de una vana ilusión que se desvanece, cada vez que asome el alba. La observo nuevamente, mientras mi esperanza se desvanece, fragmentándome toda el alma. Y siempre se  verá reflejada en mis ojos de color negros, oceánicos, y extintos, habitando en ellos, día tras día, otro de estos rotundos amaneceres sin ti.
(Marlon Jair Moya Perlaza)
lunes, 18 de marzo de 2013 | By: Abril

Nuestro primer encuentro


El destino se mostró bellísimo en tu sonrisa, y me invitó a un paseo inesperado en los andenes milagrosos de tu mirada.

Me quedé suspendida en los cientos de ¿por qué? que invadieron mis razones confusas, me quedé acariciando tus palabras con pensamientos ocultos mientras jugabas con tus manos deshojando caricias que deseaba para mí...

El tiempo se me fue volviendo cómplice, tu imagen se volvió la sombra blanca de los deseos que fueron anidando tu nombre en mis silencios, te fuiste convirtiendo en un instante de alegrías, fuiste tejiendo la magia entre suspiros, consumiendo las palabras que nacían como fuego sin arder en los oídos...

Te convertiste en un cofre de pequeñas sorpresas que hicieron renacer mi vida pintando la ilusión con alas de esperanza, borraste con tus ocurrencias la tristeza de mi rostro, implantaste en mi memoria el chip del olvido, dejando sepultada la causa de mí desaliento, en aquel instante simple y especial la quietud del alma se volvió torbellino incansable que hizo florecer la ternura que ya dormía sin tregua en mi cuerpo...

Nuestras risas se encontraron en un perfecto camino de historias compartidas, la luz de las miradas se unificaron eternas, aunque aquella magia duró solo unas horas. El universo dejó de girar, en aquel instante te volviste el eje de mi mundo, nada importaba, te volviste mi héroe de cuentos de hadas, me rescataste de la rutina para situarme como la princesa de la historia en una maravillosa burbuja de cristal... Fuiste mi héroe sin saberlo...

Me regalabas tu sonrisa más bella y quitaste de inmediato la mía tan triste. Caminamos un tiempo en sentido contrario, dejando nuestras almas entrelazadas, el adiós no fue definitivo, no, porque te quedaste con mi corazón y yo con el tuyo... En nuestra siguiente cita todo fue diferente y así sigue siendo, unidos, ojala que no acabe nunca.

Es maravilloso amar, si, "mi amor tardío" pero inmenso. Gracias por devolverme a una vida llena de sentimientos. Te amo.

(Marisi)
martes, 12 de marzo de 2013 | By: Abril

Querido Tú...


Querido mío. Querido, querido. Querido ¿qué? Querido Juan. Querido Fran. Querido, algo. No sé cómo empezar esta carta. Querido amor. Amor mío. Cariño. Qué horror. Detesto a la gente que dice cariño. Y tesoro ya no digamos. Querido tú. ¿Tú, quién? ¿Hola? Nada. Nadie.

No sé cómo empezar esta carta porque no sé a quién podría escribírsela. No tengo un amor. Ni siquiera del superficial. Del que no es amor y sólo sexo. Ése del que se habla a veces y que dicen que no sirve para nada. No. No lo tengo. Aunque digo yo que para algo sí sirve. Estoy segura. Para enredar y marear, sí sirve. Por lo menos. Y para empezar, también sirve.

A mí, si soy sincera, me serviría hasta el amor más inservible. Así por probar. Y para escribirle cartas de amor. Digo yo. No se puede morir una sin haber escrito nunca una carta de amor. O sea que empiezo, por si aparece de repente. Así no me pilla desprevenida.

Querido (así a secas y elimino el problema del principio, puesto que vale para quién tenga a bien aparecer), anoche me volviste loca con tus besos. Tu luna y mis gatos nos sonreían. Parecían saberlo todo.

No.

Otra.

Querido…¡Miguel! Eso, Miguel. Esta mañana te he visto en el pasillo de la facultad de Letras. Y no me he atrevido a saludarte. Quizá no te acuerdes de mí. Éramos compañeros de clase hace veinte años. He vuelto a empezar la carrera y creo que me tocas como profesor, así que he pensado que podríamos retomar ese beso que se quedó a medias. ¿Te acuerdas? Yo estoy soltera y vivo con unos cuantos gatos…

Uff.

Querido Nicasio: te quiero. Estoy aquí. No voy a decir una palabra más.

¿Y si lo dijera en verso?

Querido Nicasio, me gustas más que el potasio.

Perdón, perdón, perdón. Me callo.

La última: amor mío, amor de mi vida. No sé ni cómo te llamas pero no importa. Soy yo. Soy ella. Y estoy aquí, con mis gatos y mi música y mi ventana. Mientras te espero, me he vuelto a apuntar a la universidad. Por si tardas. Más tarde me dormiré, bajo tu luna. Te dejaré las llaves en la azalea de la derecha. Por si no llegas. Y en la cama alargaré el brazo para buscarte.

Como anoche no apareciste, esta mañana he salido abrazada a un libro. Por si no me encuentras. Por si no llegas. Por si te pierdes. Por si te olvidas. Estoy aquí. Por si acaso. En la parada del autobús. Un sitio muy romántico, creo.

Y de repente, te veo.-Hola. ¿Qué autobús? El dos, que va directo. Sí, claro, quito el libro. Te abrazo a ti. Mucho mejor. ¿Cómo? ¿Gatos? ¿Cuántos? Me gustan los gatos. ¿Lunas? Muchas también. Todas las noches. ¿Mario? Bonito nombre.

¿Yo?

Elena. Encantada.

(Ayanta Barilli)
miércoles, 20 de febrero de 2013 | By: Abril

Los pies fríos...

 
Hay tantas cosas que no pude contarte...

Nunca te dije que debajo de la sábana, escondí una nave espacial que te lleva a cualquier lugar, perfectamente armada con sueños contra las peores pesadillas. Para empezar el viaje sólo tienes que cubrirte completamente con el edredón y cerrar la escotilla superior con la almohada. Puede que al principio te cueste respirar y que el aire te parezca escaso, pero te acostumbras rápido. Cuando estés lista, cierra los ojos y cuenta 10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1 y 0. Entonces oirás un pequeño pitido, como el de un silbato para perros, y se encenderán millones de luces de colores.

Pulsando un botón, el redondo de color rojo, aparece una enorme escalinata. Y por allí, iluminada por un foco, desciende ella. Ella es una pera que baila con su bastón, su chistera y sus zapatos de charol negros. No hay nada mejor contra el miedo que ver su espectáculo.

Bajando hasta los pies de la cama, a mano derecha parpadea una ventana sin cristal. Al principio parece peligroso asomarse a ella, pero no temas. Al otro lado revolotean los amables pájaros tiburón, grandes águilas con dientes de leche y una aleta que asoma cuando atraviesan las nubes del cielo. Escúchalas con atención. Emiten un sonido parecido a los besos de mamá.

Después está el horno de tortillas de patata. Basta con olerlas para saber que están buenísimas y ya sabes, ¿quién quiere contar ovejas cuando se pueden oler tortillas de patata?

Creo que tampoco te hablé de los dados que siempre sacan seis, ni de las monedas que desaparecen si sale cara y que se multiplican si sale cruz. Me quedó tanto por explicarte...

Nuestro caballo Garrimancho hace mucho que no viene a visitarme. Me encantaría sentir su cabeza golpeando mi hombro como solía hacer para llamar la atención y daría una mano por volver a cabalgar contigo. Nunca te lo dije, pero me encantaba la canción que le susurrabas al oído para que corriera más y más. Agarrado a tu cintura era feliz.

Nuestras peleas por los caramelos de café, las carreras de barquitos de cáscara de nuez, los deseos que pedíamos a los angelitos que atrapábamos al vuelo, las promesas de que nunca nadie nos iba a separar... Te echo tanto de menos...

Sólo puedo decirte que lo siento, que crecí sin querer. Empecé a sospecharlo al mirarme al espejo una mañana y no verte tras de mí. Estuve prácticamente seguro al comprobar poco después que en la mesa del desayuno sólo había un bol. Y no me quedó ninguna duda cuando llegó el primer día de escuela y no estabas para acompañarme.

Te perdí sin darme cuenta. Como antes había perdido a Garrimancho. ¿Quién sabe? Quizás ahora estés cómodamente sentada en su lomo, acariciando con las manos su crin negra, o recostada en nuestro árbol secreto mientras él salpica hierba con su elegante trote.

Y yo aquí, sentado en el pupitre en mi primer día de clase, temiendo que no vuelvas jamás, temiendo que esta noche, cuando me sumerja bajo las sábanas, no encuentre más que un par de pies fríos de niño mayor.


(A Selene, mi amiga imaginaria.)
 
(Jaume Pons)