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lunes, 24 de octubre de 2022 | By: Magdala

Quiero estar soltera contigo

 


Quiero estar soltera contigo.

Quiero que vayas a tomarte una cerveza con tus amigos, para que al día siguiente tengas resaca y me pidas que vaya a verte porque te apetece tenerme entre tus brazos y que nos acurruquemos. Quiero que hablemos en la cama por la mañana de todo tipo de cosas, pero algunas veces por la tarde; quiero que cada uno haga lo que quiera durante el día.

Quiero que me hables sobre las noches que sales con tus amigos. Que me digas que había una chica en el bar que te ponía ojitos. Quiero que me mandes mensajes cuando estés borracho con tus amigos para que me digas chorradas, sólo para que puedas estar seguro de que yo también estoy pensando en ti.

Quiero que nos riamos mientras hacemos el amor. Que empecemos a reírnos porque estamos probando cosas nuevas y no tienen sentido. Quiero que estemos con nuestros amigos, para que me cojas de la mano y me lleves a otra habitación porque ya no puedes aguantarte más y tienes ganas de hacerme el amor ahí mismo. Quiero intentar permanecer en silencio porque hay gente y nos pueden oír.

Quiero comer contigo, que me hagas hablar sobre mí misma y que tú hables sobre ti. Quiero que discutamos sobre cuál es mejor, la costa norte o la costa sur, el barrio occidental o el oriental. Quiero imaginar el apartamento de nuestros sueños, aun sabiendo que probablemente nunca vivamos juntos. Quiero que me cuentes tus planes, esos que no tienen ni pies ni cabeza. Quiero sorprenderme diciendo: "Coge tu pasaporte, que nos vamos".

Quiero tener miedo contigo. Hacer cosas que no haría con nadie más, porque contigo me siento segura. Volver a casa muy borracha después de una buena noche con amigos. Para que me cojas la cara, me beses, me uses como tu cojín y me abraces muy fuerte por la noche.

Quiero que tengas tu vida, para que decidas irte de viaje unas semanas por puro capricho. Para que me dejes aquí, sola y aburrida, deseando que salte tu carita en Facebook diciéndome "hola".

No quiero que siempre me invites a tus juergas, y no quiero invitarte siempre a las mías. Así, al día siguiente puedo contarte cómo fue la noche y tú puedes contarme la tuya.

Quiero algo que sea simple y, a la vez, complicado. Algo que haga que, a menudo, me haga preguntas a mí misma, pero que, en el momento que esté contigo en la misma habitación, desaparezcan todas las dudas. Quiero que pienses que soy guapa, que estés orgulloso de decir que estamos juntos.

Quiero que me digas te quiero y, sobre todo, poder decírtelo yo a ti. Quiero que me dejes andar por delante de ti para que puedas ver cómo se mueve mi culo de lado a lado. Para que me dejes arañar las ventanas de mi coche en invierno porque mi culo se contonea y eso te hace sonreír.

Quiero hacer planes sin saber si al final los realizaremos. Estar en una relación clara. Quiero ser esa amiga con la que adoras quedar. Quiero que sigas teniendo el deseo de tontear con otras chicas pero que me busques a mí para terminar la noche juntos. Porque quiero ir contigo a casa.

Quiero ser esa a la que le haces el amor y después te quedas dormido. La que te deja en paz cuando estás trabajando y a la que le encanta cuando te pierdes en tu mundo de música. Quiero tener vida de soltera contigo. Porque nuestra vida de pareja sería igual que nuestras vidas de solteros de ahora, pero juntos.

Un día, te encontraré.

(Isabelle Tessier)

martes, 6 de septiembre de 2022 | By: Magdala

Día número 203



Mis parpados se abren y mis pupilas se dilatan, no es la tenue luz que traspasa la ventana, es un brillo incandescente que se refleja en unos gigantescos y despistados ojos color miel, advierto, no es que sea una muchacha encantadora, solo es el brillo de sus ojos el que se ha robado mi mirada; ella, lleva una chaqueta gris con un gorro lanudo que contrasta perfectamente con el frío acogedor del páramo de Sonsón, pero su baja estatura hace que pase desapercibida por todo el recinto de clase.

Ella menea sus perfectas caderas buscando el lugar indicado para posarse y mientras se pasea por el recinto le observo con atención sin que ella note la desesperación de mis ojos.

Es inevitable no dejar de observar detalladamente cada una de sus acciones, puedo ver como escucha, como observa, como abre su mandíbula para arrojar de su bella boca delgada, versos y palabras que se pierden en el espacio, puedo ver como se abren y se cierran sus parpados en cámara lenta, puedo contar sus pestañas y hasta ver su respiración.

Sus cabellos castaños no muy largos cuelgan desordenados y es el momento de admitir que desordenó todo en mí.

Es sábado, el día número 203 del año 2017, para ser un poco más exactos 22 de julio; las horas pasan y sin quererlo el día gira alrededor de ella; sigo viéndola, una, dos, tres veces, es extraño, mis ojos no se cansan de mirarla.

Son las 7 P.m. y el día culmina sin dirigirnos una sola palabra. Me voy a casa, intento improvisar verdades, pensar en realidades y sin quererlo una imagen de aquella mujer se forma en mi mente, pienso inconsciente: creo que el asunto se está complicando, ¿en verdad busco a alguien que me complemente la existencia? Es quizás lo que busco. No sé si ese complemento se encuentre en el brillo de esos ojos, tal vez en su resplandeciente sonrisa o en sus cabellos desordenados, aunque no sé si estoy preparado para estas pendejadas del amor, creo que ella tiene ese complemento que llena mi existencia.

Considero que para comprender el amor primero debo conectar cuerpo y alma y corazón y mente, esto me hace recordar la teoría de Ferdinand de Saussure, donde define al signo como una entidad psíquica de dos caras, la imagen acústica y el concepto, dos elementos íntimamente ligados que se requieren mutuamente. Es así mismo como se comprende el amor, ligando cuerpo – alma y compenetrando emociones con realidades.

Siempre he sido consciente de que el amor es un elemento esencial en la composición de todo ser humano, pero nunca llegué a dimensionar la grandeza de esta palabra, una palabra llena de significados, sensaciones, emociones, una palabra tan grande que se resume en algo tan sencillo, ella.

Ella, que sin querer llegó iluminando ese día con sus ojos y su sonrisa, ella que sin querer llegó llenando el vacío con su energía, ella, que tenía que llegar justo ese día número 203 para complementar mi vida…

Oscar Hurtado López del Blog Escribir con el alma 

:)
domingo, 8 de marzo de 2020 | By: Magdala

Amor por las rutinas


Hemos caído en la rutina, amor.
Llevamos días despertándonos sin los buenos días. Sin soles que se cuelen entre sonrisas y nos hagan brillar en la oscuridad.
Las buenas noches se han mudado a otra ciudad y nos dormimos pensando en si la noche estará mejor sin nosotros.
Ya no nos echamos de menos; ya no pronunciamos un y yo a tiMás.
Ocultamos respuestas por no herir a las preguntas, y no sabes el daño que nos hacemos así.
Hemos dejado de hacernos heridas para dejar la huella de las cicatrices. Que quedan bonitas, dices.
Ya no cruzamos límites peligrosos ni el corazón nos va a 200 km/h. Y qué aburrido esto de viajar sin estrellarnos. Juntos, digo.
Nos preocupamos de si el cielo llora hoy en vez de si ha llovido en nuestros ojos.
Ya no nos escuchamos, sólo oímos y a saber cuántos silencios nos hemos tragado ya.
Lo del orgullo creo que lo llevamos bastante bien, sólo nos hemos tragado nueve desde ayer.
Las fotos han pasado a ser sustituidas por recuerdos. Que se borran, que se escapan y vuelan. Lejos, creo.

Y que si probamos a querernos, digo, por esto de salir de la rutina.


(Del blog: Mírame cuando no te hablo)
lunes, 4 de noviembre de 2019 | By: Abril

Es lo que hay...

La vida es eso que nos va sucediendo mientras nos empeñamos en hacer otros planes” John Lennon

¿Sabes? Hoy, en cierto modo, esperaba tu mensaje, pero no llegó. Y duele, aunque poco. Me has acostumbrado a ese “…esto es lo que hay”, y lo asumo con absoluta resignación, como quien espera en la cola con la cartilla de racionamiento en época de guerra y justo cuando le va a tocar, se acaba la comida. Ese, “otra vez será” me lo repito como un mantra, que me sirve de ungüento para las heridas que tu silencio me provoca a la altura del estómago. Y la guerra fría vuelve a mis rutinas y me muevo por inercia, contigo siempre pero lejos de ti.

Raya el acoso lo que hago el resto del día mirando tu perfil en el WhatsApp. Tú, ajeno a todo esto, continúas con tu vida, echando atrás días en el calendario y retrasando ese café eterno que nunca llega. Me desespero. Escribo. De ti y de mí. De lo que fuimos. De lo que pudo ser, pero no… Te pienso y te odio a ratos.

Te imagino a solas en tu trabajo, o atendiendo a alguien hasta las tantas, o tocando algunos acordes en tu guitarra, o fumando y escuchando a John Coltrane o a Charlie Parker con un whisky con hielo sobre la mesa del jardín. Cuando el resto de la casa duerme tú sueñas despierto. Haces recuento del tiempo que has invertido en ser otra persona distinta a la que pretendías… Y el balance hace que te pongas triste y añores ese garito de jazz que querías montar en un país extranjero que elegirías apuntando sin mirar en un mapa justo antes de tomar el avión… No tendrías una pareja fija, sino una cada día. Mujeres sin nombre, solo sexo, puro placer efímero y poco más. Sin compromisos, sin rutinas, sin dolor…

En cierto modo, te comprendo. Tú añoras lo que no tienes. Persigues un sueño cada vez más lejano y te resignas a vivir acorde con las decisiones que tomaste en el pasado. Como yo. No somos tan diferentes. Y en el deseo apareció el castigo.

Tal vez ninguno de los dos tuvimos elección. Y aun así, ¿sabes qué…? Pese al dolor: volvería a elegirte.

(N.R.H.)
viernes, 1 de noviembre de 2019 | By: Abril

Sumisión

(…)Suena de fondo “Earned it” de Weekend
…On that lonely night (lonely night)
We said it wouldn't be love
But we felt the rush
It made us believe it was only us (it was only us)
Convinced we were broken inside (yeah)
Inside (yeah)…

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Sin prisas y a destiempo hoy me has hecho una señal. Yo recojo el guante y te escucho. A veces desearía ser sorda, pero con una sordera selectiva exclusivamente para ti. No quiero escuchar de nuevo tus cantos de sirena. Me pierdo en los recuerdos y parece que no me has hecho tanto daño. Tengo el don de olvidar mi hastío y mis fracasos contigo, en el intento de devolverte a mi vida.

Tú eres justamente como yo quería. Encajas en ese perfil de tipo educado, elegante, con la ambición justa para salir de la mediocridad sin parecer un snob. Eres de esos que conquistan porque adoptan un papel protector, y yo me siento sumisa, a ratos.

Soy de la antigua escuela, ¿y qué? A estas alturas, sin sorpresas y consciente de lo que deseo, no voy a cambiar. Ni quiero, que conste. Así, como suena, sin pedir perdón a nadie. Soy lo que soy: tuya. Una mística Anastasia de mirada ingenua y pícara, para el Grey equivocado.

Nunca te he pedido nada. Nunca he querido irrumpir en una vida que no era la mía. Y así me ha ido: mal, muy mal, porque este contigo pero sin ti, me mata cada día. Y es tanto lo que siento, que me parece mentira seguir en este callejón sin salida viviendo de las migajas que me ofreces de tu tiempo.

Esta vida inconsistente. Este ser pero no. Este estar, pero tampoco… Eres cruel. Y tal vez eso sea lo que más me atrae de ti: la pasión desbocada que se respira en cada encuentro, que siempre amenaza con ser el último, que me golpea como un látigo, aunque algo vuelve a hacer que no lo sea… Ese empezar desde cero y vivir en bucle. Este juego estúpido, pero necesario, que mantiene viva nuestra no-relación.

Una palabra tuya, bastará para sanarme, porque tú decides mis desastres, tú desatas mis sirocos y en ti descansa el mismo veneno que me da la vida…

¡Qué poder tienes sobre mí, maldita sea!

(N.R.H)
martes, 29 de octubre de 2019 | By: Abril

Café para dos



Lo intento, pero no me sale. Te odio a ratos, porque vuelves a hacerme lo mismo. Me paso media vida esperando tu señal. Me prometes una y otra vez que me llamarás para hacer mil cosas. Pero no. Nunca lo haces. Llega el día “D”, se va y estamos en las mismas. Tú sigues con tu vida, y yo bloqueando mi agenda el día entero para ti, sin recibir nada. La historia se repite. Ni una disculpa, ni un mensaje, ni una llamada… no… te limitas a aparecer otro día cualquiera, solo si yo te he hecho antes una señal y haces como si no pasara nada.

Te odio. Hoy es uno de esos días. El segundo de esta semana, que empezó ayer. A veces pienso que es una venganza porque te dejé en su momento. Otras que demuestras inseguridad y es tu forma de hacerme ver que te humillé y tratas de hacerme creer que estás por encima de mí y de mi estatus de niña-bien, malcriada… Tú, con tu orgullo de clase obrera que empezaste a trabajar por necesidad y no por vocación; que levantaste a tu familia cuando aún eras un niño. Tú, que no pudiste estudiar aunque servías para ello, y ahora que puedes, desprecias hacerlo porque la vida no te dio la oportunidad en su día y ahora crees que sabes más por viejo que por diablo...

Qué tristeza que pagues todas tus deudas conmigo, que nunca te he hecho nada malo. Que lo peor –y lo mejor- que me ha ocurrido es haberme enamorado como una idiota de ti. Que vuelvo a removerme desde mis cenizas para hacerte ver que estoy de tu parte, que no somos enemigos íntimos, sino todo lo contrario. Que sé que me necesitas, porque soy la única que te escucha cuando llueve por lo que has perdido en el camino. Tu orgullo de proletario aburguesado, tu ambición insaciable, tu rol de padre coraje, tu esnobismo improvisado, los traumas que arrastras y en los que te refugias para tratarme mal, que no es maltrato, sino desidia…que no comprendo, que no comparto, que me obligan a odiarte.

Esta tensa calma me mata lentamente. Pasa otro día de otoño y así llevo unos cuantos esperando a que me invites a ese café prometido, que nunca llega…

(N.R.H)
sábado, 26 de octubre de 2019 | By: Abril

Todos los días de mi vida



Paige: -Prometo ayudarte a amar la vida, abrazarte siempre con ternura y tener la paciencia que el amor exige, hablar cuando hagan falta palabras y compartir el silencio cuando no, consentir, disentir respecto al pastel de terciopelo rojo, vivir al abrigo de tu corazón y llamarlo siempre hogar.

Leo: -Prometo amarte locamente en todas las facetas de tu vida ahora y siempre, prometo no olvidar jamás que este es un amor único en la vida y saber siempre en lo más profundo de mi alma que no importa que desafíos puedan separarnos siempre hallaremos la forma de volver a unirnos.
(De la película "Todos los días de mi vida")


Quisiera escribirte una carta cada día, mientras estemos juntos. Porque sí, porque te lo mereces. Me haces feliz, que no es poco y me toleras los desequilibrios cotidianos. Aguantas mis mareas con la paciencia de un santo y cuando llego a casa triste, desolada, enojada o quejumbrosa tu media sonrisa aleja mis demonios y me recuerda que en nuestro pequeño universo paralelo, los desastres se quedan fuera.

No sé si te he dicho que eres lo mejor que me ha pasado en estos últimos años. Eres guapo, atento, culto, elegante, respetuoso, honesto, humilde y leal. Justo como había deseado en esas tardes de domingo en que llovía y pensaba en ti, sin conocerte aún. 

Tú me has hecho mejor y dices que yo te he hecho amar la vida y sus pequeños detalles. A la vida hemos llegado juntos, aun naciendo en diferentes momentos y lugares tan distantes. Estábamos predestinados a crear este refugio sin grietas, este hueco en el mundo donde somos dos que ocupan el lugar de uno.

Gracias por ser y por estar. Por imaginarme contigo para siempre. Y no importa si ese para siempre es de por vida o para un rato, porque cualquier tiempo a tu lado, por breve que sea, será siempre un regalo.

(N.R.H)

domingo, 13 de octubre de 2019 | By: Abril

No somos nada


No sé qué quiero decirte. En realidad…nada. Me basta con volver a compartir contigo una sobremesa: un poco de arroz, sin hambre por tener el corazón en el estómago, un café... Uno más y luego la nada. Tú a tu vida y yo a la mía sin una despedida que nos merezca la pena…

Sé que te morirás de ganas por volver a besarme, pero no lo harás. Sé que si no te mueres tú, sí que lo haré yo. Siempre contenida; siempre respetuosa y pendiente de no caer en la tentación de volverte a repetir lo que ya sabes: que vivir sin ti es posible, pero amargo; que nunca te voy a olvidar, si no lo he hecho ya, después de tres años; que nunca es tarde si la gente importa, si el olvido no cubre de cenizas un sentimiento que es tan fuerte… que puedo olvidar pero no quiero. Que no me importa lo que tardes en volver  a mí, porque no tengo nada mejor que hacer que esperarte.

No bajo la guardia contigo, sino que cada vez mis intentos son más evidentes.Y te pienso, y te veo y te echo de menos aun cuando estás a mi lado contándome tus rutinas. 

Yo no soy capaz de sacarte de mi caja de historias pendientes. Y te pido como único deseo cada vez que soplo velas. Pero pasa el tiempo y tú no estás. O estás pero no, porque no puedo tocarte. Rehuyes mis palabras, cambias de tema y sigues haciendo como si no fuera contigo la cosa; como si nunca hubiésemos estado ahí, en esos momentos donde los dos fuimos uno…y ahora no somos nada. 

(N.H.R.)
jueves, 3 de octubre de 2019 | By: Abril

Lo que el viento se llevó...



Estos días he vuelto a hablar contigo. Reconozco que fue un asalto lo del martes. Presentarme en tu trabajo junto con dos amigos, con la excusa de que pasaba por allí, era innecesario. Más bien patético a dos días visto aunque dicen que en el amor y en la guerra todo vale. No sé si es amor lo que me une a ti, pero una guerra seguro. La guerra porque no pasa un día en mi cabeza que no te piense, que no quiera volver contigo, a pesar de las infinitas veces que me he oído despedirme de ti “definitivamente” a lo largo de estos años.  Mira que lo tengo ensayado, al estilo de “Lo que el viento se llevó” pero con los papeles invertidos… Tú te verías sinceramente ridículo, desde luego, al final de una larga escalera vestido como Escarlata O´hara rogándome que no me fuera; pero yo sería un respetable Rhett Butler con bigote en hilera de hormigas sobre el labio superior diciéndote aquello de “Francamente querida, eso me importa un bledo”.

Aún así, el martes te noté nervioso. Me hiciste incluso en tu discurso un par de guiños con dos comentarios que solo yo podía entender. Y me encantó, porque quiero pensar que una parte de ti aún está enamorada de esa parte de mí que rompió tus esquemas y volvió todo tu mundo del revés.

Te pido un favor, puede que ya no seamos aquello que una vez fuimos y no le contamos a nadie, pero no me llames amiga, porque esa palabra en tus labios suena triste y se ve traída con calzador, además de que me hace daño, porque sé que no me sientes como una amiga, y porque siempre serás más que eso para mí.

Después de mi enésima irrupción en tus rutinas, he recibido un baño de realidad y todo ha vuelto a ser como antes: tú finges que me has olvidado y yo busco excusas para restablecer el contacto contigo, con la esperanza de que al sumarse un tú y un yo salga de nuevo un nosotros.

Sinceramente, ni por asomo creo que quieras volver atrás, hasta aquel tiempo en que olvidábamos la vida juntos por unas horas. Para qué negarlo: soy la mitad de ese cuento que se quedó sin guiso de perdices y aún pretende salvar algo de la quema.

Los dos sabemos que no estoy bien sin ti y empiezo a pensar que ya casi rozo el acoso contigo. Tú no tienes la culpa de cómo te echo de menos y nada va a cambiar eso, porque no puedo evitarlo.     


(N.R.H.)
jueves, 8 de marzo de 2018 | By: Abril

Montaña rusa

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Qué bajòn! Apareces de nuevo de la nada… y me dices, me cuentas, me atiendes, me enciendes, me oyes, me escuchas, me entiendes y …desconectas con un “Ciao! Nos vemos, si eso…”
Te odio, te miro, te siento, te aliento, te quiero, te extraño, te borro, te salvo, te ignoro, te leo, te tomo, te muerdo… me engancho, me pierdo…
Te pienso,  te escribo, te odio y te quiero a ratos… me mandas un beso.  Pa´mí y pa´los gatos.
Me muero, me quejo, me alejo, me enfado… contigo, conmigo y con este año.  
Y te añoro, te extraño, te incito, te guiño, te adoro, te araño, te llamo, te amo…te quiero, te quiero, te quiero… te extraño.

(N.R.H.)

jueves, 15 de febrero de 2018 | By: Abril

Sincericidio en el café de los viernes


Te quiero y me empeño en pensar que no. Y duele. Duele y mucho. No hay día que no me levante con la sensación de que vamos a volver a compartir un café de sobremesa. Y ahí está tu recuerdo. Y el café. Pero no hay dos compartiendo nada como en la foto de mi estudio, con París al fondo y la lluvia al otro lado del cristal. No. Hay un café, pero yo estoy sola clavando los ojos en la cucharilla que dibuja círculos concéntricos, los mismos círculos que dan vueltas en mi memoria intentando devolver al presente recuerdos que tengo cada vez más difusos, de otro tiempo, de otra vida que  viví a tu lado…

Hace más de un año que nos encontramos por última vez. En el mismo sitio: un pub trasnochado de luces tenues que se aliaban con nuestras debilidades para avivar el fuego que se encendía cualquier día menos los viernes y los domingos. Los domingos nunca existí. Los viernes me los negaste, por capricho y porque en cierta forma pretendías domesticarme. Los domingos me daban lo mismo. Renuncié a ti y a ellos desde el primer beso. Pero los viernes… nunca te perdoné los viernes donde yo era tu plan B. Qué crueldad negarle a alguien los viernes. El resto de la semana competía con tus prioridades. No me acostumbré nunca a ello, pero sacar el tema desencadenaba una nueva tormenta perfecta entre nosotros, por eso intentaba esquivar mi indignación. Pero aquello hacía que me doliera más y me devoraba hasta que vomitaba todo lo que sentía cada vez que me borrabas los viernes de tu agenda.

Soy demasiado clara. No me van los comentarios a medias, así que cuando ya veía todo perdido me tiraba de cabeza al ruedo a pecho descubierto. Este sincericidio va a matarme cualquier día… el caso es que te lanzaba las verdades a la cara, aun sabiendo que cada lanzamiento te alejaba diez centímetros de mí. Aquello nos fue distanciando tanto que surgió aquel monólogo que empezaba por… “no sé qué hago aqui”,  continuaba con “no tiene sentido que nos sigamos viendo” y finalizaba con “ya no sé qué creer… has cambiado tanto” y volvía en bucle al principio “no sé qué hago aquí”.

Si supiera que cambiando algo iba a borrar el final de esta historia, te volvería a regalar los domingos enteros y los viernes a medias, y lo pensaría dos veces antes de comenzar mi monólogo en bucle y te odiaría en silencio y pensaría que no eras tan nocivo para mi salud mental como lo eres… pero la vida no usa borradores, las cosas se escriben una sola vez y la tinta es indeleble. Por eso me quedo aquí a solas con mi café compartido contigo, removiendo con la cucharilla en círculos concéntricos la nostalgia de un viernes imaginario.

(N.R.H.)
domingo, 4 de febrero de 2018 | By: Abril

Hoy vuelvo a escribirte una carta de amor.

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Hoy vuelvo a escribirte una carta de amor. Y no creas que todo este tiempo te me has olvidado, no. Al contrario: no hay día que no te dedique un pensamiento. Me sigues robando momentos y sigues aquí, a mi lado… No, no puedo echarte más ni mejor de menos.

Espero que en tu amnesia lejana, te acuerdes de mí y suspires por todo aquello que fuimos. No tires al fuego lo que sentiste y lo que me hiciste sentir. Eso fue puro y sincero. Sé que lo fue. Lo vi en tus ojos y en tu sonrisa. Esas caricias con la mirada no se pueden improvisar. No hay forma de falsificar una emoción que sale de dentro del corazón. Y aquí estoy en mi frío invierno, en  mi lluvia cercana a tu pensamiento. Hoy lluevo a mares por tí, hoy te echo mucho de menos.

Y sé que no volverás aunque la última vez que hablamos quedó tu invitación a café en el aire. Qué bien huele el café recién hecho, aunque sólo sea un espejismo en medio de otra ilusión rota contigo.

Me sigues dando la nada en medio de la esperanza de volver a verte. Y dueles, cómo dueles aún… pero no puedo hacer nada. Hace tiempo me quedé sin argumentos para hacerte un guiño que te devuelva por un instante a mi vida. Un solo instante con el que sobrevivir hasta la próxima estación, la próxima bofetada sin mano y la próxima decepción por dibujar castillos en el aire.  

No puedo arrancarte de mí como quisiera y me duele mi vida porque no estás tú en ella…


(N.R.H)
martes, 9 de enero de 2018 | By: Abril

Equivocados

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Se me escapó ese: “Sí, quiero”. Al verte de nuevo. Y joder, que mis adentros parecían querer estallar a la vez que mi garganta estaba seca como el desierto de nuestras intenciones, por no decir “Colorado” porque siempre fuimos de grises.

Nunca imaginé que sentiría el olor de tu piel otra vez entre las sábanas de mis sentimientos y es que los dos nos largamos cerrando la puerta, sin dejar una sola ventana por la que colarse.

Fuimos tan mediocres en nuestra huída, que nos dejamos la mitad del alma en la casa del otro, pero eso sí:

-Mis cosas me las llevo yo -aunque solo sea para hacerte daño-.

Y después de unos segundos donde a la muerte le dio un ataque al corazón, tragué saliva y volví a respirar.

Era el mundo real y tú te estabas vistiendo aún sin ser las doce de la noche, para marcharte en tu carroza mágica sin dejarte más zapatos de cristal por el camino.

Me mirabas, como un gato asustado y a mí solo me apetecía abrazarte, pero tu silencio era el infierno a todas las dudas que había tenido.

Y ahora estaba pasando condena, recitando en voz alta tu número de lunares, deseando que volvieras a colarte por los barrotes del orgullo para jugar al escondite con la indiferencia y despedirnos del amargo sabor a despedida, que manchó nuestro cuento de hadas a medio terminar.

Y nada, decirte que: Sí, quiero. Y que todavía me queda tinta para una trilogía.

 (Memorias de un Joven Escritor)

Querido tú

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Querido tú, que estarás leyendo esto,

Esta no es una reflexión cualquiera, ni una página en blanco cubierta de tinta que luego esté dispuesta a borrar. Se trata de, tal vez, una de las mayores puestas en escena que haya interpretado o, si prefieres llamarlo así, la melodía de mi sinceridad hecha canción.
Te eché de menos, sí, una parte de mi invierno siempre lo hizo, como el otoño le enseñó a hacerlo y como evito que toda secuencia de mi primavera lo aprenda a hacer en un futuro. Y a decir verdad, aunque no me haya topado con estación que no lo haga, sé que es mi propio temporal el que enseñará al resto los pasos a seguir por más que éstos se prolonguen demasiado, y puede que sea éste el motivo por el que desde entonces le tengo un poco más de tirria a las agujas y a su tiempo, porque se alejó contigo la magia de su pasión por volar. Pero ya no, ya vuelvo a sentir que continúan creciendo mis alas.
Mis amigos ya no me preguntan por ti y a mí ya no me cuesta reconocer que mi piel llevó durante un buen tiempo tu nombre, que en la geografía de mis párpados pesaste lo suficiente como para no dejarme dormir muchas más noches de las que yo quise.
Fuimos un pedazo de guerra sumergido en paz, el coraje y la ternura amando al mismo tiempo, coincidiendo en aquel párrafo donde nos regalaban todas las páginas que quisiéramos llenar. Y lo hicimos, escribimos las que nos pertenecían, pintando con vida nuestros cuerpos como si de exprimir a un corazón se tratara. Y, aunque ya no sea éste el caso, ambos formaremos parte de la historia del otro, y yo siempre me quedaré con eso.
Tan sólo decirte que espero que las estaciones de las que fuimos protagonistas juntos cuenten las sonrisas que nos dimos, que con el tiempo olvides el frío que cuando te falté sentiste y que ese escalofrío ya no me erice a mí la piel, que no te arrepientas de haber venido a buscarme y que nunca duela cuando pienses en mi nombre y en el tiempo que le fuiste fiel; y viceversa.
Que siempre andemos felices, aunque sea en distintos caminos y al lado de otros pies.

(Melanie De La Peña López)

Te quiero en forma de adiós

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Decirte que te vayas es un atentado suicida y, al mismo tiempo, una forma corta y concreta de definir el verbo querer.
Quizás pienses que mis pasos se alejan de tus pisadas por miedo a enfrentarme al abismo que hay entre tus párpados y los míos, pero ten la pequeña certeza de que si fuese por ese motivo me tiraría al vacío una y otra vez cuál kamikaze, con los ojos abiertos para disfrutar del paisaje.
Lo cierto es que no me asusta cómo sea el huracán si su ojo coincide con los tuyos, pero, aunque me sobren motivos por los que estar aquí, bajar la guardia y permitirme ser feliz junto a ti, solo existe una razón para huir lejos aun sabiendo que ya nunca volverás y nunca más seré feliz, y aun así esa única razón pesa tanto que me tengo que ir.
Tú no lo entiendes y a decir verdad yo tampoco quiero entenderlo, pero en el fondo, alguna parte de mí, sabe con total certeza que solo soy la mecha de una bomba que te hará mil pedazos en algún momento así porque sí, sin yo poder controlarlo. Así que no me pidas que vuelva que ya es demasiado difícil correr sin girarme incontables veces para intentar apaciguar ese glaciar derretido en tus ojos y no salir al encuentro de tus labios.
Espero que algún día sonrías al escuchar mi nombre y seas capaz de entender que esto nunca fue fácil para ninguno de los dos, tú viste desaparecer a aquel quién querías y yo di la espalda a la persona con la que quería pasar el resto de mis días.
Nunca me fui del todo, siempre estuve a la vuelta de la esquina, te he visto pasar con alguno otro más, pero conozco tu mirada. Ninguno de ellos veía en tu mirada la brecha para tratar de curarla a tu lado sin amenazar con huir antes de que se desbordase. Nadie supo entender que existen palabras llenas de silencios y silencios llenos de palabras, pero que por más que sellen tu boca, tu mirada cuenta cada una de tus historias.
Es difícil comprender tanto a alguien y quererla sabiendo que para mantenerla a salvo tienes que evitar tocar la yema de sus dedos, porque existen personas a las que echas de menos hasta cuando cierras los ojos aun sabiendo que al abrirlos ahí van a estar y yo quería ser esa persona para ti, porque es bonito construir un imperio y que cuando esa persona decida tocarte que se tambalee, pero nunca se destruya. A mi vida le sobran motivos para ser feliz pero todos se reducen a ti.
Dinamita, eso es lo que soy, así que siento tambalearme, pero prefiero ser añicos que me construyas y derrumbarte a ti.

(Estela Martínez)
sábado, 4 de noviembre de 2017 | By: Abril

La mujer invisible

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Hola
Contigo nunca he dejado de intentar lo imposible, a sabiendas de creer que era del todo improbable volver a tener aquello que fuimos. Entre aquel tú y este yo hay un inmenso abismo. Yo te he llorado como si hubieses muerto y en cambio tú me has olvidado como si nunca hubiera existido.
Y aunque lo sé vuelvo a caer en la inercia de llamarte. Y a la desesperada te hago una señal para llamar tu atención una vez más. Se me están acabando las ideas para crear escenarios pretendidamente casuales en los que encontrarme contigo. Tú me rehúyes y yo te persigo incesantemente. Pero ni tú eres la misma persona que quise tanto ni yo soy la chica que dejaste un día de octubre. Llovía aquella tarde sobre nuestras cabezas y sobre mi alma. Sentía que el agua mojaba mi pelo pero no quería moverme de tu lado. Y allí se quedó para siempre una parte de mí, que nunca regresó conmigo. Sigo siendo la chica de aquel jueves que vio cómo su último tren salía para la ciudad del olvido.
Tú continuaste con tu vida, como si nada. Tenías razón: olvidas pero no perdonas. Yo, precisamente aquel día en que la lluvia mojaba mi tristeza, pensaba que nunca me había muerto tantas veces en una sola tarde. Cada una de tus frases era un puñal en mi estómago. Estaba desgarrada, tocada y muerta y tú seguías hablando de lo importante que eran tu otra vida, tus amigos y tu trabajo. Todo era más importante que yo y me culpabas por no entenderlo. Por no entender ni aceptar que me había convertido en tu mujer invisible.
Siempre serás el hombre equivocado y yo la mujer imperfecta, pero fuimos y seremos tal para cual. Y sobrevivo con el dolor de haberte querido, el daño que me provoca seguir haciéndolo y la tristeza de saber por encima de todo que, pase lo que pase, y aunque sea invisible para ti, siempre estaré a tu lado.  

(N.H.R.)
jueves, 19 de octubre de 2017 | By: Magdala

¿Sabes una cosa?


 Resultado de imagen de pareja abrazada



No me asusta ser la primera ni ser la última en tu vida. No me asusta tampoco que tú no seas el primero, porque ya me hayan roto antes el corazón... No me asusta nada ni nadie si sigues aquí, conmigo. Soy valiente entre tus sábanas blancas, y feliz en tus abrazos. Invencible cuando me dices que me quieres y un flan cuando pienso que puedo perderte.Soy perfecta en nuestros días imperfectos. Perfecta si hacemos del caos un arte y de esta clase de amor un estilo de vida.

Yo tampoco sé si seremos eternos, o si algún día tendremos que echarnos de menos de nuevo. Sólo sé que hoy nos hemos reencontrado para escribir un nuevo final a nuestra historia. El anterior quedó inconcluso y ambos nos moríamos de ganas por volver a ver al otro. Por eso aquel punto y final que escribimos es hoy unos puntos suspensivos.Porque sí, porque nosotros inventamos este cuento de hadas y rompemos las reglas a nuestro antojo.

Sin embargo, dure lo que dure esta historia, siempre merecerá la pena. Pase lo que pase. Porque nunca podré olvidar el día que tu sonrisa significó un "todo va bien", el día que me robaron el mejor mes de mi vida (y sin embargo desafié al Karma y me quedé a tu lado), el beso más bonito de mi vida dentro de una Tetera Azul, el sonido de tu guitarra después de hacer el amor, tu voz por encima de la música de fondo de nuestras tardes de chocolate y café, tus mensajes de madrugada, nuestros enfados (que no lo son tanto) pero  que construyeron un muro de naipes que hoy derribamos...

Estaría escribiendo días enteros, pero nunca llegaría a describir lo feliz que soy desde el 17 de octubre de hace 9 años. Con mis miedos y mis dudas, pero enamorada de ti hasta las trancas. Te quiero muchísimo. Debería decírtelo más. Ya sabes lo terca que soy... pero no lo olvides, ¿vale? No olvides que eres mi olor, mi canción y mi palabra favorita.

Y sí: me he vuelto a poner el traje de Wonderwoman para rescatarte.
Pero quédate a mi lado, sobre todo los días raros.
¿Promesa de dedo meñique? :)

Te quiero. Con olor a mandarinas y jazmín.

 (N.R.H.)

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sábado, 7 de octubre de 2017 | By: Abril

Nunca quise marcharme, pero tampoco me diste motivos para quedarme


Me obligaste a aprender a nunca más volver. Yo no quería irme, pero no tenía motivos para quedarme. Bueno sí, tenía uno: lo bonita que podía haber sido nuestra historia.
Te tenía a ti pero ya solo podía conjugarte en pasado.
No te imaginas lo pronto que se hace demasiado tarde.
Sin embargo, sí que tenía cientos de motivos para marcharme. Y es que pudiendo evitarme momentos de sufrimiento, de llanto y de espera, no lo hiciste. Entonces recordé que las noches que pasaba mirando nuestro reloj eran mi fuerza para despedirme.
Cuando decidí marcharme y no volver me sentí como en aquella historia en la que el príncipe espera a la princesa durante 365 días y la última noche se va. Hay momentos en los que te das cuenta de que el amor se construye evitando sufrimientos innecesarios.
A veces ocurren estas cosas, de repente decides dejar de negar la evidencia de que algo va mal e intentas irte, aunque no sabes hacerlo y te sientes ridículo al correr en otra dirección.
Vas en contra de la marea. No te quieres conformar. Y es que te has percatado de que tu corazón, ese que bombea sangre a todo tu cuerpo, está riñendo con tu mente y con tu cerebro.
Quizás nuestra relación se enfermó, o quizás ya nació enferma. Lo que sé es que creer en el amor eterno es creer en un mito que nos despedaza el corazón. La eternidad solo existe en los momentos que nos demuestran que todo merece la pena.

Se trata de cambiar de pensamiento, de no creer ciegamente en los cuentos de hadas, en tomar conciencia de que valemos mucho más que las migajas de un amor que nos destruye. No hay nada incuestionable ni nada inquebrantable, no hay nada que sea tan inmenso que vaya más allá de nosotros mismos.

Tenemos la manía de encerrarnos en círculos viciosos, de no salirnos de los patrones establecidos, de crear un mundo paralelo en el que podemos ir con los ojos vendados.

Es tan corto el amor y tan largo el olvido…

De todas maneras, GRACIAS. Gracias porque me he dado cuenta de que nadie se enamora por elección, sino por casualidad. Nadie se queda enamorado por casualidad, sino porque trabaja por ello. Y nadie se desenamora por casualidad, sino por elección.

También te agradezco que me hicieses entender que mi dignidad está por encima de cualquier ruego y que vale la pena decir adiós cuando sobran los motivos.

Ni siquiera sabía que podía permitirme dar un giro de 180º a mi vida y librarme de ti. Ahora que conseguí aceptarlo y no enfadarme con el amor, tengo que pelear por superarlo, por entender que el amor también puede ser miserable y que podían empujarme contra el suelo.

Te agradezco que un día decidieras que no merecía la pena seguir mitigando mi dolor. Te agradezco que me dejaras las noches en vela llorando y esperando una respuesta. Te agradezco que hubiera vacíos tan repletos de angustia que me hiciesen pensar que no vale la pena tener algo por lo que no se pelea.

Solo está derrotado aquel que deja de sentir y de soñar…Y yo ahora estoy en plena efervescencia. Aunque aún temo mis propias emociones, conservo la capacidad de mitigar mi dolor, de llorar y de dedicarme tiempo a mí misma.

Porque el primer amor que merecerá la pena será aquel que merezca la alegría. Y tú y yo no estábamos destinados a entender que el único sentido de la vida tenía que ser el que nosotros quisiéramos darle.

PD: Tu pasado envenenó nuestro presente y ahora que estás intentándolo nuevamente, aunque pareciera no tener futuro, buena suerte.

(Del blog: Rincón del Tíbet)
sábado, 23 de septiembre de 2017 | By: Abril

La lluvia, el olvido y los perros

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Montevideo, febrero de 2013

Flaca:

¿Sabes qué? Me di cuenta de que al final tenías razón con lo que me dijiste aquella vez, hace tiempo, en tu auto, la noche en que llovía afuera y un poquito también adentro. Sí, tenías razón. Yo preferí no dártela porque –no es para poner excusas– a esa altura todo lo que te daba se rompía y todo lo que me devolvías ya no andaba. No te la di, pero tenías razón.

Me acuerdo de que lo dijiste como al pasar, casi sin querer, como disculpándote por tamaño hallazgo y tamaña verdad dicha de una manera tan linda. Estábamos tomando una cerveza, callados, probablemente aburridos y claramente en duda, cuando me dijiste eso. “La lluvia no es mala ni perjudicial, mojarnos no es molesto ni dañino y la ropa ni se achica ni se rompe. Pero le tenemos miedo a la lluvia”. Estabas hablando de nosotros, yo me di cuenta, pero preferí pasarlo por alto. Hoy, que ya pasaron más de dos años y varias lluvias, entiendo que debí haberte dado la razón y bajar a mojarme, a caminar o a correr, pero a irme.

Dos años después siempre es fácil pensar. Esa noche no lo hice: ni me fui ni te di la razón ni nada. Apenas te largué un “puede ser”, indiferente y cobarde. Desde esa lluvia hasta el sol tibio y pusilánime de hoy pasó mucho tiempo y tantas otras cobardías. El final, predecible a todas luces, amagó ser final, pero fue apagón inconformista. No sé si te acordás, Flaca, pero la primera vez que hablamos de terminar fue casi que jugando. Nos preguntamos qué pasaría si, y respondiendo nos dimos cuenta de que la ruleta rusa que habíamos empezado a jugar resultaba tener seis balas, y aunque el tambor gira mucho, tampoco gira tanto. Nos dimos cuenta de que no sería tan grave, y eso es gravísimo, Flaca. Después de eso seguimos como si no hubiese pasado nada. El tambor giraba y las seis balas bailaban esperando que pare la música para ver quién quedaba sin silla. Dejamos de ir donde íbamos, dejamos de abrazarnos para dormir, dejamos de soñar con una casa bien lejos, dejamos de reírnos de la gente y dejamos de hablar sobre la lluvia. Pero no dejamos de vernos.

Te soy franco. No sé qué hacer. Seguramente esperabas que esta carta estuviese abrazada a una certeza, a una respuesta clara, a una decisión; a algo. Pero no. La carta dice lo que dice y hasta ahora no me ha dado más valentía que cualquier otra carta que pude haberte escrito bajo cualquier otro sol menos cobarde. Sin embargo, ya sabés, escribir me ayuda a pensar. Y sentarme a escribirte y a pensarte y a extrañarte joven me ayuda a acordarme de por qué te espero cada tarde y de por qué te elijo cada noche.

Es lindo acordarse, Flaca, porque en el recuerdo está la respuesta. Vos sabés bien que le tengo miedo al olvido, a la rutina, al conformismo, a “lo normal”, a la lluvia y a los perros. Esto último no importa, pero lo otro sí, el olvido sobre todo. El olvido es cruel, Flaca, porque entre otras cosas no existe. Yo sé que de vos no me olvido más, y sé que si me voy no va a parar la lluvia. Además, qué es eso de irse porque las cosas no funcionan. Qué es eso de escaparnos. ¿Sabés qué? Yo me quedo. Sí, lo decidí, me quedo. Y no me quedo por vos, me quedo por nosotros. Me quedo por lo que todavía nos falta. Me quedo porque nunca nadie dijo algo tan lindo sobre la lluvia. Me quedo porque dormir abrazados vale la pena aunque haya calor. Porque podemos tener una casita afuera. Porque te quiero a vos. Me quedo porque el olvido no existe, porque hay rutinas divinas, porque el conformismo es para mediocres y porque lo normal es para amores normales. Todavía no solucioné lo de los perros, ya sé, pero podemos comprar uno grande para la casa de afuera, y capaz que le tomo cariño. Y con él a todos. Y con vos al mundo. Y con el mundo a vos, que sos la ley de gravedad de todo lo que me pasa.

Al final sí, decidí, sé qué hacer. Me quedo, Flaca. Ahora estás leyendo esto y yo no estoy pero ya vuelvo. Me quedo. Ya vuelvo. Salí a buscar una película. Si tenés tiempo, cuando llegues, prepárame el más tuyo de los abrazos.

Yo

(Ángel Cal)
jueves, 21 de septiembre de 2017 | By: Abril

Lluvia


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Te quería. De verdad que sí. Te quería y creo que tú a mí también. Ahora que no estás, lo sé. Lástima que haya tenido que pasar tanto tiempo para darme cuenta que sí que me amabas, a tu manera, claro, no a la mía. Pero no podía verlo. Cuando no tienes datos imaginas lo peor. Y dramatizas. Dramatizas mucho. Muchísimo.
Yo creía que no querías estar conmigo. Que tu vida tenía una segunda vida paralela. Que no estabas porque no deseabas estar en mis momentos importantes. Y te odiaba. Te odiaba a ratos e intentaba visualizarte en otras situaciones alternativas a las que me contabas. Y actuaba como una mujer despechada. Inventaba venganzas que creía que te merecías y trataba de huir hacia delante. Nunca me funcionó. Después llegabas tú, salías de tu burbuja y teníamos un simulacro de cita. Me contabas tus cosas, yo te escuchaba y te odiaba, como odiaba la parte de la tarde que cada dos meses me dedicabas y que se escapaba entre mis demonios internos como la arena de un reloj de cristal.
Eras como mi lluvia. Te necesitaba para crecer pero también me provocabas un frio intenso que detestaba cuando te ibas. Todo lo que recuerdo de ti es frío, lluvia, soledad, ganas rotas y un largo silencio.
Al principio me mandabas un mensaje después de cada encuentro para medir la huella que habías dejado en mis pensamientos. Es como uno de esos reportajes del telediario donde ha ocurrido un acontecimiento inesperado que afecta a mucha gente y sale la reportera a medir el pulso de la calle entrevistando a testigos presenciales. Todo el mundo ha visto lo mismo pero tiene una percepción distinta de los hechos. Tú, al principio, hacías eso. Tal vez por autocomplacencia, tal vez por inseguridad, no sé, necesitabas oír que nuestro momento a solas había sido un éxito. Cuando te llegaba la confirmación de mi puño y letra, sonreías tranquilo y te despedías con un desconsiderado "hasta mañana cariño", que yo aceptaba sumisa. Luego continuaba tu otra vida y yo era la chica de ayer. La de los jueves por la tarde de un montón de otoños bisiestos.
Aprendí a quererte así y estoy segura de que lo conseguí. Pero ahora todo eso es lluvia. Los recuerdos han hecho charcos en mi memoria y una amnesia espesa lo anega todo. Tu perfume, tu luz, tu mirada, tu sonrisa, tus manos, tus labios... todo es extraño y lejano. Muy lejano.
Pero a veces, cuando llueve y empieza un nuevo otoño, como hoy, vuelven los charcos y te veo reflejado en ellos, porque sigues ahí, haciéndome daño en el intento de olvido improvisado que trato de perfeccionar.
Es por eso, que en los días de lluvia, acaricio los charcos...

(N.H.R.)