miércoles, 28 de enero de 2009 | By: Abril

Ventanas


Te escribo para decirte que tengo tus ventanas. No sé cómo sucedió, el hecho es que se vinieron conmigo. Tal vez debí decírtelo antes, pero esta situación me tomó por sorpresa y esperaba poder resolverla con el tiempo. Ahora, viendo que ya pasa más de un año y no consigo resultados, la única alternativa que encuentro es pedirte ayuda (o al menos informarte)

Están acá las dos (me miran mientras te escribo, es muy incómodo!), la de amanecer y la de atardecer.
Las descubrí la primera noche oscura. Asomaron riendo entre luces amarillas y rosadas, con todo y sus macetitas puestas. Abiertas, cerradas, ventosas....cantando. Y de verdad no me explico (vos sabés que yo necesito entender las cosas siempre) cómo pudo suceder. Tanto cuidado que tuvimos en la separación de bienes, tanta ceremonia al devolverte las llaves, tanto dolor vaciando cajones ...y se me cuelan nada menos que las ventanas.
No sé. Supongo que se escondieron en mis pulmones, o tal vez las traje en las yemas de los dedos.
En realidad no debería sorprendernos, siempre les gustó seguirme. Pero antes era distinto, mis viajes tenían boleto de vuelta, las tres regresábamos a vos. Entonces su presencia era hermosa, un recuerdo-anticipo de ser dos y uno a un tiempo. Me las llevaba como a tus libros, poblados de vos a lápiz en los márgenes. Trocitos tuyos a cuenta. Como Hansel y Gretell en el mundo del revés, llevando partes nuestras hasta volver a ser una sola mirada..
Esta vez no hay mitades que reunir ni días que tachar. Ya no saco fotos que contarte.
No hay aeropuerto, el lugar de llegada se quemó. Claro que lo sé... creo que tal vez por eso ellas no regresan. Las ventanas son seres muy sensibles, un cambio de temperatura brusco puede herirlas de muerte, y la luz de tu casa cambió tanto....
Aquí parecen a gusto. O sería más justo decir que se han adueñado de mi espacio. Disponen a su antojo cuándo dejarme dormir y el momento de despertar. Traen a tu vecino del segundo piso tocando el piano, a la vieja del tercero que cuelga ropa y a veces hasta dejan entrar sigilosamente a la michi.
Yo sé que no hay maldad en sus intenciones, solo son traviesas. Pero cuando sus juegos terminan inevitablemente me siento vacía, como si no hubiese aire y todo fuera hueco -no sé qué será.

Por eso te escribo. Necesito que me ayudes, por favor. Decime qué puedo hacer.
No es mi culpa si se acostumbraron a dormir conmigo y despertarme con la primera luz. A sostenerme en sus hombros mientras te esperaba fumando. Si nos escapamos al cielo en alguna tarde áspera o servían de tobogán en ascenso cuando el amor era demasiado. Yo no lo busqué.

Están empeñadas en quedarse y con los días colonizan el infinito.
Crecen entre mis plantas nuevas. Cierran mi paso cuando voy a salir de casa. Inventan lluvias que no son.

Están.
No quieren irse .. yo no quiero que se vayan, y ellas lo saben, por eso son dueñas.

Te lo ruego. Por última vez sé vos la fuerza. Interrumpí este tren fantasma
Te espero el martes.
Traé el martillo.

Egretta Thula

(María Mercedes Rizzutti)


Nota: Finalista del III Concurso Antonio Villalba de Cartas de Amor

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Una carta de amor maravillosa. Y un blog espectacular.

Un beso.