miércoles, 30 de septiembre de 2009 | By: Abril

El olor de las pipas


Im dorique roma, o lo que es lo mismo, Mi querido, querido amor.

Con el paso del tiempo me distraje. Así es. Durante lo que parece un momento que en realidad ha durado algo más de 50 años, imagínate 50, no había vuelto a pensar en ello. No había vuelto ni a recordarlo. Lo que es la vida...

Esa misma vida que ha ido difuminando algunos de mis rasgos, como el candor en mi mirada, o la chispa de la espontaneidad... y que en cambio ha acentuado otros, me ha dibujado arrugas aquí o allá, me ha pintado oscuras manchas en las manos, ha esparcido finas pinceladas blancas por mi melena cobriza. Y si, ya lo ves, contesto a tu pregunta, me sigue apasionando la pintura, tanto como entonces, como hace 50 años.

Pero los años me han envejecido, como a todos, han llenado mi casa de hijos y nietos, y han ido escondiendo poco a poco, los recuerdos antiguos en blanco y negro, tras otros más nuevos a todo color. Pero ahora sé que seguían ahí, ahí detrás, callados, agazapaditos esperando su turno, aunque yo no hubiera vuelto a pensar en ellos...

Hasta el día que me encontré con aquel sobre apaisado entre mi correspondencia atrasada, medio escondido entre los habituales de bancos, centros comerciales y propagandas varias. ¿Sabes? hacía mucho tiempo que no me escribía nadie, por eso me extrañó aquella carta particular con el sobre abierto; recordé que mi hija me había comentado algo semanas atrás de una nota ilegible... la verdad es que no le habíamos dado ninguna importancia, ocupadas en ese momento en cuestiones cotidianas que acaparaban nuestra atención mas urgente. El pobre sobre, abandonado, se había ido quedando al final del bloque de correspondencia por revisar y fueron, lentamente, transcurriendo los días.

Pero aquel día miré de nuevo el remite, no tenía, extrañada volví sobre aquella caligrafía desconocida, pequeña y apretada, cuyos rasgos azules resaltaban sobre el papel de color crema, por cierto, pensé, de excelente calidad.

Saqué cuidadosamente la nota de su interior y leí:

Im darique gamia,

Ah dosapa totam poemti... ¿Moco tases? En riatagus chomu tever, euq em rastacom euq ah dosi de it. Et domam sim ñasse

Rop vorfa, macabús.

un sobe,

Masto.

No entendí nada, nada de nada, volví a releerla por segunda vez, esta vez más despacio, mucho más despacio, pero tampoco la entendí. Y estaba con ella aún entre las manos, cuando llegaron mi hija y su familia, y creo que más o menos fue así como pasó:

Hola mamá, ¿qué haces?

No sé hija, creo que nada en realidad. ¿Te acuerdas de aquella carta que me comentastes, aquella ilegible que no se entendía...?

Si, claro; ¿Todavía anda por aquí...? Tirala mamá, no te compliques la vida, sino se entiende nada...

Pues sí hija, la verdad es que llevo un rato con ella y no la entiendo, por más que la releo una y otra vez, no consigo aclararme...

En ese momento, entraron mis nietos a darme un beso...

Laho taliebue, ¿Moco tases?

Me quedé mirándolos sorprendida...

No les hagas caso mamá, ahora les ha dado por hablar del revés...

Al revés pensé, hablando al revés... eso es... y fue entonces Tomás, entonces, cuando hasta mí desde muy, muy lejos llegó un olor familiar, entrañable, maravilloso y mágico: el olor de las pipas...

¡Eso es! ¡está al revés! Dije por fin. Y entonces volviste a mi vida.

Mi querido, querido Tomás.

Sé que mis labios dibujaron una sonrisa, una sonrisa dulce y enorme, y mis ojos, si los vieras ahora, surcados de finas arrugas, por unos momentos dejaron de ver a mis nietos para ver a otros dos niños, más o menos de la misma altura, más o menos de la misma edad; ella, con el color de mis ojos y una mirada cándida; él pecoso y espigado. Ella, con su melena cobriza, larga y lisa hasta la cintura; él, tú, mi Tomás, otra vez sonriéndome pícaramente con las manos llenitas, llenitas de pipas... ¡Ay! aún tengo el corazón encogido...

Después acaricié con suavidad la carta y una vez más saqué con mucho cuidado la nota de su interior, y entonces, fui leyendo poco a poco, ordenando las palabras:

Mi querida amiga,

Ha pasado tanto tiempo... ¿Cómo estás?. Me gustaría mucho verte, que me contaras que ha sido de tí. Te mando mis señas.

Por favor, búscame.

Tomás.

Y el resto puedes imaginártelo, cogí papel y lápiz, y muy despacio, fui volviendo cada palabra del revés, del final al principio, dándole poquito a poco vuelta a la vida. Al principio me costaba mucho esfuerzo, habían sido muchos años sin entrenar, pero poco a poco, me fui animando, fue cogiendo carrerilla, y aquí me tienes...

Otra vez dando y dando vuelta a las palabras, poniendo mi vida patas arriba, volviéndola del revés para retomarla dónde nos distrajo, 50 años atrás, y pedirte de nuevo pipas mi querido Tomás:

Masto, gavén, medá nasu caspo. ¿ O es que otra vez, te las vas a comer todas sin mí...?

Fdo. Tusitala.

(Rocío Díaz Gómez; Carta ganadora del I Certamen de cartas de amor de Villanueva de la Serena)