jueves, 22 de diciembre de 2016 | By: Abril

Nunca te fuiste del todo



Querido Tú:
Ha pasado el tiempo y sigo sin poder olvidarte. No sé si a ti te ocurrirá lo mismo. No me importa si no es así. En realidad este amor ha llegado a ser lo que fue por mi tendencia natural al romanticismo subrogado, unidireccional pero autocomplaciente y al amor no correspondido. Llevo la tragedia griega en la sangre y creo que desde siempre supe que esto terminaría en el puñado de cenizas que forman hoy los recuerdos de lo que, con una intriga un tanto deshonesta, vinimos a bautizar en otro tiempo como “lo nuestro”.
No tendrás queja. Te prometí no volver a molestarte con mis laberintos emocionales (todos acababan en ti) y he cumplido mi promesa casi al pie de la letra. Estoy orgullosa de mis logros. Ya sé que volví a contactar contigo, a sabiendas de que no ibas a entender mis debilidades a la hora de zanjar relaciones tóxicas, pero me resistí justo hasta donde pude,  aunque -como demostró la evidencia-  no fue suficiente.
Me he visto quemando los últimos cartuchos: un poco desesperada y un mucho abandonada a la suerte de mis creencias pretendiendo que esto vuelva a ser lo que fue, en medio de un sinfín de dudas, tan oceánica, tan extenuada, tan desinhibida para confesar sentimientos… que a veces no me reconozco, si no es porque alguien me llama por mi nombre y atiendo como los perros viejos casi ciegos que acuden al "bulto" acercándose a  cualquiera que les da de comer un mendrugo de pan y tienen que elegir entre el desierto y la nada.
Sé que te desconcierto y que ya no confías en mi palabra. Sé que dije lo que dije, pero también sé que soy lo que soy y no puedo renegar de ello. Cada adiós es una bofetada por tu parte y un nuevo intento por la mía. Se me están acabando las excusas para traerte a mí. Pienso que hay esperanza, que no todo ha terminado, aunque sé que me engaño, pero quiero pensar así. Quiero creer que el tiempo es nuestro aún, que una vida mejor y juntos es posible y nos espera y que detrás de cada desastre emocional hay un haz de luz que nos marca el camino hacia el otro.
Dios escribe con renglones torcidos pero trata de hacernos coincidir en algún punto de nuestras vidas por muy complicado que parezca. Lo sé y te busco. Tal vez también tú lo sepas y me busques a tu manera en medio de este caos, en medio de esta guerra, y por eso no hayas cerrado definitivamente la puerta.  
(N.H.R.)
jueves, 15 de diciembre de 2016 | By: Abril

Despedida de soltera


           
Buenas noches a todas las amigas que vinieron hoy a alegrar a la novia un día antes de su matricidio. Ojalá se hayan divertido en esta fiesta y lo sigan pasando bien. Para quienes no me conocen, soy la hermana de la novia y, por lo tanto, se me atribuyó la responsabilidad de ser madrina en su matrimonio. Como yo suponía que era un mero título, acepté por amor a la familia. Luego, la novia se convirtió en Godzilla y mandaba a quién se le cruzase en su camino. De esa forma, me presento ante ustedes bajo la amenaza de “hazlo bien”. No me malinterpreten, mi hermana merece ser feliz como quiera y la apoyaré pero no sin antes patalear un poco.
            Cuando mi hermana menor me contó que se casaba, lo primero que le dije fue “Despídete de lo bueno”. Le preguntaba insistentemente porqué alguien se amarraba de esa forma a otra persona, su respuesta, tan sencilla y complicada a la vez fue: “por amor”, con una seriedad y ojos de enamorada que iluminaban la pieza; aunque yo, sigo sospechando que debe haber algo más. Ella y el infame llevan casi 5 años de pololeo y convivencia con grandes sobresaltos, según mi hermana: “los clásicos altibajos pero nada que con el infinito amor que nos tenemos no pueda solucionar”. ¿Por qué? ¿Será el placer de sentir la libreta de matrimonio o tal vez decir “mi mujer” o “mi marido”? ¿Dónde queda la metáfora de la jaula que tanto defiende Holly Golightly?
            Como supondrán, nunca me casaré. El matrimonio significa la imposibilidad de terminar rápido una relación en caso de emergencia, como una infidelidad o el odio hacia la suegra, y un contrato así, no se acaba sino se firma el engorroso divorcio, lo que es una lata, por lo que me han dicho. Hermana, ¿para qué entras en el mundo de donde todos quieren salir?
            No todo es tan malo, te agradecemos por librarnos de un novio como el que tienes, que es como Pablo Macaya pero sin el Pablo y sin el Macaya. A ese hombre le crece la panza a una velocidad que no creía posible y que sólo es comparable con la aceleración de la caída de su pelo multiplicado por los litros de cerveza que es capaz de tomar. Es, además, un romántico empedernido; aunque tú le sigas dedicando las canciones más empalagosas de Yuri, él siempre continuará dedicándote el reggaetón más denigrante que encuentre.
            No puedo pensar que es el dinero lo que te llama la atención, puesto que no tiene y a ti no te va nada mal. Eres muy osada, no sabía que te gustaran los deportes extremos. Ese varón que tanto amas y veneras, no es capaz de comprar un kilo de arroz y no porque no sepa elegir entre las distintas variedades sino que no tiene dinero para hacerlo.  Recuerdo que de pequeñas, mientras yo soñaba con viajar por el mundo, tú preferías hondar tu imaginación en algún apuesto príncipe que te rescatara del colegio y tareas hogareñas. Hoy un príncipe y mañana un sapo.
            Habiendo tanto hombre que te amaría y te entregaría tanto, caíste en el último de la lista, que no duda en tener un “pequeño desliz” cada cierto tiempo, ya que, como me dijiste: “reaviva la llama”. Cegada, mi pequeña hermana. Disfruta del último día feliz de tu vida.
            Recalco quienes son las que más sufren  con esta tragedia: tus amigas. Nos dejas por un hombre, conservando tan sólo los recuerdos de tantas borracheras y locuras y con la desesperanza de que no se volverán a repetir. Nosotras te queremos más y se nota. Si dejamos de ir a verte a tu casa no es que el problema sea contigo, es con el desastre que elegiste de marido. Odiamos su forma de vestir, de hablar y de referirse a ti. ¿Has pensando en el día después? Será como una gran resaca de la que no te podrás librar fácilmente.            
            Para no quitarles más tiempo y puedan disfrutar de los vedetos, finalizo deseándote la mejor de las suertes y que ésta noche, tu última noche, la aproveches al máximo que de aquí no sale. No te tomes esto como una humillación, es un desesperado llamado de atención. La soltería da alegría y no debemos enjaular algo que es contra natura, porque la naturaleza es sabia, no se casaría con nadie. Perdónala señor, no sabe lo que hace. Aquí te estaremos esperando para tu despedida de casada.

(Del blog: Cuando se cierran puertas)
viernes, 9 de diciembre de 2016 | By: Abril

París bajo la lluvia

 
 Imagen relacionada
Hay un enchufe en la habitación que uso como biblioteca que está roto, y no es por casualidad. Me siento culpable. Yo he sido la causante de semejante estropicio por mi afán de colocar justo en la pared donde está el enchufe un par de cuadros a juego donde se ven dos escenas diferentes de una pareja en un café de París. Los cuadros están situados en una línea recta - o no tanto- entre la pared y la única ventana que da a la calle. Cuando vives en un piso alto, cualquier resquicio de aire se convierte en un pequeño tornado que arrasa a su paso todo lo que encuentra. Ni que decir tiene que al no pesar apenas nada, la escasa brisa que entra desplaza como si fueran un par de plumas los dos cuadros, haciendo que se suiciden una vez tras otra contra el malogrado enchufe de pared. En uno de los cuadros la pareja camina a unos metros del café, dejando atrás sobre la mesa dos copas medio vacías y una botella de vino, y en la imagen, vista a través del cristal de la cafetería, caminan de espaldas al cuadro alejándose del cristal en el que se lee el nombre del local en sentido inverso. En el otro cuadro, el que se desprende constantemente de la pared y se precipita sobre el enchufe hecho trizas, la pareja se susurra algo al oído en un acto de complicidad que sólo ellos comparten. En ambas escenas está lloviendo.
 
Me recuerda un poco a ti y a mí, cuando quedábamos en aquella cafetería donde a menudo compartíamos complicidad y café en alguna que otra sobremesa. Al igual que lo nuestro ya es historia, el cuadro intenta lanzarse una y otra vez desde el metro ochenta que lo separa del suelo, como si la suerte, el azar o la brisa intentaran hacer que me desprenda de los recuerdos que convirtieron aquel “¿y si lo intentamos…?” en un “nosotros”.
 
El cuadro de la pareja compartiendo susurros en un café de París se ha caído mil veces y otras tantas lo he vuelto a colocar en su sitio desafiando con mi testarudez el paso del tiempo, el clima del sitio en el que sobrevivo sin ti y chorrocientas leyes físicas con tal de tenerte aún a mi lado. Pero aunque siga sobreestimando el poder de los cuelga-fácil de mis cuadros e ignorando las leyes de Newton, tú ya no estás y eso duele en mi enchufe cardíaco, sin mencionar a mi interruptor mental que no quiere apagarte. Sin embargo sé que no hay remedio. Que tengo que pasar página. Que tengo que aprender que ya no hay vuelta atrás, que te has ido sí, que te has ido y esta vez es para siempre…  
Cualquier día abro la ventana y dejo entrar el tornado completo o, en un arrebato, lanzo al vacío los cuadros que tú y yo ya nunca protagonizaremos ni en París ni en ningún sitio… hasta entonces, no me resigno y cada vez que se cae, en un ritual en tu nombre y por las cenizas de lo que fuimos, vuelvo a colgar el cuadro y pienso… "qué bonito fue aquel tiempo en el que tú y yo mirábamos París bajo la misma lluvia".    
 
(N.H.R)
jueves, 1 de diciembre de 2016 | By: Abril

Carta inconclusa


Si estás leyendo esta carta, significa que lo nuestro ha llegado a su fin. No es una simple carta, sino la confesión que te debo por todas aquellas veces que respondí con largos silencios a todos tus “Te quiero”.  
Me pregunto, ¿por qué sigues ahí doliéndome tanto? No puedo seguir, sabiendo que ya no estás. Que un nosotros dejó hace un tiempo paso a un tú y a un yo sin compromisos.
Estás pero no. Intento olvidarte, pero tampoco. Mentí y dije que sí, que tus palabras eran un alivio después de tanto dolor, pero el dolor más amargo ha llegado después, cuando tocaba hacer limpieza de cajones y aparecieron tus recuerdos en no sé qué parte de mi memoria, para convertirme en una criatura sin alma y sin vida.  
Saber que existes y que ya no puedo tocarte, me mata lentamente. No sé cuándo comenzaron tus remordimientos y dejamos de hablar el mismo idioma, tú y yo que éramos la prueba viva de que las almas gemelas existen, del tal para cual, de que el amor verdadero es real y es capaz de superar todos los contratiempos.
Me muevo por inercia, pero me sigo muriendo por ti, por tocarte, por rozar tus labios, y no hay día ni noche que no regreses a mi cabeza, pero jamás a mi cuerpo, que te echa tanto de menos…. No sé cómo aprender a vivir sin ti. No tengo con quién compartirlo, a quien contarle mi pena y no puedo hacer otra cosa que malvivir con la tristeza de saber que ya no, y sin ti…yo no.
(N.H.R.)
martes, 31 de mayo de 2016 | By: Abril

Siempre


El tiempo es un solitario siempre, siempre vencedor. La inmensidad de la vida también a mí me aprieta tanto que no puedo respirar y me paso días sudando y vomitando y llorando. Pero para dentro. Sin que se nos manche la ropa, sin que se nos enrojezcan los ojos.
Y tú y yo eso lo sabíamos de sobra. Sabíamos que la angustia del sinsentido nos abrazaría sin remedio, sabíamos que pensar era nuestra condena y buscábamos libélulas entre las hojas bailarinas de los sauces porque éramos jóvenes y no íbamos a darnos por vencidos.
El amor era todo lo que nos quedaba.
Allí, acurrucado en la orilla del Guadalquivir nos esperaba tímido y prudente, nos acompañaba en nuestros juegos de niños y nos salpicaba agua clara las tardes de verano.
Estaba allí cuando apoyabas la espalda en las piedras y te cubrías los ojos del Sol con tus manos infantiles. Cuando me acercaba a ti sin hacer ruido y me quedaba mirándote la cara mojada, viendo el aire entrar por tu nariz y bajar hasta tu pecho, viendo tus pestañas largas descansar del mundo.
Estuvo vigilando cuando el de día de mi cumpleaños me regalaste el vestido amarillo que tu madre me había comprado y me dijiste al oído: “luego te doy el regalo de verdad” y me llevaste en tu bicicleta hasta el mar para darme un primer beso azul e inmenso.
El amor…
Intentaba ocultarse sin conseguirlo cuando hablábamos de filosofía de camino a la facultad, con los corazones asustados porque desde la ciudad no se veía el río. Te miré la barba incipiente y los ojos oscuros y así, de la forma más hermosa, descubrí yo el tiempo, con tu mano sobre mi rodilla.
Pasaban los años y tú y yo seguíamos siendo tú y yo. Íbamos al pueblo los fines de semana y paseábamos entre los recuerdos construyendo nuestra propia historia, revolcándonos entre los restos del otoño. Riéndonos de las estrellas, y a veces llorando con ellas, intuyendo ya que la vida tenía reservado para nosotros una almendra amarga, un abismo.
Éramos demasiado iguales, Santi. Queríamos salir, queríamos comernos el mundo, viajar, volar. Y creíamos que podríamos con todo pero no pudimos. Cuando te propusieron ir a Madrid a estudiar y a mí me ofrecieron la beca para Berlín la interrogación se hizo un hueco en el aire, nos sobrevolaba en cada conversación como una nube de polvo. Maldita. El miedo nos fue calando a los dos por igual, agriando nuestras miradas, agriando el paisaje. Miedo a convertirnos en aguas estancadas, en barrizales mediocres, miedo a acabar siendo tierra seca y muerta que lo único que puede hacer es esperar la lluvia de abril. Amábamos el pueblo y a la vez nos aterraba su quietud, sus calles llenas de viejos con boina y el mismo gallo cantando cada amanecer.
Acabó el verano y ambos desaparecimos.
Entre promesas y despedidas alentadoras, desaparecimos para siempre. La ilusión por el futuro brillante que se nos brindaba pudo con todo, se lo llevó todo.
Han pasado cuarenta años y yo ya no sé dónde está el amor. Quizá se quedó a orillas del Guadalquivir, esperando a otros chiquillos despreocupados, o quizá se ha perdido en alguna carretera de Europa, intentando hacernos llegar la carta que nunca escribimos.
Para mí tampoco fue fácil. La Europa sofisticada que esperaba se mostró distante, en bastantes ocasiones hostil. El Sol pasó de amigo compañero a padre trabajador, me daba para vivir pero nunca jugaba conmigo a derramarse en mi piel como solía hacerlo. Y me resigné igual que me resigné con tu ausencia: contando el tiempo con un reloj de muñeca que nunca había llevado hasta entonces, encerrada entre nubes y edificios grandes y grises, aprovechando el bullicio estridente y hueco como excusa para enclaustrarme a estudiar durante horas. Todos los días.
Pasaron unos años y cuando empecé a trabajar ahorré algo de dinero y viajé por Navidades a España. Recuerdo el camino hasta el pueblo en el coche viejo de mi padre, recuerdo los baches y los meneos en el asiento de atrás y recuerdo que veía tu silueta en cada curva. Pregunté por ti. Me dijeron que te iba bien, que seguías en Madrid haciendo un máster y que pasarías allí las fiestas con tu grupo de amigos.
Me pasé todo el viaje de avión de vuelta llorando a lágrima viva. La señora que estaba a mi lado me preguntó y le contesté sin mirarla: “¿Por qué no he pedido su dirección?” Y aún hoy me lo pregunto más de lo que me gustaría.
Finalmente conseguí encontrar otro sitio que hacer mío en el mundo, me he rodeado de gente buena a la que quiero y que me quiere, he aprendido a disfrutar del Sol pálido, del hervor de las calles, de los mil rostros nuevos cada día.
Santiago, no me puedes pedir que vuelva…
Contigo aprendí a vivir, descubrí el mundo en tus ojos y no lo he vuelto a ver desde ningún precipicio. Santi, jamás he amado a nadie como te amé a ti. Pero no me puedes pedir que vuelva… Tú y yo ya no existimos. Somos dos viejos desconocidos, no podemos manchar nuestra historia. Por favor. No me pidas que vuelva.
Gracias por haberme enseñado cuál es el sentido de esta alegoría imposible que llaman vida.
Hasta siempre,
Sofía.

Tarde de los lunes



Puedo imaginar, después de tantos años,  el gesto displicente de tu boca, ese que siempre hacías cuando te decía algo que no te gustaba. Lo imagino, como también imagino que en cuanto termines de leer éstas líneas tomarás el teléfono y escribirás  lo de siempre, solo que esta vez, con enojo y rencor.
Te estarás, en este momento,  sirviendo un vaso de aguardiente añejado pensando en que palabras elegir para ser contundente, preciso y en tan solo un mensaje hacerme pensar que estoy equivocada, que hay un mundo que nos pertenece muy cerca en el tiempo, tan solo con estirar un poco la vida.
La  cita era a las tres, por eso pienso que en quince minutos volaras alguna copa, o vaso o adorno donde puedas apoyar tu furia clandestina. Como si el estallido en la pared te hiciera sentir un alivio inmediato. Un placebo inmensurable. A las tres, como cada lunes de verano, de primavera, de otoño e invierno también. La cita era en el lugar de siempre, lejos del trabajo, de los amigos, de los afectos. Pero esta vez, no estarán allí más que estás líneas en las que mis sentimientos, decisiones y acciones se harán tan presentes como la ausencia de mi cuerpo en el calor de tu almohada.
A las tres de cada lunes, cuando nos encontraba rasgando investiduras, explorando caminos vírgenes y sensaciones desconocidas.  Solo vos, yo, y los las tardes de los lunes. Eso fuimos tantos años. Tantos malditos años en los cuales esperé el milagro de que llegues a mi oficina y me cuentes que estabas listo…
Evité tu mirada tantas veces, tus ojos entornados que me decían en pocos segundos justo lo que necesitaba leer. Evité pasar por las vidrieras y comprarte un regalo. No, comprarte no, sino dártelo. Compré corbatas que imagine atadas a tu cuello, bolígrafos para que firmes los contratos con un accesorio acorde a tu puesto, a tu jerarquía de hombre inalcanzable para todos -creo que ahora siento, que para mí también lo fuiste-. Evite el exabrupto de una llamada a las diez de la noche para decirte que sueñes conmigo. Evite la dicha de caminar por la calle tan solo con tu mano apoyada en mi hombro como cuando viajábamos, siempre por trabajo.
Te creí perfecto, con la palabra justa en los labios, el buen humor continuado y la energía siempre de cara al cielo. Caballero, atento a mis necesidades, coherente con mis ideas y creencias. Carismático, caritativo y justo con las desavenencias.
Eras perfecto, de hecho,  tu retórica me ayudaba a pensar que tenías razón, que la verdad estaba en tus manos. Te seguí, te confié mi vida, te amé con esmero, te extrañe cada noche y añore lo que nunca tuve tan solo esperando las tardes de los lunes.
Por eso entiendo que no será fácil. Desocupar mi escritorio como yo desocupe ayer el cajón de la mesita de luz que te había comprado, solo para que cuando durmieras a mi lado tuvieras tu lugar. Explicaciones a  Gutiérrez del por qué de mi renuncia  -insospechada después de lo que la empresa invirtió en mi carrera-. Explicaciones a mis compañeros de una noticia tan absurda y repentina. Pienso quién te llevara el café a media mañana, te hará masajes en los hombros después de una reunión con el directorio. Quién te ayudará a vislumbrar las mejores alternativas para seguir acumulando un prontuario de  alta rentabilidad y decisiones acertadas.
Si has llegado a leer éstas últimas palabras, te estarás enterando de que voy camino hacia una nueva vida.  Es extraño pero a veces el destino nos sitúa en lugares que nunca pensamos que servirían de morada.
¿Buscando qué? ¿Felicidad? No creo que esa palabra me encuentre algún día. Plenitud, tal vez, sentir haber hecho lo justo, lo correcto.
Pensar en una casa, un perro, en lo común de hacer las compras en la esquina, pero hacerlas con alguien. Decidir que mermelada comprar de a dos.   Encargar empanadas frisadas  y lasaña para más de uno. Un buen vino que no sea malbec –el único que me gusta-. Tener en la alacena galletas de maicena y alfajores para otro que no esté cuidando el cuerpo de manera vitalicia como yo. Tan pocas cosas, tan simples.
¿Dolor? Mucho. Indescriptible. Un agujero en el pecho que trato de tapar con la palma de mi mano presionada, pero es tan grande…
¿Esperanza? Mucha. ¿Fuerza? De haberla tenido, me hubiera marchado tiempo antes.
¿Amor? Demasiado. Pasión, entrega. Nunca reproches, nunca rencor. En tal caso, yo también decidía.
Ahora, después que la furia le dió paso al dolor, te imagino sentado en el sillón de cuero de tu despacho, con la carta en tus manos, la mirada abatida y el no saber hacia dónde ir.
No me busques, sé que no podrás encontrarme.
Huir siempre fue el mejor de tus verbos. Entonces creo que algo, en todos estos años, pudiste enseñarme.

(Gabito)
viernes, 20 de mayo de 2016 | By: Abril

Siempre estaré con vosotros



Heather McManamy falleció a los 36 años, pero dejó escritas cartas para sus seres queridos. Esta es una de ellas... la publica su marido, Jeff.

"Hello all,

 I am posting this on behalf of the love of my life. These are her words. Much love to all."
- Jeff McManamy


So…I have some good news and some bad news. The bad news is, apparently, I’m dead. Good news, if you’re reading this, is that you are most definitely not (unless they have wifi in the afterlife). Yes, this sucks. It sucks beyond words, but I’m just so damn glad I lived a life so full of love, joy and amazing friends. I am lucky to honestly say that I have zer...o regrets and I spent every ounce of energy I had living life to the fullest. I love you all and thank you for this awesome life.
Whatever religion brings you comfort, I am happy that you have that. However, respect that we are not religious. Please, please, please do not tell Brianna that I am in heaven. In her mind, that means that I chose to be somewhere else and left her. In reality, I did everything I could to be here with her, as there is nowhere, NOWHERE, I would rather be than with her and Jeff. Please don’t confuse her and let her think for one second that is not true. Because, I am not in heaven. I’m here. But no longer in the crappy body that turned against me. My energy, my love, my laughter, those incredible memories, it’s all here with you. Please don’t think of me with pity or sadness. Smile, knowing that we had a blast together and that time was AMAZING. I fucking hate making people sad. More than anything, I love making people laugh and smile, so please, rather than dwelling on the tragic Terms of Endearment end of my story, laugh at the memories we made and the fun we had. Please tell Brianna stories, so she knows how much I love her and how proud of her I will always be (and make me sound waaay cooler than I am). Because I love nothing more than being her mommy. Nothing. Every moment with her was a happiness I couldn’t even imagine until she came crashing into our world.
And don’t say I lost to cancer. Because cancer may have taken almost everything from me, but it never took my love or my hope or my joy. It wasn’t a “battle” it was just life, which is often brutally random and unfair, and that’s simply how it goes sometimes. I didn’t lose, dammit. The way I lived for years with cancer is something I consider a pretty big victory. Please remember that.
Most importantly, I was unbelievably lucky to spend over a decade with the love of my life and my best friend, Jeff. True love and soulmates do exist. Every day was full of hilarity and love with Jeff by my side. He is genuinely the best husband in the universe. Through all my cancer crap, he never wavered when so many people would want to run. Even on the worst days you could imagine, we found a way to laugh together. I love him more than life itself and I truly believe that a love like that is so special it will live forever. Time is the most precious thing in this world and to have shared my life for so long with Jeff is something I am incredibly grateful for. I love you, Jeff. I believe that the awesomeness that is Brianna is our love brought to life, which is pretty beautiful. It absolutely breaks my heart to have to say goodbye. If it’s half as sad for you as it is for me, it breaks my heart over again because the last thing I ever want to do is make you sad. I hope that with time, you can think of me and smile and laugh, because, holy shit did we have a breathtaking life. Go google Physicist’s Eulogy and know that it is a scientific fact I will always be with you both in some way. I know that if you just stop and look hard enough, I’ll be with there (in as non-creepy a way possible). You’re my world and I loved every second we had together more than words.
Friends, I love you all and thank you for the most wonderfully awe-inspiring life. And thank you to all of my amazing doctors and nurses who have taken such incredible care of me. I don’t doubt that my team gave me every possible good day that they could. From the bottom of my heart, I wish all my friends long, healthy lives and I hope you can experience the same appreciation for the gift of each day that I did. If you go to my funeral, please run up a bar tab that would make me proud. Heck, blast “Keg on My Coffin” and dance on the bar for me (because there had better be a dance party at some point). Celebrate the beauty of life with a kickass party because you know that’s what I want and I believe that in a weird way, I will find a way to be there too (you know how much I hate missing out on fun). I look forward to haunting each one of you, so this isn’t so much a goodbye as it is see you later Please do me a favor and take a few minutes each day to acknowledge the fragile adventure that is this crazy life. Don’t ever forget: every day matters."


(Heather McManamy)




Bueno...tengo buenas noticias y malas noticias. La mala noticia, al parecer, es que estoy muerta. La buena, si estás leyendo esto es que definitivamente tú no lo estás (a menos que haya wifi en el más allá). Sí, esto apesta. Esto es asqueroso más allá de las palabras, pero estoy tan malditamente contenta de haber vivido una vida llena de amor, alegría y amigos increíbles. Tengo la suerte de poder decir honestamente que no tengo ningún remordimiento y que gasté cada segundo de mi energía. He vivido una vida plena. Los amo a todos y gracias por esta increíble vida.

Sea cual sea la religión que te trae consuelo, estoy feliz de que la tengas. Sin embargo, respeto a todos aquellos que no son religiosos. Por favor, por favor, por favor, no le digáis a Brianna que estoy en el cielo. En su cabeza eso significa que yo elegí estar en otro lugar y la abandoné. En realidad hice todo lo posible para estar aquí con ella ya que no hay ningún lugar en el mundo, NINGUNO, en que yo deseara estar que fuese a su lado y al lado de Jeff. Por favor, no la confundáis y le hagáis saber por un segundo que es cierto porque yo estoy en el cielo. Estoy aquí, más no mi cochambroso cuerpo que se volvió en mi contra. Mi energía, mi amor, mi risa, esos recuerdos increíbles, todos, están aquí con vosotros. Por favor, no penséis en mi con lástima o tristeza. Sonreíd sabiendo que el tiempo que pasamos juntos fue INCREÍBLE.
Odio con toda mi alma poner tristes a las personas. Más que nada en el mundo me encanta hacer reír y sonreír a la gente, así que, por favor, en lugar de quedaros en lo trágico de mi historia, reíros y compartid las memoras que hicimos y con las que nos divertimos. Por favor, contadle a Brianna historias para que ella sepa lo mucho que la quise y lo orgullosa que estaba y que siempre estaré de ella (y haced que parezca que era más guay de lo que en realidad era). No había cosa que me gustara más que ser mamá (nada). Cada momento con ella era una felicidad que jamás pude imaginar hasta que ella llegó a nuestro mundo.
Y no digo que perdí la batalla contra el cáncer, dado que el cáncer puede que se haya llevado casi todo de mí, pero jamás se llevó el amor, la esperanza o la alegría que tenía. No fue una "batalla", fue simplemente la vida que azarosamente es injusta y eso es lo que simplemente pasa a veces. No perdí, jolines. La manera en que viví durante años con cáncer es algo que considero una gran victoria. Por favor, recordad eso.
Y lo más importante de todo, he tenido la increíble suerte de pasar más de una década con el amor de mi vida y mi mejor amigo, Jeff. El verdadero amor y las almas gemelas existen. Cada día me sentía llena de amor y alegría con Jeff a mi lado. Él es realmente el mejor marido del universo. A pesar de toda esta mierda del cáncer, él nunca titubeó cuando mucha gente quiso salir corriendo. Incluso en los peores días que os podáis imaginar, hemos encontrado la manera de reírnos juntos. Lo amo más que a mi vida misma y, realmente, creo que un amor como este es tan especial que vivirá para siempre. El tiempo es lo más valioso en este mundo y haber compartido mi vida durante tanto tiempo con Jeff es algo de lo que me siento muy agradecida. Te quiero, Jeff. Creo que lo más impresionante es que Brianna es nuestro amor traído a la vida, lo cual es precioso. Me rompe el corazón tener que decir adiós. Si esto os hace sentir triste tanto como a mi, me vuelve a romper el corazón tener que decir adiós. Si esto os hace sentir triste tanto como a mi, me vuelve a romper el corazón porque la última cosa que quiero es haceros sentir tristes. Espero que con el tiempo, podáis pensar en mi reír y sonreír porque, jolín, tuvimos una vida impresionante. Si vais a la página de Google Physicist's Eulogy, sabréis que es un hecho científico que siempre estaré con vosotros en alguna parte del camino. Sé que si os detenéis y miráis, estaré allí (en la manera menos espeluznante posible). Sois mi mundo y me encantó cada segundo que pasamos juntos, tanto que no lo puedo expresar con palabras.
Amigos, os quiero a todos y gracias por la vida tan maravillosamente inspiradora y genial que he tenido. Y gracias a todos mis increíbles doctores y enfermeras que se han tomado tantas molestias en cuidar de mí. No dudo de que mi equipo hizo todo lo que estaba en su mano.Desde lo más profundo de mi corazón os deseo a todos mis amigos largas y saludables vidas y que podáis experimentar el mismo aprecio por el regalo de cada día. Si vais a mi funeral, abrid una cuenta en el bar y bailad porque me hará sentir orgullosa. Celebrad la belleza de la vida con una súper fiesta porque sabéis que es lo que quiero y, aunque suene extraño, encontraré la manera de estar ahí también (ya sabéis que odio perderme algo divertido). Espero volverme a encontrar con cada uno de vosotros algún día, así que esto no es tanto un adiós, sino un hasta luego. Por favor, hacedme un favor y tomad algunos minutos cada día para reconocer lo frágil que es la aventura de vivir. Y no lo olvides nunca: cada día cuenta"

domingo, 8 de mayo de 2016 | By: Abril

Cuando sepas de mí...


Cuando sepas de mí, tú disimula. No les cuentes que me conociste, ni que estuvimos juntos, no les expliques lo que yo fui para ti, ni lo que habríamos sido de no ser por los dos. Primero, porque jamás te creerían. Pensarán que exageras, que se te fue la mano con la medicación, que nada ni nadie pudo haber sido tan verdad ni tan cierto. Te tomarán por loca, se reirán de tu pena y te empujarán a seguir, que es la forma que tienen los demás de hacernos olvidar.
Cuando sepas de mí, tú calla y sonríe, jamás preguntes qué tal. Si me fue mal, ya se ocuparán de que te llegue. Y con todo lujo de detalles. Ya verás. Poco a poco, irán naufragando restos de mi historia contra la orilla de tu nueva vida, pedazos de recuerdos varados en la única playa del mundo sobre la que ya nunca más saldrá el sol. Y si me fue bien, tampoco tardarás mucho en enterarte, no te preocupes. Intentarán ensombrecer tu alegría echando mis supuestos éxitos como alcohol para tus heridas, y no dudarán en arrojártelo a quemarropa. Pero de nuevo te vendrá todo como a destiempo, inconexo y mal.
Qué sabrán ellos de tu alegría. Yo, que la he tenido entre mis manos y que la pude tutear como quien tutea a la felicidad, quizás. Pero ellos... nah.
A lo que iba. (.....)
Porque si algún día sabes de mí, eso significará muchas cosas. La primera, que por mucho que lo intenté, no me pude ir tan lejos de ti como yo quería. La segunda, que por mucho que lo deseaste, tú tampoco pudiste quedarte tan cerca de donde alguna vez fuimos feliz. Sí, feliz. La tercera, que tu mundo y el mío siguen con pronóstico estable dentro de la gravedad. Y la cuarta, -por hacer la lista finita-, que cualquier resta es en realidad una suma disfrazada de cero, una vuelta a cualquier sitio menos al lugar del que se partió.
Nada de todo esto debería turbar ni alterar tu existencia el día que sepas de mí. Nada de todo esto debería dejarte mal. Piensa que tú y yo pudimos con todo. Piensa que todo se pudo y todo se tuvo, hasta el final.
A partir de ahora, tú tranquila, que yo estaré bien. Me conformo con que algún día sepas de mí, me conformo con que alguien vuelva a morderte de alegría, me basta con saber que algún día mi nombre volverá a rozar tus oídos y a entornar tus labios. Esos que ahora abres ante cualquiera que cuente cosas sobre mí.
Por eso, cuando sepas de mí, no seas tonta y disimula.
Haz ver que me olvidas.
Y me acabarás olvidando.
De verdad.
miércoles, 30 de marzo de 2016 | By: Abril

Aló?

 
Hola, ya no amor de mi vida:
 
Sólo te saludaba para despedirme y agradecerte por todo este tiempo de duro crecimiento emocional...
Sí... sí. Mi vida ahora será más plena, más cuidada y tendré más tranquilidad en el alma, aunque tenga menos lugares a dónde ir, menos canciones que escuchar, y menos fotos que tomar.
 
Qué extrañaré?... Pues... las malas noches que pasaba mirando tu rostro dormir, tus abrazos repentinos a mitad de un mal sueño, tus manos jabonosas en mi espalda, la frescura de tu semi-desnudez paseando por toda mi casa, los besos que me pedías y que me robabas, las veces que prefería tu piel a mis pasatiempos
o incluso mi trabajo. 
Qué más?... Extrañaré hacer caminatas largas a altas horas de la noche sólo para complacer tus antojos... (Risas) Sí, eso también, de hecho. El hacer gastos enormes en una sola cena y luego estar preguntándonos qué comeremos al día siguiente y a pesar de todo reírnos de ello. 
Vaya que sí... (Suspiro) Extrañaré tu esencia, esa que se apoderaba de toda mi vida, de mis cosas y de mis oídos cuando ponías la música que te gustaba para los dos sin pensar en si me gustaría o no... ehm... tu libertad, esa que me hizo verte tan no mía y a la vez tan enamorado de ti. Ah! Extrañaré tus atrevimientos, tus "te odio" y "bésame" inmediatos. Extrañaré que no me escuches, aunque nunca lo hiciste... Extrañaré tu forma de estar bien (3, 2, 1.. superado!), te acuerdas?... 
Pues, no lo había pensado... pero ahora que lo preguntas... lo que más voy a extrañar es el amor que esperaba recibir de ti, el que no llegó o que no era como pensé, y que aún así me mantuvo a tu lado esperando, viendo en ti todo lo mejor y dejando a un lado o comprendiendo lo peor.
Sí, también sé que extrañaré no tener la mente intranquila los fines de semana, pensar en qué estarás haciendo, si lo hiciste de nuevo o no. Si estamos bien, si me extrañas o te diviertes más sin mí. Extrañaré volver a encontrarte a la semana siguiente y que me digas con carita de niña pícara tus "oops" por las travesuras que tratabas de ocultarme y que dejé pasar aunque no era lo mejor hacerlo.. y ahora (tarde) comprendo.
 
En serio quieres saber qué odiaré?... Bueno... Odiaré no tener motivos para extrañar más eso... odiaré no ser yo porque ya soy otro. Odiaré esperar el día en que me cuentes o me entere de que alguien te hizo mucho daño porque no supo comprender tu juventud, inexperiencia y descontrol, porque no supo amarte como yo...
 
De hecho... odiaré haber renunciado a ti por merecer algo mejor. Es cierto, ambos crecimos muy distinto, pero eso no nos obliga a soportarnos por más amor que digamos tenernos, lamento haber entendido tan tarde que no necesitaba entenderte, y entender ahora que no es lo mejor estar juntos... (Ruidos al fondo)
 
...mejor me voy, me llama mi nueva vida... (Cuelga)
 
(Abel Mendoza Pino)
miércoles, 9 de marzo de 2016 | By: Abril

Obsesión


Ya no me quieres…Ya no te quiero. Jugamos a eso, ¿no?. A mentirnos de alguna manera porque así la vida es más fácil, más cómoda…
A veces me asomo a tu perfil de Whatsapp, para adivinar qué ocurre en los días que ya no comparto contigo, a través de esa diminuta ventanita que me abres a tu vida para que te observe en la distancia.
Aún me dueles y sé que me recuerdas en esos días en los que te quedas a solas y echas la vista atrás. Estoy en tu pasado. Tú sigues muy presente, pero ya no lucho por ti, aunque intente conservar el frágil hilo que aún nos conecta…
Qué vacío sigo sintiendo. Te fuiste y, aunque trato de ocupar mis días para no pensarte, la idea de ti o de cualquier momento que pasamos juntos, salta a mi realidad anodina y vuelves a dolerme de nuevo… Y entonces me lanzo a internet a buscar cualquier cosa que se relacione contigo; tecleo en el buscador tu nombre, tus apellidos, tu teléfono… para buscar cualquier coincidencia que me dé alguna información sobre ti… y a veces la búsqueda es vana. No es tu foto, no eres tú. Las personas que se llaman como tú no tienen tus ojos de color caramelo ni tu sonrisa. Otras me pongo contenta cuando aparece una foto tuya que colgaste en alguna red social… alguna multa de tráfico reflejada en el B.O.E…. alguna carrera que ganó tu hijo en la liga del colegio… Cualquier cosa me vale: todo me lleva a ti. Un día incluso, encontré a alguien que se llamaba como tú y que era el asesino confeso de una adolescente de Murcia. Por un segundo tuve mis dudas y admito que me asusté. Sin embargo me resultaba chocante identificarte con semejante individuo después de las veces que me has hablado de lo mucho que quieres a tus hijos y de lo importantes que son en tu vida…   
Ya no me quieres (lo sé). Ya no te quiero (quiero, necesito…creerlo). Sigo enganchada a ti y te dedico todas mis canciones de amor. Eres lo mejor y lo peor que me ha pasado. Sé que me recuerdas porque a veces me lo dices… y me ves en otras chicas, en otros lugares, en otras miradas… pero yo ya no estoy porque me pediste que me marchara y así lo hice, porque al final: llegó el final. Y ya no te veo y ya no te siento, aunque te eche de menos, aunque sepa dónde encontrarte, aunque sepa dónde cruzarme contigo y que parezca un encuentro casual… pero no lo hago porque te quiero de veras y te respeto, porque sé que deseas seguir adelante, conmigo pero sin mí. Porque yo también lo intento: estoy tratando de hacer terapia de choque y este es el primer paso para olvidarte: empezaré por decirte adiós, aunque siga engañándome a mí misma porque aún me dueles, Amor.  
(N.R.H.)
viernes, 4 de marzo de 2016 | By: Abril

Te levantas un dia...


Te levantas un día.
Te das cuenta que es tarde.
Te vistes lo más rápido que puedes.
Pantalones, camiseta, zapatillas, maleta.
De la prisa, dejas el nudo de los cordones para después.
Abres la puerta, corres en dirección a la parada de bus.
Te detienes por la luz roja del semáforo junto con varias personas.
Mirando tu reloj olvidas que aún no has atado tus cordones.
Justo antes de volver a andar, sientes un tirón desde los pies, y caes vergonzosamente entre la acera y el asfalto, ligeramente lastimado.
Una señorita se acerca sonrojada y apenada pidiendo disculpas por no fijarse, e intenta ayudarte.
Al levantarte conversan un momento, y mientras intentas disimular el dolor ves pasar el bus que esperabas.
Viéndote renegar, la señorita pregunta por tu rumbo. Curiosamente esa mañana ambos coinciden en el destino, y debido al mal rato, ella te invita a compartir el taxi. En la ruta conversan de todo, se ríen de lo sucedido, intercambian experiencias, gustos, risas y teléfonos.
Al día siguiente te da una llamada, y al ver su nombre no puedes evitar sonreír.
La primera llamada dura más de 20 minutos, aunque ambos desearían que fuera más.
Así pasan los días, una, dos, tres semanas, y empiezan a salir como algo más que amigos. La primera salida, el concierto de su grupo favorito. Y a ti te encanta como si lo hubieras escuchado desde siempre, sólo porque con su música en el fondo ocurrió el primer beso.
Esa noche conoces sólo la puerta de su casa, además de una mirada vigilante desde la ventana que apenas te saluda con un gesto al intentar caerle bien.
Llegas a tu casa tarde, no cenas y vas a la cama a mirar el techo, recordando cada momento y cada canción que no entendiste pero que te llena en el fondo.
Pasan los días, pasan los viajes, las recargas telefónicas, las noches sin dormir, los trueques de sonrisas, pasa la vida en dos mitades.
Tras tantos besos, caricias, cosquillas y mordidas, deciden dar un hogar simplificado a los gastos del diario vivir. Firman un papel, dos amigos no les dejan mentir, un hombre les dice que son propiedad el uno del otro y se sienten los más felices del mundo.
Celebran como si la vida recién hubiera empezado bajo sus pies. Con un nuevo apellido en los documentos de ella y un nuevo título para ti. Señor y Señora de ustedes mismos.
Llega el día uno, luego de la luna de miel. Despiertas, ves a tu flamante esposa esperándote aún despeinada para darse el primer baño juntos. Sobreviven a la espuma y deciden subirse al mundo ahora con más peso.
Un par de llamadas alegres jugando a reconocerse y acaba el día. Llegan a casa, uno más tarde que el otro, y se acurrucan para ver pasar la vida desde el sofá.
Al primer bostezo de ella decides dejar la vida en pantalla plana sobre la mesa de centro, y la llevas en tus brazos a descansar sobre algodón.
Los días van variando ligeramente, desde un "Esta vez no" al baño juntos hasta un "no me esperes despierta, tengo mucho por hacer en el trabajo". Hasta que de pronto se descubren viendo los dos la vida desde el sofá, y un bostezo otra vez.
Despiertas, y ves a tu flamante esposa esperándote aún despeinada para darse el baño juntos Nº 4982. Nuevamente sobreviven a la espuma y van a subirse al mundo esta vez más contaminados por los días anteriores. Apenas una llamada durante el día, porque ya adivinan lo que pasa en la vida de la otra parte del contrato.
Llegan a casa, uno mucho más tarde que el otro, y se encuentran una viendo la vida y el otro leyéndola... pero ninguno viviéndola ya más. Empiezas a preguntarte quién de los dos cambió, o qué cambió, o si algo cambió en absoluto.
Ella, por su parte, más frágil e impredecible, ya sentía un cambio en su vida.
Ya no te espera en casa. Ya no está pendiente del teléfono. Ya la encuentras peinada y lista para salir al levantarte.
Empiezan las dudas, los reclamos, las discusiones y la división de lo tuyo y lo de ella, ya no se sienten uno, sino un estorbo. Ya no está el dar por el dar, y tampoco las cosquillas ni los conciertos.
Cada vez es más pesado el subir al mundo juntos. Cada vez sienten la puerta más estrecha, tanto para salir como para entrar. Cada vez las discusiones tienen menos sentido y mayor frecuencia.
Llega un día en el que tú decides esperar a tu flamante esposa despeinado para tomar un baño juntos, y ella te mira, y con lágrimas te dice que esto no funciona ya. No tienes idea de qué decir, miras por la ventana, y ves el mundo que sigue su curso inmutable mientras el de ustedes está muriendo.
Te alistas para el trabajo, la encuentras mirando todo en la casa pasando su mano por cada rincón como despidiéndose de todo ello, y sólo atinas a pedirle que te espere para salir juntos al mundo. Ella esperaba que por ese día ella fuera tu mundo, pero no lo entendiste.
La viste partir pero nunca más llegar. El teléfono ya no existe. El trabajo está ocupado por otra persona.. y la vida en el sofá se quedó en su canal favorito, el cual ahora ves todo el tiempo que puedes ya que ahora no tienes con quién discutir por cambiarlo.
Y repasas tu vida desde ese momento hacia atrás. Ves los días de trabajo, las veces que preferiste quedarte en el trabajo para no discutir con ella, pero nunca se lo dijiste y dejaste que ella llenara su mente y su tiempo con lo que mejor le parecía y sin ti.
Recordaste que trabajaste tanto pensando en lo que te faltaba y dejaste tantas otras cosas en falta. Recordaste cuántas veces ella te hizo comentarios sobre eventos artísticos, o simplemente sobre caminar.
Recordaste las veces que te dio sorpresas que tú dabas por sentadas porque parecían tan innecesarias al tener un contrato que "asegurara" su amor.
Recordaste que ella fue quien te preguntó temblorosa e insegura si querías unir tus días a los suyos.
Recordaste que, al volver del concierto donde ocurrió su primer beso, el hecho de que ella cerrara su puerta ante ti abrió un mundo de posibilidades en tu mente, que veías pasar en carnaval ante ti con los ojos abiertos.
Recordaste que antes de conocerla sólo vivías para que los demás te aprobaran y sintieras que pertenecías a algo más grande que tú.
Y sobre todo, detrás de todo lo que recordaste, volviste a escuchar lo que tu madre solía repetir una y otra vez: "Hijo, no olvides atar tus cordones antes de salir".

(Abel Mendoza Pino)

viernes, 1 de enero de 2016 | By: Abril

El cofre de la memoria


Me decidí a escribirte porque me parece que en los últimos años he olvidado darte las gracias y decirte que te amo. Al redactar esta carta estoy haciendo caso omiso a las recomendaciones de mis amigas, quienes consideran que presentarse en un concurso público con una carta de amor para el ex-marido, produce en el mejor de los casos, caspa. Pero yo siento que con toda esta historia del divorcio y el trajín que significó hacerlo realidad, se han ido pasando los meses y no quisiera perder esta oportunidad. Quería decirte que somos mucho más que un hombre y una mujer que ya no lograban vivir juntos.

Ya van a ser dos años desde que empecé a embalar nuestras vidas para poder cumplirle a la pareja que decidió montar su paraíso de amor sobre las cenizas del nuestro. De todo aquello, como de un naufragio voluntario, todavía siguen apareciendo objetos que daba por perdidos.
 

De poco valieron los rollos de tirro, papel y plástico; las interminables horas dedicada a envolver meticulosamente cada libro, cada juguete, cada recuerdo y meterlos en cajas identificadas; o las cifras tan exorbitantes como injustificadas que se le cancelaron a la compañía guardamuebles. Con la misma persistencia con la que el óxido y el moho se apoderaron de nuestras cosas, así mismo la tristeza inmensa y una sensación plomiza de fracaso, se filtraron como un líquido espeso a través del papel de burbujas, que pretendía ingenuamente, amortiguar la caída y hacernos protagonistas de una separación posmoderna: sin traumas y sin dolor.
 De esos meses perdidos en los que, en efecto, dejamos para siempre de ser “nosotros cuatro” y nos convertimos en otra gente, sólo me atrevo a recordar la última tarde antes de la mudanza en el apartamento de La Castellana, cuando todos bailamos dentro de nuestro cuarto, reducido a un rectángulo semi-vacío con piso de madera: un colchón inflable tamaño King, una laptop y dos cornetas en las que un dúo formado por Juan Luis Guerra y Maná nos recordaba que fue una bendición encontrarnos en el camino. Lo demás me resulta todavía demasiado filoso y permanece confinado bajo llave, en una gaveta bien escondida en lo más profundo del alma, esperando que el tiempo y el psicoanálisis de Margarita hagan su magia. Un día quizás, esos archivos puedan ser decodificados sin causar estragos.
 
Así como aparecieron la colección de juguetes de madera y los adornos de navidad; así han venido re-flotando muchos de los recuerdos maravillosos de esos casi 16 años que compartimos bajo un mismo techo (aunque tú bien sabes que fueron en realidad muchos techos sucesivos, y cuatro los años finales en los que, como suspendidos en el tiempo, compartimos petrificados techo, pero no alcoba).

Y si bien es cierto que no todos los años fueron buenos y que las razones para no estar juntos siguen estando clarísimas, también es verdad que fuiste mi amor. El de los besos dulces y suavecitos, mi compañero, mi cómplice y el co-autor, impulsor y defensor desde siempre de Camila y Daniela, que son hoy todo lo que me importa. La buena noticia ha sido descubrir que esas memorias cálidas siguen intactas y son la cantera de nuestra relación de ahora, que aunque al añadirle el “ex” por delante machaca siempre lo que ya no somos, tiene, paradójicamente, un presente mucho más plácido que el pasado.
 
Te confieso que en las malas noches, cuando la culpa y los miedos que me habitan salen de sus cavernas y me atrapan, el saber que cuento contigo me ayuda a liberarme. Porque tú sigues siendo mi aliado, mi único socio en la empresa de la paternidad y tu presencia le añade otra red de seguridad a la peripecia de vivir en esta Caracas contemporánea. Acto que resulta a veces inconscientemente suicida, a ratos tedioso o caótico; pero siempre protegido por una magia imperceptible: como nuestro destino. Qué suerte, Marmotón, la de encontrarte justo ahí, en frente de la cartelera de aquel curso de inglés. Y de verdad, bendita la coincidencia.

(Del blog: Mil cartas de amor)