Así me siento, y todavía no te he vuelto a ver. He desaprendido a querer, no he vuelto a decir te quiero porque te llevaste mis ganas de querer. Ahora… bueno, ahora huyo. Huyo de querer, huyo porque me agobio, porque me asfixio, porque tengo miedo, porque sigo siendo tan frágil como siempre, porque yo no soy yo. Porque ya no existe yo, porque tengo que reconstruirme de cero, de los pedacitos que dejaste cuando te fuiste con ese “no quiero que nos volvamos desconocidos” que se llevó el viento. Porque finjo como si no me importase nada, como si no estuviese rota, como si no buscase tu pecho para apoyar mi cabeza y tu brazo rodeándome. Como si no me doliese que quieras a otra, como si pudiese tragarme esos te quiero que eran tuyos y ahora no me dejan respirar.
“He olvidado como se duerme sin ti” “Lo peor fueron los te quiero. Aún los sigo llevando escondidos en diferentes rincones de mi cuerpo. Porque esos no se pueden tragar, no se merecen ser escupidos y no son intercambiables, no se los puedes decir a nadie más.” “Quizá ya he aprendido a vivir con todos los te quiero que no te dije”.
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