sábado, 20 de noviembre de 2010 | By: Abril

Ayer fui agua...


Densa y turbia como el petróleo llegué a tu lado. Impura y revuelta. Agitada me dejé conducir por remansos de asfalto hasta el delta de un, aún, desconocido paraíso; mientras el mundo real se oscurecía y difuminaba ante nuestra mirada, reflejando sombras de vida sobre un embalse de ensueño.

Me sumergiste en el vacío dando bautismo a mi ilusión inocente, inundándolo todo de nada y, con el sonido del silencio en los oidos, buceamos por la calma olvidando, en un segundo, el tic-tac de los relojes de arena.

Agradecímos la dulce poción que los Tritones nos brindaron en aquella parcela de cielo donde, tendidos junto a nuestros recuerdos para que el calor de las palabras los secaran, cuando las olas de tu ojos llegaron hasta mi orilla, tu mano rozó la mía.

Nos recibieron las estrellas al tomar tierra, dejando vano su lugar en el firmamento; confundiendome hasta creerme dueña del aire con el que me mezclé para acariciar tu cara y enredarme en tu pelo. Y cuidaste de mi, saciando la sed con besos borrachos de ternura y el hambre, ofreciendote desnudo para amasarte y devorarte como un pastel caliente.

Tras el último gemido, me licué en tus manos destilando gotas de placer que se condensaban en las concavidades de mi espalda, hasta ser solo un charquito en ebullición, evaporándose y alejándose de tí para reunirse con las mariposas que duermen en el techo de mi cuarto.

(Del Blog: "Desnuda no es sin ropa")