miércoles, 1 de diciembre de 2010 | By: Abril

Carta a Marucha


Marucha, amor

Quiero escribirte ahora las cosas que te dije cuando quizás ya no me oías y las que no te dije en la terrible noche y madrugada de nuestra inesperada despedida. Te susurré casi al oído, “te me escapas amor en los mejores años de mi vida y en el hermoso otoño de la tuya”. Te debo tantos besos todavía, tenemos una deuda de caminos y no puedo mirar sin tu mirada. Te dije muchas veces con ternura que tu mano en mi mano era la vida, que mi paso sin ella vacilaba y que si no la tengo, si me falta, no sé cuánto podré seguir sin alcanzarte para poder mirar tus ojos y besarlos. Como siempre te digo que me esperes porque voy a seguirte donde vayas ya que tú me dijiste que algún día seguiríamos juntos como antes por todos los lugares que marcamos en el viejo cuaderno de los sueños. Hoy frente a lo inexorable, le estoy rogando a la Virgen que no sufras, que estoy y estaré contigo, con tu imagen y con tu suave mano entre las mías. Aún así, desesperadamente te ruego, no me dejes. También quiero decirte que contuve mi llanto y contemplé tus ojos. Tu dulce y cálida mirada me dijo que me oías y una leve, casi tenue sonrisa para mi, llena de amor se dibujó en tus labios. Me incliné, aproximé mi rostro al comprender tu invitación y nos unimos en el beso nupcial de nuestro aniversario de boda. Sentí que te me ibas al retener tus manos sabiendo que ya no volverías. Luego sólo atrapé la esencia de tu voz y tu aliento como reflejos que fueron muriéndose lentamente. Te fuiste silenciosamente con la mirada viva y el semblante apacible. Tu imagen encantada serenamente bella, amanecer de trinos, parecía una diosa. Debe ser lindo el sueño, tu sueño, en la estancia divina que visitas.

Marucha, amor.

Te escribo como antes, como siempre, sin esperar respuesta escrita ya que todas tus cartas eran el abrazo del encuentro feliz, mi llanto en tus mejillas y tus cálidos besos. Sabes que nuestro viaje era distinto, íbamos a renovar los votos luego de seis décadas y un año de nuestra hermosa aventura matrimonial en una linda y pequeña iglesia perdida a orillas de un gran lago. Allí acudí con tu imagen para cumplir nuestro plan interrumpido. Ya que no estaba solo porque sentí que estabas a mi lado y que escuché tu voz cuando parados en el altar, frente a Dios, dijimos a una sola voz ACEPTAMOS.

Recuerda amor entre lo que no pude repetirte esa noche llevaba la carta de nuestras bodas de oro. Ahora te la envío de nuevo porque sé que puedes oír y ver lo que digo, lo que escribo. Esa mañana de abril te pude decir cómo miré la luz tímidamente y recogí la brisa, estabas en la luz y en la brisa represando mis sueños, mi ansiedad. Tu imagen y la mía confundidas eran un solo canto, una ilusión y una carta de amor no terminada. También te recordé cómo transitamos sin huella y sin camino un horizonte ilimitado y juntos, más allá de la voz y la palabra, con la mirada dulce de tus lagos, mi tristeza escondida y tu mudez serena, vimos morir el sol y despertar el alba. Medio siglo detrás de tu perfume, persiguiendo tu voz y tu reclamo, medio siglo arrullado en tu regazo, prendido de tus ojos y tus labios. No sé hasta dónde me dejarás llegar en tu jardín, no imagino cuánto tendré que amarte, cuántos años recorrerán mis dedos tu cabello, mis ojos tu mirada y mis labios tu piel, sólo sé que tu imagen y la mía confundidas en una sola voz y la palabra, ansían tejer un horizonte ilimitado, un canto, una ilusión y un sueño sin ocaso.

Como ves, debes ver desde tu nuevo mundo, que sería prolongar el tiempo que se volvía final para seguir diciéndote las cosas que te dije tantas veces y las que no te dije, que recorrimos el mundo tomados de la mano, temerosos a veces, cautelosos luego, pero llenos de amor y fuego. Sin planes ni caminos, tan solo con azules y estrellas adornando los sueños. Sabes que así empezó nuestra aventura donde todo intento fue bueno, todo instante sublime y ni siquiera lo pensamos, simplemente lo hicimos. Recuerdas amor cuando te dije en nuestras bodas de oro: -si tuviera que hacerlo una y mil veces más contigo, lo intentaría de nuevo-

También quiero que sepas amor mío que al dormir para siempre tus pupilas, lloraron las estrellas sobre el campo cataratas de luces y colores cabalgando veloces la hondonada al recibir mi llanto desbordado. Rayos de luz persiguieron al viento hasta alcanzar las nubes peregrinas, párpados, nimbos, ocultaron tus ojos del titilar mezquino, más bien tenue, de los luceros mañaneros.

No imaginas como llovió copiosamente para que todas las menudas perlas elevaran tu brillo al universo en su entrega final, tu despedida.

Te contemplé dormida entregando a la aurora tu mensaje de gloria, tu sonrisa leve, al tiempo que le dabas el aroma de pétalos viajeros cuando tu imagen vaporosa se elevaba hacia el cielo.

Amor, imagino el sendero para llegar a ti, de nuevo, detrás de tu perfume entre las flores y luces esparcidas al renacer en perlas el alma de las fuentes. Buscaré al mensajero y esperaré que llegue nuestro encuentro, la promesa, cuando vuelva a llover copiosamente.

Marucha…Marucha, no puedo concluir esta misiva, mi alma, sin expresarte que esta lucha es muy dura, es una lucha silenciosa entre la realidad y los recuerdos, una puesta en escena que se prolonga día a día pidiéndome abandonar la pena. ¿Cómo dejarla , borrarla, sin olvidar la imagen y el recuerdo?. ¿Cómo ignorar los ecos y sonidos de unos pasos, los tuyos, que siento a cada instante y el aroma, tu aroma, que envuelve mis sentidos tal que si en realidad estuvieras aquí?.

Amor…amor, fueron seis décadas y un año detrás de tu perfume y ahogándome en la luz de tus pupilas, recorriendo abrazados nuestro mundo dichosos y embriagados de felicidad.

Seis décadas y un año envueltos en un mundo de ilusiones acariciando metas, persiguiendo destinos, abonando con besos los reclamos, renovando promesas con perdones.Marucha…amor, fueron seis décadas y un año hablándote al oído dulcemente y contemplando mudo y extasiado tus silencios que hablaban. Por ello de nuevo te prometo que esas seis décadas y un año, nuestra vida, seguirán siendo el sueño que soñamos y la hermosa aventura que vivimos.

Francisco.

(Francisco Gutiérrez, 1er Premio del Concurso de Cartas de Amor de Montblanc 2010)