viernes, 25 de octubre de 2019 | By: Abril

Cómplices en desamor





"No sé en qué momento me alejé de ti
Ni cuando nos giramos para ser
El caso es que ahora somos dos extraños
En el bar del desengaño y nos falta hasta la sed"
                                                 (Vanesa Martín)


¿Qué hacemos aún juntos? Nada nos une. Cuántas veces lo hemos comentado sin llegar a un acuerdo que nos deje a ambos conformes. Sin llegar a esa tregua que nos permita un momento de calma, a esa paz interior que, con el tiempo, nos hemos resignado a perder y a donar a cambio de evitar la soledad que nos lleve al olvido.

Estamos, más que solos, mal acompañados el uno del otro. Nos toleramos, pero nada queda de aquel motivo que nos unió, que quiero seguir pensando que no fue otro más que el cariño. Pero no, sé que me engaño, porque fue tan solo una forma más de espantar el miedo al abandono.

Sé que me quieres de una manera muy particular y probablemente egoísta. Yo no te quiero y te lo demuestro cada día con señales que prefieres ignorar. Pero sigo aquí porque tengo miedo a no tener nada, a desaparecer, a volverme aún más invisible de lo que ya soy para todos, incluso para mí misma. Tú controlas los tiempos y sabes qué hacer  y cómo comportarte ante los demás para seguir pareciendo lo que no somos: felices. Pero mírame. Mírame a los ojos y dime qué queda de la pareja perfecta que éramos al principio de este cuento de hadas.

No tuvimos hijos, ni perro que nos ladre. Y eso contribuyó a acumular ese miedo que hoy anega esta tensa calma. Mi única vía de escape es pensar en él, mi amante. Pensar en el único hombre que me ha robado el corazón. Desde que se fue de mi vida camino como un alma en pena, con la insólita idea de que un día de estos abandone a su mujer y a sus hijos y vuelva a buscarme.

Yo estaba muerta a tu sombra. Él me dio la vida, pero también me la quitó. Y desde entonces sobrevivo con un hueco en el estómago que no puedo llenar con nada. Sigue en mí, pero de otra manera y me llama amiga, que es lo peor que se le puede llamar a una amante que no ha dejado de sentir aquello que le hizo volver a la vida.

Tú no sabes nada de él. Me miras con la mirada vacía del cordero que va al matadero, como si no me vieras, aunque estás acostumbrado a que mi calor caliente esta casa. Solo somos dos extraños que comparten apartamento. A veces hacemos el amor, por no hacernos la guerra y luego nos damos la vuelta. Tú para no pensar en nada y dejar que otro día se convierta en cenizas, como si todo te diese igual, caminando inexorablemente hacia el momento en que dejes de respirar. Y yo, pensando en que acabo de entregarle mi pasión fingida al hombre equivocado.

(N.H.R)

2 comentarios:

Nuria Soloyó dijo...

Me encantó y me identifico con estas palabras.

Anónimo dijo...

Qué bonito y triste final.