miércoles, 10 de febrero de 2010 | By: Abril

Nunca es tarde


Siempre me he repetido esas palabras, con la convicción de que hay tiempo para todas las cosas. Pero no es cierto. Todo es un engaño. Las horas pasan y te quedas atrapada en la capacidad de un minuto, como si pudieras detener la rotación de la Tierra durante ese instante y descansar de las rutinas diarias.

Nada es cierto. Todo es mentira a los ojos de la Historia. Los fantasmas que nos acosaban son fruto de nuestros miedos infundados. El tiempo nos persigue sin tregua y esa es nuestra lucha: la vida a contrarreloj, para dejarlo todo preparado para el día en que la muerte venga a cogernos de la mano.

Eso es lo que tú tratabas de enseñarme, Amor nº 4, en nuestras charlas de café, y yo no llegué a entender nunca. Tú me hacías señales luminosas y yo no veía más allá de mi día a día. Y me olvidé de ti. Me olvidé de todo. Me olvidé de la risa que en otro tiempo las cosas más absurdas me provocaban. Me olvidé de saborear, de soñar, de respirar…

Una vez te dije: “no dejes que cambie nunca. Intentaré que las circunstancias no modifiquen mi forma de ver el mundo”. Pero el tiempo, una vez más, inexorable, ha hecho que ahora tenga un caleidoscopio desvirtuado por la madurez que entonces no tenía y que hoy mi realidad no se parezca ni por asomo a la de aquellos días de adolescencia convulsa.

Tú me dijiste que si alguna vez yo cambiaba mi forma de ver las cosas, estarías cerca para volver a guiarme por aquel camino que acordamos seguir de adultos. Pero tú no estás ya a mi lado. De aquello hace ya mucho tiempo. Te perdí la pista y no te dejé regresar a mi vida nunca.En realidad no nos enfadamos. Yo insistía en que eras un buen amigo. Tú, despechado, solías presumir sobre tus últimas conquistas para sembrar en mí la semilla de los celos que nunca sentí.

Recuerdo que me divertían tus historias rocambolescas sobre tu vida sexual con aquella estudiante de Arquitectura. Venías a contarme lo guapa que era y la forma tan maravillosa que tenía de diseñar hermosos castillos de arena, donde viviríais juntos; lástima que te dejara por un compañero de clase…De haberte salido bien aquella historia, ahora serías la mitad de una relación perfecta.

Tu excusa fue que ella te dejó. Sé que en realidad nunca llegaste a entregarle el corazón, porque, recuerda que tu corazón me lo regalaste a mí en una cajita de cristal aquel día que apareciste en mi casa con una rosa roja y una maleta enorme con la que pretendías instalarte en mi vida.

Lo cierto es que todo aquello queda ya muy lejano, Amor. De repente ambos crecimos y nos perdimos la pista y sin embargo, a pesar de que nunca sentí celos de tu perfecta historia con la estudiante de Arquitectura, aún espero que vengas a tomarte un café más conmigo, cumpliendo tu promesa, a decirme que sigo el camino equivocado y que además de consumir el tiempo en cosas necesarias debo reservar un momento para soñar de nuevo lo que en estos años he olvidado…

Por eso, Amor, dondequiera que estés, espero que seas feliz y que hayas encontrado una adorable constructora de sueños encantados.

(La Dama)

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Precioso relato. Me encanta y encandila leerte.