jueves, 14 de febrero de 2013 | By: Abril

Carta de amor de Adán a Eva



Paraiso Perdido, dia uno, del mes uno del año uno.


Querida Eva:

No te escribo para reclamarte la costilla que me falta. En realidad es la mejor inversión que hice en mi vida, finita a partir de este momento. Si yo hubiera sabido la finalidad de esta extirpación, Dios no hubiera tenido que sorprenderme dormido, yo se la hubiera cedido de mil amores. Hemos dado de una sola vez inicio a la pareja humana y a la cirugía mayor.

Naturalmente esto nos deja a los hombres la siguiente enseñanza: si queremos obtener a la mujer de nuestros sueños es posible que primero debamos sacrificar algo. Pero no dudo que cualquier hombre en cualquier tiempo, renunciara gustoso a una de sus costillas a cambio de una mujer como tú: UNICA. Porque costillas tenemos muchas, pero amor de verdad...  !quién sabe!. Bien podríamos optar por recuperar la bendita costilla y restablecer nuestra integridad anatómica, pero a costa de quedar con un vacío mayor en el corazón, y está visto que un hombre puede vivir con una costilla menos pero dudo que pueda hacerlo sin corazón.

Por eso debe ser que me siento incompleto cuando no estás a mi lado. No es cosa de ir por la vida con una de nuestras costillas dando vueltas por ahí a merced de cualquier oportunista.

Otra de las cuestiones de nuestro nuevo estado es la institución de la seducción. Porque hasta hoy éramos lo mismo que dos plantas. A partir de hoy deberé conquistarte cada día. Tendré que ganarme el pan de tus besos con el sudor de mi alma. Este juego nos ha dado en descubrir la profundidad de una mirada, la importancia de las caricias y el lenguaje del cuerpo. Lo que hemos perdido de inocencia lo hemos ganado en humanidad.

También me he dado cuenta que el paraíso no es un lugar exacto, sino un lugar relativo.

Tiene que ver más con los sentimientos que con los mapas. He aquí un claro ejemplo de paraísos e infiernos relativos. Relativos ¿a qué? A la presencia del amor. A partir de hoy el hombre asume que el paraíso o el infierno pueden ubicarse en el interior de su naturaleza humana más allá de la bondad o crudeza del paisaje que lo contiene. Puedo estar rodeado de riquezas y en medio del más bello palacio pero sentirme en el infierno si estoy solo, y por el contrario, si estoy a tu lado me sentiré en el Edén aunque este parado en medio de un páramo inhóspito.

Tampoco voy a reprocharte el tema de la manzana del árbol de la sabiduria. Dios te ha dado una naturaleza curiosa y en el futuro nuestros descendientes dirán con toda razón que la curiosidad mata al gato y embaraza a la mujer, de modo que no has hecho otra cosa que justificar la historia.

Quiera Dios en su inmensurable sabiduría que nunca nos falten las manzanas en nuestro viaje temporal, ni los pámpanos que me permiten imaginar y redescubrir tu perfecta y blanca desnudez.

Sólo por ti confluyen en mi sentimientos que serán propios de todos los hombres pero que hasta ahora estaban confundidos en el fondo de nuestros corazones. Estos son la ternura, la ilusión, la esperanza, el miedo, el dolor, el frenesí, la locura, la lascivia, los celos. Ahora somos personas ricas en espíritu y no juguetes de la Divinidad. Por muchos de estos sentimientos deberemos pedir perdón a Dios, pero esa es parte de su misión de Creador.

Deberemos prepararnos para esta nueva etapa. Yo debo conseguir un empleo para mantener el nuevo hogar, tu debes aprender a cocinar, a lavar la ropa, implemento recientemente adquirido y a cantar nanas para acallar a los niños. Piensa que estamos sentando las bases de la humanidad futura donde habrá restaurantes, lavaderos y guarderias... pero por ahora, contentémonos con hacer todo a mano. Ya nos caerán gratuitamente a nuestros pies los frutos que nos servirán de alimento, ahora habrá que arrancárselos a la tierra a fuerza de trabajo. Y tu sufrirás al parir a nuestros hijos y ellos mismos te traerán más preocupaciones y dolores.

En resumen, querida Eva, esta carta que de movida parece un libro de quejas no es más que un testimonio de eterna gratitud, de imperecedera declaración de amor, de base para que a partir de ella, nuestros descendientes adquieran la buena costumbre de sentir y de escribir esos sentimientos.
 
Por siempre tuyo.


Adán, hombre mortal.

(Raúl Oscar Ifran. Carta ganadora del Concurso "Pablo Neruda", Ayto. de Coria, 2008)