martes, 26 de febrero de 2013 | By: Abril

Sellos, tapers y calzoncillos


Hola, Arcadio: ¿Qué tal el congreso? Espero que hayas conseguido el sello birmano. Te escribo para decirte un par de cosas.

Antes de nada, tranquilo, no me he movido de casa en toda la mañana. A eso de las diez ha llegado tu madre. Bueno, ha abierto ella la puerta mientras yo estaba sentada en la taza del váter, ya sabes cómo es. Ha gritado "¡hola!, ¿hay alguien?" y he gritado "¡ya voy, Enriqueta!", pero ella se ha plantado en el baño, claro. Te ha puesto en el vaso un cepillo de dientes nuevo y ha dicho eso de "espero que no te moleste que haya entrado con la llave, es la costumbre, como la casa es mía" (¿cuántas veces ha recalcado eso desde que nos casamos?). Mientras yo buscaba un rollo de papel higiénico, me ha dicho que venía a plancharte la ropa en condiciones, que vaya camisa llevabas el otro día en la cena. Cuando he salido del baño, ella estaba planchándote los calzoncillos, así que por fin los tienes como te gusta, planchados y ordenados por colores en tu cajón.

A lo que iba, lo del paquete: me dijiste que llegaría a primera hora pero el de Seur ha llegado sobre la una (ya podías haberte aficionado a coleccionar azucarillos de las cafeterías). Cuando estaba pagando, tu madre ha dicho "mi Arcadio es estiloso hasta para los hobbies, ¿verdad, Merchi?". Tú dirás lo que quieras, pero me llama Merchi para joder. Y Arcadio, podrías haberme dicho que era contra-reembolso y que la cajita con el sello costaba doscientos euros, ¿no? Menos mal que he podido pagar con tarjeta. Por cierto, qué observador el chico de Seur: cuando le he dado el DNI me ha felicitado por mi cumpleaños, qué simpático. En fin, que te digo esto porque me ha dicho que si quieres una copia de la factura, vayas a la oficina, que se le había olvidado traerla. Tu madre me ha dicho que vaya yo, pero no he podido, ahora te cuento por qué.

¡Ah!, y no te preocupes, he abierto el paquete con cuidado, he llevado la cajita a tu despacho y he quitado la luz al momento, como me dijiste. Tu madre, mientras te quitaba las pelusas de los jerseys, me miraba todo el rato desde el salón diciendo "te cuidado, Merchi, a ver si se va a estropear". Por cierto, Arcadio, si no lo digo reviento: ese despacho cada vez da más pena. Entiendo lo de la ventana cerrada y los humidificadores en las esquinas; entiendo el termostato, la lupa aséptica y las vitrinas opacas; entiendo que es tu lugar y que los matrimonios tienen que saber tener un espacio individual. Pero ese despacho, Arcadio, ese despacho es una tumba monocromática de sellos. Además de las vitrinas con sellos, sólo hay cinco libros (de sellos) y la enciclopedia filatélica. ¿No crees que podría estar bien poner una foto de cuando pescaste aquel barbo en el embalse de Orellana? O una foto del Rey, no sé, algo que le dé color. Piénsatelo.

Tu madre ha dejado en el frigorífico albóndigas en salsa y cocido, que dice que vendrás cansado esta noche del congreso filatélico y que no te apetecerá la sopa que yo hago, "que no tiene ninguna sustancia". Dice que las albóndigas son para la cena de hoy y el cocido, para mañana en la oficina: ya tienes separados en dos tuppers el caldo y la carne con los garbanzos, primero y segundo (me ha insistido en que te recuerde que son dos tuppers).

Hace un rato ha salido tu madre, dice que a comprarte el champú que te gusta y un pijama de franela, que viene el frío. No te puedes imaginar la paz que he sentido en cuanto se ha ido, Arcadio. Además, ha sido salir por la puerta ella y llamarme mi amiga Mari Carmen para felicitarme por mi cumpleaños. ¿Te acuerdas de Mari Carmen? Mi vecina de cuando yo estaba soltera y vivía en Carabanchel. ¡Menuda era Mari Carmen! Y menuda es, porque se ha teñido el pelo de fucsia y ahora viaja en moto a todos sitios. Cuando vivía en Carabanchel, todos los jueves por la noche quedábamos para hacer cata de vinos. No teníamos ni puñetera idea de vinos, claro, pero Mari Carmen compró dos copas de esas gordas y así cualquiera es catador. Cada una llevaba una botella de vino, la que fuera, y lo catábamos. Lo echábamos como los profesionales, con giro de muñeca incluido (a mí nunca me salía, pero a Mari Carmen no se le caía ni una gota). Lo mejor era la cara de Mari Carmen al olerlo, sobre todo al oler la tercera o cuarta copa. "Tropicalmente afrutado en barrica de quince años de roble salvaje con toques de canela", decía. Cuando soltaba esas cosas, yo me reía tanto que acababa echándole canela al vino. ¿Has probado el vino con canela?

Total, que Mari Carmen me ha dicho que acaba de dejar a su marido. Yo le he contado por encima mi vida y se ha plantado en casa con la moto en veinte minutos. Por lo visto, hay un congreso de cata de vinos en Albacete, creo, y nos ha apuntado por internet como expertas. Te digo esto por escrito, Arcadio, para que sepas que tienes el sello de doscientos euros en el despacho, la comida en el frigorífico, la ropa (incluidos calzoncillos) planchada y yo me voy en moto a Albacete, creo, a catar vino. Lo digo por si notas que falta mi ropa.

Un abrazo.

Mercedes
(Lola Morales)

Nota: Carta finalista de la XII Edición del certamen de cartas de amor Antonio Villalba, organizado por la Escuela de Escritores.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

No has probado la suavidad de sus labios
no te has nutrido del olor de su cuerpo
no has saboreado su piel, suave y fresca
no has explorado su lengua, húmeda y vigorosa
no has sentido como vibraba su cuerpo abrazando al tuyo
no has sentido su deseo
Su admiración no ha alentado tu dignidad
Así que no puedes tildarme de inmaduro, inexperto, débil
no puedes ser altanero o condescendiente conmigo
Porque nunca comprenderás lo que he perdido
jamas vivirás mi infelicidad, mi vacio, mi infierno
porque no has vivido el Cielo... su Cielo.

CRH