viernes, 10 de enero de 2014 | By: Abril

Los finales de lo más bonito



Somos niñas y pensamos en el amor como aquello que alcanzaremos y con lo que seremos felices, como sus queridas princesas.

Somos adolescentes y queremos ser las elegidas de aquellos caballeros a los que vemos inalcanzables. Miramos por la ventana y suspiramos, esperando que llegue el día en el que él se dé cuenta de que le esperábamos. Años y años de sueños, y en el fondo, ése no ha cambiado. Seguimos imaginando a nuestro verdadero amor, seguimos soñando con nuestro queridísimo príncipe azul, seguimos luchando por conseguir nuestro preciado tesoro: su amor.

Y de repente llega, caemos en esa telaraña que nos enreda y nos vuelve tan estúpidos. Pensamos que es para siempre, hacemos promesas que serán incumplidas, hacemos planes lejanos y somos felices. Todo es perfecto. Pero no es tan idílico y ahora lo sabes, ahora lo sabemos. Ahora sabemos lo difícil que es la vida aunque la vivas con alguien a tu lado. Y quizá eso la haga más complicada aun.

Para siempre... Y ocurre. Llegamos a la conclusión de que no vamos bien, de que hay algo entre nosotros que no es tan perfecto como debería. Y ninguno quiere aceptarlo. Ambos queremos no sentirlo, no pensarlo, no decirlo. Pero está ahí. El sentimiento incontrolable de soledad, de querer estar de nuevo solo ante el mundo.

ADVERTISEMENT
Es difícil comprender aquello que no estamos dispuestos a ver. En el fondo no queremos compartirlo por miedo al dolor, a hacer daño a aquella persona a la que hemos amado más que a otra cosa, por la que hemos dado más de lo que jamás hubiésemos imaginado.

Dejémoslo. Dejémoslo atrás. Comencemos algo nuevo. Pero, es cierto, ¿dónde queda todo aquello que vivimos juntos? ¿Dónde queda aquello que compartimos el uno con el otro? Aun así, somos importantes para el otro, no somos simples modas que han pasado por nuestras vidas. Es más, tú has construido parte de mi alma, parte de mi vida. Has contribuido a que sea tan bella como lo es ahora, porque has sido, eres y serás mi persona. Pero ahora, no hay más. Debemos acabar nuestra historia con un bonito final.

Querida persona que me ha entendido, que me ha querido, que ha dado parte de su vida por mí, quiero decirte: No lo dejemos escapar, no olvidemos lo que tuvimos, porque si eso pasó es porque en realidad nos merecemos. Porque creamos algo que merecía la pena. Recordemos esos momentos con suma añoranza, como delicados recuerdos, y pensemos en que siempre estaremos.

Solo una cosa más: No nos olvidemos.

Fátima