Sentada en nuestra cama, ésa que hemos dejado de compartir, me quedé esperando que volviera, esperando que sintiera.
Tardé tiempo en darme cuenta de que no iba a volver, que nunca estuvo aquí, que su mente estaba lejos mientras paseaba el esqueleto de su alma por mi vida.
Intenté inútilmente ser lo que necesitaba, olvidando por completo quién era yo. Cómo iba a quererme, si deje de conocerme...
Aún no se si puedo volver a ser yo, por más que busco dentro no consigo reconocerme. Me gustaría despedirme de él, tal vez así pueda presentarme de nuevo o reencontrarme conmigo.
Sólo me queda desearte toda la suerte del mundo, querida enemiga. Enemiga porque nunca podremos ser amigas y querida porque no puedo odiar nada que él pueda llegar a querer.
(Annabell)
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